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Los sacerdotes y ancianos <strong>de</strong> Israel pasaban su <strong>vida</strong> en ceremonias religiosas, a las cuales consi<strong>de</strong>raban <strong>de</strong>masiado<br />
sagradas para asociarías con los negocios seculares. Por consiguiente se esperaba que sus <strong>vida</strong>s fueran enteramente<br />
religiosas. Pero realizaban sus ceremonias para ser vistos <strong>de</strong> los hombres, para que el mundo los consi<strong>de</strong>rara<br />
piadosos y <strong>de</strong>votos. Mientras pretendían obe<strong>de</strong>cer, rehusaban prestar obediencia a Dios. No eran hacedores <strong>de</strong> la<br />
verdad que profesaban enseñar.<br />
Cristo <strong>de</strong>claró que Juan el Bautista era uno <strong>de</strong> los mayores profetas, y mostró a sus oyentes que habían tenido<br />
221suficiente evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que Juan era un mensajero <strong>de</strong> Dios. Las <strong>palabras</strong> <strong>de</strong>l predicador <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto poseían<br />
po<strong>de</strong>r. El presentó su mensaje resueltamente, reprendiendo los pecados <strong>de</strong> los sacerdotes y gobernantes, instándoles<br />
a hacer las obras <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> los cielos. Les señaló su pecaminosa falta <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración hacia la autoridad <strong>de</strong> su<br />
Padre, al rehusar hacer la obra que les había sido asignada. No transigió con el pecado, y muchos abandonaron su<br />
impiedad.<br />
Si lo que profesaban creer los dirigentes judíos hubiera sido genuino, habrían recibido el testimonio <strong>de</strong> Juan y<br />
aceptado a Jesús como el Mesías. Pero ellos no mostraron los frutos <strong>de</strong>l arrepentimiento y la justicia. Los mismos a<br />
quienes <strong>de</strong>spreciaban iban antes que ellos al reino <strong>de</strong> Dios.<br />
En la parábola, el hijo que afirmó: "Yo, señor, voy", se presentó a sí mismo como fiel y obediente; pero el tiempo<br />
comprobó que su profesión no era sincera. El no tenía verda<strong>de</strong>ro amor por su padre. Así los fariseos se jactaban <strong>de</strong><br />
su santidad, pero cuando fueron probados, se los halló faltos. Cuando les interesaba hacerlo, presentaban los<br />
requerimientos <strong>de</strong> la ley como muy exigentes; pero cuando a ellos mismos se les exigía la obediencia, mediante<br />
arteras sofisterías <strong>de</strong>spojaban <strong>de</strong> su fuerza los preceptos <strong>de</strong> Dios. Respecto a ellos Cristo <strong>de</strong>claró: "No hagáis<br />
conforme a sus obras: porque dicen, y no hacen".* Ellos no tenían verda<strong>de</strong>ro amor por Dios o el hombre. Dios los<br />
llamó a ser colaboradores suyos en la obra <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cir al mundo; pero aunque profesaban aceptar el llamamiento, en<br />
la práctica rehusaban obe<strong>de</strong>cerlo. Confiaban en sí mismos, y se jactaban <strong>de</strong> su piedad; pero <strong>de</strong>safiaban los mandatos<br />
<strong>de</strong> Dios. Rehusaban hacer la obra que Dios les había señalado, y <strong>de</strong>bido a sus transgresiones el Señor estaba por<br />
divorciarse <strong>de</strong> la nación <strong>de</strong>sobediente.<br />
La justicia propia no es verda<strong>de</strong>ra justicia, y los que se adhieran a ella tendrán que sufrir las consecuencias <strong>de</strong><br />
haberse atenido a un fatal engaño. Muchos preten<strong>de</strong>n hoy 222 día obe<strong>de</strong>cer los mandamientos <strong>de</strong> Dios, pero no<br />
tienen en sus corazones el amor <strong>de</strong> Dios que fluye hacia otros. Cristo los llama a unirse con él en su obra por la<br />
salvación <strong>de</strong>l mundo, pero ellos se contentan diciendo: "Yo, señor, voy". Pero no van. No cooperan con los que<br />
están realizando el servicio <strong>de</strong> Dios. Son perezosos. Como el hijo infiel, hacen a Dios promesas falsas. Al encargarse<br />
<strong>de</strong>l solemne pacto <strong>de</strong> la iglesia se han comprometido a recibir y obe<strong>de</strong>cer la Palabra <strong>de</strong> Dios, a entregarse al servicio<br />
<strong>de</strong> Dios; pero no lo hacen. Profesan ser hijos <strong>de</strong> Dios, pero en su <strong>vida</strong> y carácter niegan su relación con él. No se<br />
rin<strong>de</strong>n a la voluntad <strong>de</strong> Dios. Están viviendo una mentira.<br />
Aparentan cumplir la promesa <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer cuando ello no implica sacrificio; pero cuando se requieren sacrificio y<br />
abnegación, cuando ven que han <strong>de</strong> alzar la cruz se echan atrás. Así la convicción <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber se esfuma, y la<br />
transgresión <strong>de</strong> los mandamientos <strong>de</strong> Dios llega a ser un hábito. El oído pue<strong>de</strong> oír la voz <strong>de</strong> Dios, pero las faculta<strong>de</strong>s<br />
espirituales perceptivas han <strong>de</strong>saparecido. El corazón está endurecido, la conciencia cauterizada.<br />
No penséis que porque no manifestéis una <strong>de</strong>cidida hostilidad hacia Cristo le estáis sirviendo. De esa manera<br />
engañamos nuestras almas. Al retener lo que Dios nos ha dado para usarlo en su servicio, ya sea tiempo o medios, o<br />
cualquiera otro <strong>de</strong> los dones que nos confirió, trabajamos contra él.<br />
Satanás usa la <strong>de</strong>scuidada y soñolienta indiferencia <strong>de</strong> los profesos cristianos para robustecer sus fuerzas y ganar<br />
almas para su bando. Muchos <strong>de</strong> los que piensan estar <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> Cristo aunque no hacen una obra real por él, están<br />
sin embargo, habilitando al enemigo para ganar terreno y obtener ventajas. Al <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser obreros diligentes para el<br />
Maestro, al <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> cumplir sus <strong>de</strong>beres y no pronunciar las <strong>palabras</strong> que <strong>de</strong>ben, han permitido que Satanás domine<br />
las almas que podrían haber sido ganadas para Cristo. 223<br />
Nunca podremos, ser salvados en la indolencia y la inacti<strong>vida</strong>d. Una persona verda<strong>de</strong>ramente convertida no pue<strong>de</strong><br />
vivir una <strong>vida</strong> inútil y estéril. No es posible que vayamos al garete y lleguemos al cielo. Ningún holgazán pue<strong>de</strong><br />
entrar allí. Si no nos esforzamos para obtener la entrada en el reino, si procuramos fervientemente apren<strong>de</strong>r lo que<br />
constituyen las leyes <strong>de</strong> ese reino, no estamos preparados para tener una parte en él. Los que rehúsan cooperar con<br />
Dios en la tierra, no cooperarían con él en el cielo. No sería seguro llevarlos al cielo.