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A Primera Vista

Este libro nos da una lección de vida y nos plasma la trágica historia de amor de un hombre enamorado.

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tener hijos. No, él sabía que tener un hijo suponía esencialmente dos cosas: era el siguiente paso lógico<br />

en una relación, si bien en el fondo había un deseo innato de crear una versión en miniatura de uno<br />

mismo. Como si uno fuera tan especial que resultara simplemente inconcebible que el mundo no estuviera<br />

plagado de personas tan especiales. ¿Y en cuanto al resto? ¿Los sacrificios que conducían hasta las<br />

universidades elitistas? Jeremy estaba seguro de que lo único que un niño de cinco años sabía acerca de<br />

Harvard y de Yale era que esos lugares eran muy importantes para sus padres. En otras palabras, Jeremy<br />

había llegado a la conclusión de que la mayoría de los padres no querían crear una réplica de sí mismos,<br />

sino una versión mejorada, porque a ningún papá le hacía ni pizca de gracia la idea de estar en una fiesta<br />

elegante treinta años más tarde diciendo cosas como: «¡Oh, a Jimmie le va fenomenal! Está en libertad<br />

condicional, y casi totalmente rehabilitado de su adicción a las drogas». No, todos anhelaban decir:<br />

«Emmett, además de ser multimillonario, acaba de finalizar un posgrado en microbiología, y la semana<br />

pasada, el New York Times le dedicó una página entera, destacando que sus investigaciones más recientes<br />

serán muy efectivas para el tratamiento del cáncer en el futuro».<br />

Por supuesto, ninguno de esos tópicos les interesaba ni a Lexie ni a Jeremy, y Jeremy se sintió<br />

orgulloso ante tal pensamiento. Ellos no serían los típicos padres, por la simple razón de que el embarazo<br />

no había sido premeditado. Cuando sucedió, ellos no habían proyectado una personita que fuera una<br />

copia de ambos, y tampoco existía esa intención en el siguiente paso lógico en su relación, puesto que<br />

técnicamente aún no habían tenido demasiada relación. No, su hija había sido concebida en un acto de<br />

ternura y de extraordinaria belleza, sin una pizca del egoísmo característico de otros padres. Lo cual<br />

significaba que él y Lexie eran mejores y más altruistas, y a largo plazo, Jeremy pensaba que ese<br />

altruismo aportaría a su hija una base firme cuando llegara la hora de ser aceptada en Harvard.<br />

—¿Estás bien? —inquirió Lexie— Has estado muy callado desde que nos marchamos del Herbs.<br />

Eran casi las diez de la noche, y Lexie y Jeremy se encontraban en la casita de Lexie, que lindaba<br />

con un pequeño pinar. Con la vista fija en la ventana, Jeremy contempló cómo la brisa mecía las copas de<br />

los pinos; bajo la luz de la luna, las agujas agrupadas en ramilletes parecían casi plateadas. Luego, Lexie<br />

se había acurrucado debajo de su brazo cuando se apoltronaron en el sofá. Una pequeña vela titilaba en<br />

uno de los extremos de la mesa e iluminaba un plato que todavía tenía los restos de la comida que Doris<br />

les había preparado.<br />

—Estaba pensando en nuestra hija—comentó Jeremy.<br />

—¿De verdad? —preguntó ella, inclinando la cabeza hacia un lado.<br />

—Sí, de verdad. ¿Por qué? ¿Acaso crees que nunca pienso en ella?<br />

—No, no lo decía por eso. Es sólo que, cuando Doris y yo nos hemos puesto a hablar de eso en su<br />

despacho, me ha dado la impresión de que desconectabas del tema. Y dime, ¿en qué estabas pensando?<br />

Él la estrechó más entre sus brazos, y consideró que era mejor no mencionar la palabra «egoísta».<br />

—Pensaba en la suerte que tendrá nuestra hija de tenerte a ti como madre.<br />

Ella sonrió y volvió la cabeza para observarlo.<br />

—Espero que nuestra hija tenga tu hoyuelo en la barbilla.<br />

—¿Te gusta mi hoyuelo?<br />

—Me encanta tu hoyuelo. Pero espero que tenga mis ojos.<br />

—¿Qué hay de malo en mis ojos?<br />

—Nada; a tus ojos no les pasa nada.<br />

—Pero los tuyos son mejores, ¿no? Pues para que lo sepas, a mi madre le encantan mis ojos.<br />

—Y a mí también. En ti, son seductores. Pero no quiero que nuestra hija tenga unos ojos seductores.<br />

¡Si sólo es un bebé!<br />

Él se echó a reír, y luego añadió: —¿Qué más?

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