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America en la Profecia por Elena de White

Etiquetas - la libertad, la constitución, libertad religiosa, los derechos humanos, los derechos, los derechos civiles, la democracia, la libertad, la libertad de culto, la libertad de conciencia , democracia , democrático, leyes , las leyes religiosas , la religión , la represión religiosa , la persecución , la tiranía, la iglesia y el estado , iglesia, estado, separación de iglesia y estado, protestante, reforma, reformador, constitucional, historia

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<strong>en</strong>salzado públicam<strong>en</strong>te <strong>por</strong> tan ilustres confesores y <strong>en</strong> tan gloriosa asamblea” (ibíd.). Así se cumplió lo<br />

que dic<strong>en</strong> <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras: “Hab<strong>la</strong>ré <strong>de</strong> tus testimonios <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> los reyes”. Salmos 119:46.<br />

En tiempo <strong>de</strong> Pablo, el evangelio, <strong>por</strong> cuya causa se le <strong>en</strong>carceló, fue pres<strong>en</strong>tado así a los príncipes y<br />

nobles <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad imperial. Igualm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> Augsburgo, lo que el emperador había prohibido que se<br />

predicase <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito se proc<strong>la</strong>mó <strong>en</strong> el pa<strong>la</strong>cio. Lo que había sido estimado aun indigno <strong>de</strong> ser<br />

escuchado <strong>por</strong> los sirvi<strong>en</strong>tes, era escuchado con admiración <strong>por</strong> los amos y señores <strong>de</strong>l imperio. El<br />

auditorio se componía <strong>de</strong> reyes y <strong>de</strong> nobles, los predicadores eran príncipes coronados, y el sermón era <strong>la</strong><br />

verdad real <strong>de</strong> Dios. “Des<strong>de</strong> los tiempos apostólicos—dice un escritor—, no hubo obra tan grandiosa, ni<br />

tan inmejorable confesión” (ibíd.).<br />

“Cuanto ha sido dicho <strong>por</strong> los luteranos, es cierto, y no lo po<strong>de</strong>mos negar”, <strong>de</strong>c<strong>la</strong>raba un obispo<br />

papista. “¿Podéis refutar con bu<strong>en</strong>as razones <strong>la</strong> confesión hecha <strong>por</strong> el elector y sus aliados?” preguntaba<br />

otro obispo al doctor Eck. “Sí, lo puedo—respondía—, pero no con los escritos <strong>de</strong> los apóstoles y los<br />

profetas, sino con los concilios y con los escritos <strong>de</strong> los padres”. “Compr<strong>en</strong>do—repuso el que hacía <strong>la</strong><br />

pregunta—. Según su opinión, los luteranos están basados <strong>en</strong> <strong>la</strong>s Escrituras, <strong>en</strong> tanto que nosotros estamos<br />

fuera <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s” (ibíd., cap. 8). Varios príncipes alemanes fueron convertidos a <strong>la</strong> fe reformada, y el mismo<br />

emperador <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró que los artículos protestantes cont<strong>en</strong>ían <strong>la</strong> verdad. La confesión fue traducida a muchos<br />

idiomas y circuló <strong>por</strong> toda Europa, y <strong>en</strong> <strong>la</strong>s g<strong>en</strong>eraciones subsigui<strong>en</strong>tes millones <strong>la</strong> aceptaron como<br />

expresión <strong>de</strong> su fe.<br />

Los fieles siervos <strong>de</strong> Dios no trabajaban solos. Mi<strong>en</strong>tras que los principados y potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

espíritus malos se ligaban contra ellos, el Señor no <strong>de</strong>samparaba a su pueblo. Si sus ojos hubieran podido<br />

abrirse habrían t<strong>en</strong>ido c<strong>la</strong>ra evid<strong>en</strong>cia <strong>de</strong> <strong>la</strong> pres<strong>en</strong>cia y el auxilio divinos, que les fueron concedidos como<br />

a los profetas <strong>en</strong> <strong>la</strong> antigüedad. Cuando el siervo <strong>de</strong> Eliseo mostró a su amo <strong>la</strong>s huestes <strong>en</strong>emigas que los<br />

ro<strong>de</strong>aban sin <strong>de</strong>jarles cómo escapar, el profeta oró: “Te ruego, Jehová, que abras sus ojos para que vea”.<br />

2 Reyes 6:17 (RV95). Y he aquí el monte estaba ll<strong>en</strong>o <strong>de</strong> carros y caballos <strong>de</strong> fuego: el ejército celestial<br />

protegía al varón <strong>de</strong> Dios. Del mismo modo, había ángeles que cuidaban a los que trabajaban <strong>en</strong> <strong>la</strong> causa<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Reforma.<br />

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