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A Primera Vista

Este libro nos da una lección de vida y nos plasma la trágica historia de amor de un hombre enamorado.

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qué era lo que no iba bien. ¿Por qué su mente se bloqueaba cada vez que encendía el ordenador? ¿Por<br />

qué sus dedos se convertían en barro? ¿Y por qué sólo le sucedía eso cuando intentaba escribir algo con<br />

que pagar sus deudas?<br />

Ese era el problema. Mantenía una correspondencia fluida con Alvin a través del correo<br />

electrónico, y en dichos casos, Jeremy podía redactar una larga parrafada en cuestión de pocos minutos.<br />

Lo mismo sucedía si su madre, su padre o sus hermanos le enviaban algún mensaje, o si tenía que escribir<br />

una carta, o si quería tomar notas de algo que había encontrado en internet. Podía redactar reseñas acerca<br />

de los programas que emitían por televisión, podía escribir sobre noticias referentes a la política o al<br />

ámbito de los negocios; lo sabía, porque lo había intentado. De hecho era fácil escribir sobre cualquier<br />

tema... siempre y cuando no tuviera nada que ver con las historias en que se había especializado. En ese<br />

caso, simplemente se quedaba en blanco. O peor aún, tenía el horrible presentimiento de que jamás sería<br />

capaz de volver a escribir.<br />

Sospechaba que el problema radicaba en una falta de confianza. Era una sensación extraña, una<br />

sensación que no había experimentado nunca antes de ir a vivir a Boone Creek.<br />

Se preguntó si ése podría ser el motivo: el cambio de localidad. Ése había sido el momento preciso<br />

en el que había empezado el problema. No era ni la casa ni los preparativos de la boda ni nada más: se<br />

había quedado bloqueado desde el momento en que se había atrincherado en ese pueblo, como si la<br />

elección de cambiar de lugar de residencia hubiera conllevado un coste oculto. Pero... eso sugería que,<br />

entonces, aún sería capaz de escribir en Nueva York; sin embargo... ¿podría hacerlo? Pensó en esa<br />

posibilidad, pero meneó la cabeza. No importaba, ¿no? Ahora vivía en Boone Creek. En menos de tres<br />

semanas, el 28 de abril, firmaría la escritura de compraventa de la casa y luego se marcharía a pasarlo<br />

bien en su despedida de soltero; unas semanas después, el 6 de mayo, se casaría. Para bien o para mal,<br />

ahora ése era su hogar.<br />

Miró el diario de Doris de soslayo. ¿Cómo podía empezar una historia con los datos que contenía?<br />

Tampoco era que tuviera intención de hacerlo, pero sólo a modo de experimento...<br />

Abrió un documento en blanco y empezó a pensar, con los dedos apoyados en el teclado. Durante<br />

los siguientes cinco minutos, sus dedos no se movieron. No se le ocurría nada, nada en absoluto. Ni tan<br />

sólo podía pensar en una frase para empezar.<br />

Se pasó la mano por el pelo, frustrado, deseando tomarse un respiro, preguntándose qué hacer.<br />

Decidió que no tenía sentido acercarse hasta la casa nueva, puesto que sin duda alguna aún se pondría de<br />

peor humor. En lugar de eso, decidió matar el tiempo navegando por internet. Oyó el sonido de marcado<br />

del módem, contempló la pantalla, y cuando finalmente la página estuvo cargada, echó un rápido vistazo a<br />

las novedades. Tenía dos docenas de mensajes nuevos, e hizo clic en el icono del buzón de entrada.<br />

La mayoría era correo basura, y eliminó los mensajes sin abrirlos; Nate también le había escrito,<br />

preguntándole si se le ocurría alguna idea relacionada con la lluvia masiva de meteoritos en Australia.<br />

Jeremy respondió que ya había escrito cuatro columnas sobre ese fenómeno —la última vez, el año<br />

pasado—, pero le agradeció el interés.<br />

Estuvo a punto de borrar el último mensaje, que no llevaba título, pero lo pensó mejor y finalmente<br />

lo abrió.<br />

Cuando el texto apareció en la pantalla, Jeremy clavó la vista en él. Súbitamente notó una<br />

desagradable sequedad en la boca, y fue incapaz de moverse. De repente, le costaba horrores respirar.<br />

Era un mensaje simple, y el cursor titilante parecía provocarlo: «¿Estás seguro de que es hijo tuyo?».

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