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A Primera Vista

Este libro nos da una lección de vida y nos plasma la trágica historia de amor de un hombre enamorado.

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gente...<br />

Pero sólo por un instante. Desvió la vista hacia la ventana y se fijó en los troncos blanqueados de<br />

los cipreses que se erguían majestuosos en la ribera de Boone Creek, en el agua tan quieta que reflejaba<br />

el cielo, y supo que no se marcharía. Con una intensidad que lo sorprendió, se dio cuenta de que no<br />

quería marcharse.<br />

—Aquí soy feliz —alegó—. Y no creo que trasladarme a Nueva York me ayude a escribir.<br />

—¿Estás seguro? ¿No quieres meditarlo durante un tiempo?<br />

—No —respondió él—. Todo lo que quiero y necesito lo tengo aquí.<br />

Después de que ella hubo abandonado el despacho, Jeremy empezó a ordenar la mesa, y estaba a<br />

punto de apagar la pantalla del ordenador cuando se fijó en el diario de Doris cerca del correo. Había<br />

estado allí, descansando sobre la mesa, desde que se habían instalado en la nueva casa, y pensó que<br />

debería devolvérselo a su dueña. Lo abrió y vio los nombres en las páginas. Se preguntó cuántos de ellos<br />

todavía vivirían en el área, y qué había sido de esos niños. ¿Estaban en la universidad? ¿Se habían<br />

casado? ¿Sabían que sus madres habían ido a visitar a Doris antes de que nacieran?<br />

Se preguntó cuánta gente creería a Doris en caso de que ella apareciera en televisión con su diario y<br />

contara su historia. Supuso que la mitad de la audiencia, incluso un poco más. Pero ¿por qué? ¿Por qué<br />

una persona creería algo tan ridículo?<br />

Colocó las manos sobre el teclado del ordenador, todavía sopesando la pregunta, y empezó a<br />

escribir las respuestas que se le iban ocurriendo. Escribió sobre la influencia de la teoría en la<br />

observación, sobre cómo las anécdotas difieren normalmente de la evidencia, sobre cómo algunas<br />

afirmaciones polémicas son a menudo interpretadas intuitivamente como ciertas, sobre cómo los rumores<br />

casi nunca se asientan en la realidad y que la mayoría de la gente no suele exigir una prueba sólida.<br />

Consiguió escribir quince observaciones, y empezó a citar ejemplos para justificar cada una de ellas.<br />

Mientras escribía, no podía desprenderse de la sensación de emoción, del nerviosismo que lo invadía al<br />

ver con qué facilidad fluían las palabras. Tenía miedo de detenerse, tenía miedo de encender la luz, tenía<br />

miedo de ir a buscar una taza de café, por si la musa de la inspiración volvía a abandonarlo. Al<br />

principio, tenía miedo de borrar ni siquiera un punto, aunque viera fallos, por la misma razón; entonces,<br />

el instinto asumió el control de la situación y Jeremy tentó la suerte, y aun así, las palabras seguían<br />

fluyendo. Una hora más tarde, se sorprendió a sí mismo contemplando con satisfacción lo que sería su<br />

próxima columna: «¿Por qué creemos en cualquier cosa?».<br />

Imprimió el documento y leyó la columna otra vez. No estaba terminada. Era sólo un esbozo, y<br />

Jeremy sabía que tenía que editarla. Pero el armazón estaba allí, y se le iban ocurriendo más ideas, y con<br />

una certeza repentina supo que su bloqueo mental se había acabado. Sin embargo, agregó algunas ideas a<br />

la página que tenía delante, por si acaso.<br />

Salió del despacho y encontró a Lexie leyendo en el comedor.<br />

—¡Hey! Pensé que no tardarías en venir a hacerme compañía—dijo ella.<br />

—Y yo también.<br />

—¿Qué estabas haciendo?<br />

Jeremy alzó las páginas, esbozando una risita socarrona.<br />

—¿Te apetece leer mi próxima columna?<br />

Lexie necesitó un momento para asimilar las palabras antes de levantarse del sofá. Con una<br />

expresión de incredulidad, y de alegría, asió las páginas. Las hojeó con celeridad, luego levantó la vista<br />

y sonrió.<br />

—¿Esto es lo que acabas de escribir?<br />

El asintió.

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