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A Primera Vista

Este libro nos da una lección de vida y nos plasma la trágica historia de amor de un hombre enamorado.

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estaba castigando por infringir las normas. Se suponía que él no podía tener hijos. Nunca se había<br />

planteado tener hijos.<br />

No le comentó sus preocupaciones a Lexie, ni tampoco le contó toda la verdad acerca del síndrome<br />

de banda amniótica.<br />

—¿Qué has descubierto en internet? —le había preguntado ella la noche anterior.<br />

—No mucho más de lo que el doctor nos contó —mintió Jeremy.<br />

Ella asintió. A diferencia de él, Lexie no tenía la impresión de que el conocimiento pudiera reducir<br />

sus temores.<br />

—Cada vez que me muevo, me pregunto si estoy haciendo algo indebido.<br />

—No creo que el tema funcione así —dijo él.<br />

Ella volvió a asentir.<br />

—Estoy asustada —susurró.<br />

Jeremy la rodeó con un brazo.<br />

—Yo también.<br />

Los llevaron a una sala, y Lexie se levantó la camisa en cuanto entró la enfermera. A pesar de la<br />

sonrisa que les ofreció, la mujer notó la tensión reinante y se puso a trabajar sin perder ni un segundo.<br />

El bebé apareció en la pantalla. La imagen era ahora mucho más clara. Podían ver los rasgos de la<br />

criatura: la nariz y la barbilla, los párpados y los dedos. Jeremy miró a Lexie de reojo y ella le apretó la<br />

mano con tanta fuerza que le hizo daño.<br />

La banda amniótica, el tentáculo, no se le había adherido. Todavía faltaban diez semanas para que<br />

naciera su hija.<br />

—¡No soporto esta espera tan angustiosa! —estalló Lexie—. Esperar y desear, sin saber lo que va a<br />

suceder.<br />

Lexie había dicho exactamente lo que Jeremy estaba pensando; las mismas palabras que él se negaba<br />

a pronunciar en presencia de su esposa. Había pasado una semana desde que les habían comunicado la<br />

mala noticia, y a pesar de que ambos se las apañaban para sobrevivir sin caer en un pozo de<br />

desesperación, eso era todo lo que podían hacer: sobrevivir. Desear que todo saliera bien, y esperar. En<br />

menos de dos semanas, tenían programada otra sesión de ultrasonidos.<br />

—Todo saldrá bien —la animó Jeremy—. Aunque la banda esté allí, no significa que vaya a<br />

adherirse.<br />

—Pero ¿por qué a mí? ¿Por qué a nosotros?<br />

—No lo sé. Pero todo saldrá bien. Ya lo verás.<br />

—¿Cómo puedes estar tan seguro? No puedes saberlo. No puedes prometerme eso.<br />

«No, no puedo», pensó Jeremy.<br />

—Lo digo porque lo estás haciendo todo muy bien —respondió, en lugar de expresar lo que<br />

verdaderamente pensaba—. Estás fuerte y sana, sigues una dieta equilibrada y te cuidas. Cada día me<br />

repito a mí mismo que mientras sigas así, el bebé estará bien.<br />

—¡Pero no es justo! —gritó ella—. Quiero decir, sé que puede sonar egoísta, pero cuando leo la<br />

prensa y me encuentro con esas historias sobre chicas que han sido mamas sin que ni siquiera supieran<br />

que estaban embarazadas... o que tienen bebés perfectamente sanos y los abandonan. O que, aunque han<br />

abusado del tabaco y del alcohol, al final todo sale bien. ¡No es justo! Y ahora, ni tan sólo puedo<br />

disfrutar de la última fase del embarazo. Cada mañana me despierto y, aunque no esté pensando<br />

específicamente en ello, no puedo librarme de esa sensación de ansiedad que me invade, y entonces

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