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palabras_de_vida_del_gran_maestro EGW

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asura. Aun <strong>de</strong> día, para po<strong>de</strong>rla encontrar, <strong>de</strong>bía encen<strong>de</strong>rse una vela y barrerse diligentemente la casa.<br />

La dote matrimonial <strong>de</strong> la esposa consistía por lo general en monedas, que ella preservaba cuidadosamente como su<br />

posesión más querida, para transmitirla a sus hijas. La pérdida <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas monedas era consi<strong>de</strong>rada como una<br />

grave calamidad, y el recobrarla causaba un <strong>gran</strong> regocijo que compartían <strong>de</strong> buen grado las vecinas.<br />

"Cuando la hubiere hallado -dijo Cristo-, junta a las amigas y las vecinas, diciendo: Dadme el parabién, porque he<br />

hallado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los ángeles <strong>de</strong> Dios por un pecador que se<br />

arrepiente".<br />

Esta parábola, como la anterior, presenta la pérdida <strong>de</strong> algo que mediante una búsqueda a<strong>de</strong>cuada se pue<strong>de</strong> recobrar,<br />

y eso con <strong>gran</strong> gozo. Pero las dos parábolas 152 representan diferentes clases <strong>de</strong> personas. La oveja extraviada sabe<br />

que está perdida. Se ha apartado <strong>de</strong>l pastor y <strong>de</strong>l rebaño y no pue<strong>de</strong> volver. Representa a los que compren<strong>de</strong>n que<br />

están separados <strong>de</strong> Dios, que se hallan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una nube <strong>de</strong> perplejidad y humillación, y se ven <strong>gran</strong><strong>de</strong>mente<br />

tentados. La moneda perdida simboliza a los que están perdidos en sus faltas y pecados, pero no compren<strong>de</strong>n su<br />

condición. Están apartados <strong>de</strong> Dios, pero no lo saben. Sus almas están en peligro, pero son inconscientes e<br />

indiferentes. En esta parábola, Cristo enseña que aun los indiferentes a los requerimientos <strong>de</strong> Dios, son objeto <strong>de</strong> su<br />

compasivo amor. Han <strong>de</strong> ser buscados para que puedan ser llevados <strong>de</strong> vuelta a Dios. La oveja se extravió <strong>de</strong>l<br />

rebaño; estuvo perdida en el <strong>de</strong>sierto o en las montañas. La dracma se perdió en la casa. Estaba a la mano, pero sólo<br />

podía ser recobrada mediante una búsqueda diligente.<br />

Esta parábola tiene una lección para las familias. Con frecuencia hay <strong>gran</strong> <strong>de</strong>scuido en el hogar respecto al alma <strong>de</strong><br />

sus miembros. Entre ellos quizá haya uno que está apartado <strong>de</strong> Dios; pero cuán poca ansiedad se experimenta, a fin<br />

<strong>de</strong> que en la relación familiar no se pierda uno <strong>de</strong> los dones confiados por Dios.<br />

La moneda, aunque se encuentre entre el polvo y la basura, es siempre una pieza <strong>de</strong> plata, Su dueño la busca porque<br />

es <strong>de</strong> valor. Así toda alma, aunque <strong>de</strong>gradada por el pecado, es consi<strong>de</strong>rada preciosa a la vista <strong>de</strong> Dios. Así como la<br />

moneda lleva la imagen e inscripción <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s, también el hombre, al ser creado, llevaba la imagen y la<br />

inscripción <strong>de</strong> Dios, y aunque ahora está malograda y oscurecida por la influencia <strong>de</strong>l pecado, quedan aun en cada<br />

alma los rastros <strong>de</strong> esa inscripción. Dios <strong>de</strong>sea recobrar esa alma, y volver a escribir en ella su propia imagen en<br />

justicia y santidad.<br />

La mujer <strong>de</strong> la parábola busca diligentemente su moneda perdida. Encien<strong>de</strong> el candil y barre la casa. Quita 153 todo<br />

lo que pueda obstruir su búsqueda. Aunque sólo ha perdido una dracma, no cesará en sus esfuerzos hasta<br />

encontrarla. Así también en la familia, si uno <strong>de</strong> los miembros se pier<strong>de</strong> para Dios, <strong>de</strong>ben usarse todos los medios<br />

para rescatarlo. Practiquen todos los <strong>de</strong>más un diligente y cuidadoso examen propio. Investíguese el proce<strong>de</strong>r diario.<br />

Véase si no hay alguna falta o error en la dirección <strong>de</strong>l hogar, por el cual esa alma se empecina en su impenitencia.<br />

Los padres no <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>scansar si en su familia hay un hijo que vive inconsciente <strong>de</strong> su estado pecaminoso.<br />

Enciéndase el candil. Escudríñese la Palabra <strong>de</strong> Dios, y al amparo <strong>de</strong> su luz examínese diligentemente todo lo que<br />

hay en el hogar para ver por qué está perdido ese hijo. Escudriñen los padres su propio corazón, examinen sus<br />

hábitos y prácticas. Los hijos son la herencia <strong>de</strong>l Señor, y somos responsables ante él por el manejo <strong>de</strong> su propiedad.<br />

Hay padres y madres que anhelan trabajar en algún campo misionero; hay muchos que son activos en su obra<br />

cristiana fuera <strong>de</strong> su hogar, mientras que sus propios hijos son extraños al Salvador y su amor. Muchos padres<br />

confían al pastor o al <strong>maestro</strong> <strong>de</strong> la escuela sabática la obra <strong>de</strong> ganar a sus hijos para Cristo; pero al hacerlo<br />

<strong>de</strong>scuidan su propia responsabilidad recibida <strong>de</strong> Dios. La educación y preparación <strong>de</strong> sus hijos para que sean<br />

cristianos es el servicio <strong>de</strong> carácter más elevado que los padres puedan ofrecer a Dios. Es una obra que <strong>de</strong>manda un<br />

trabajo paciente, y un esfuerzo diligente y perseverante que dura toda la <strong>vida</strong>. Al <strong>de</strong>scuidar este propósito<br />

<strong>de</strong>mostramos ser mayordomos <strong>de</strong>sleales. Dios no aceptará ninguna excusa por tal <strong>de</strong>scuido.<br />

Pero no han <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperar los que son culpables <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido. La mujer que había perdido una dracma buscó hasta<br />

encontrarla. Así también trabajen los padres por los suyos, con amor, fe y oración, hasta que gozosamente puedan<br />

154 presentarse a Dios diciendo: "He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová".*<br />

Esta es verda<strong>de</strong>ra obra misionera, y es tan provechosa para los que la hacen como para aquellos en favor <strong>de</strong> los<br />

cuales se realiza. Mediante nuestro fiel interés en el círculo <strong>de</strong>l hogar nos preparamos para la obra en pro <strong>de</strong> los

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