Excodra XXXV: La descendencia

Desubicados nos agarraremos
Enrique Orión García
Sucesión desubicada de relojes desbocados.
Imágenes escaladas en gris de la vida que transcurre.
Cementerio de objetivos donde el suelo se alimenta.
Horizontes con medusas venenosas a tus pies.
Flores de alegría que recoge tu pequeña incertidumbre.
Bienvenido en ningún sitio por caballo encabronado.
Terremoto de silencio cuando charlas en las calles.
Parpadean los vestidos de las piernas donde pisan.
Los olores de la noche ocultando los olores de la risa.
Olores de castillo abandonado desprendías.
Treinta y una suman cero en el teatro de los años.
Alegato a la caída en la subida decidida no buscada.
Vieron espectáculos de sangre a mordiscos de sus uñas.
Los caminos que no existen se confinan en tu mente.
Decidieron besarle la lengua para morir tristemente.
El agua del pozo roto derramada por tus ojos.
Tenía el límite un abismo y lo bebiste con detalle.
La grandeza está en los ojos que te miran.
Dos colinas rezagadas ofendidas ante el cielo por su altura.
Las dos colinas las subiste gritando con las manos a la espalda.
Condenadas descendencias por ti mismo a la roca sube y baja.
Liberado por ti mismo a la prisión del ir despacio contemplando.
Melodías en un barco te penetran los oídos con su herida.
Lo mejor ir de la mano paseándole las rosas.
Una cueva criminal se dormía en su regazo abandonado.
Escribías un dibujo que sonaba a vida tierna.
La descendencia 35 Excodra XXXV