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<strong>de</strong> la fe en su sangre, no hay remisión <strong>de</strong> pecados, ni tesoro alguno para el alma que perece.<br />
Necesitamos la iluminación <strong>de</strong>l Espíritu Santo para discernir las verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios. Las cosas hermosas<br />
<strong>de</strong>l mundo natural no se ven hasta que el sol, disipando las tinieblas, las inunda con su luz. Así los tesoros <strong>de</strong> la<br />
Palabra <strong>de</strong> Dios no son apreciados hasta que no sean revelados por los brillantes rayos <strong>de</strong>l Sol <strong>de</strong> Justicia.<br />
El Espíritu Santo, enviado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cielos por la benevolencia <strong>de</strong>l amor infinito toma las cosas <strong>de</strong> Dios y las revela<br />
a cada alma que tiene una fe implícita en Cristo. Por su po<strong>de</strong>r, las verda<strong>de</strong>s vitales <strong>de</strong> las cuales <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> la salvación<br />
<strong>de</strong>l alma son impresas en la mente, y el camino <strong>de</strong> la <strong>vida</strong> es hecho tan claro que nadie necesita errar en él. Mientras<br />
estudiamos las Escrituras, <strong>de</strong>bemos orar para que la luz <strong>de</strong>l 85 Espíritu Santo brille sobre la Palabra, a fin <strong>de</strong> que<br />
veamos y apreciemos sus tesoros.<br />
La recompensa <strong>de</strong> la investigación<br />
Nadie piense que ya no hay más conocimiento que adquirir. La profundidad <strong>de</strong>l intelecto humano pue<strong>de</strong> ser medida;<br />
las obras <strong>de</strong> los autores humanos pue<strong>de</strong>n dominarse, pero el más alto, profundo y ancho arrebato <strong>de</strong> la imaginación<br />
no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir a Dios. Hay una infinidad más allá <strong>de</strong> todo lo que podamos compren<strong>de</strong>r. Hemos contemplado<br />
solamente una vislumbre <strong>de</strong> la gloria divina y <strong>de</strong> la infinitud <strong>de</strong>l conocimiento y la sabiduría; hemos estado<br />
trabajando, por así <strong>de</strong>cirlo, en la superficie <strong>de</strong> la misma, cuando el rico metal <strong>de</strong>l oro está <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la superficie,<br />
para recompensar al que cave en su búsqueda. El pozo <strong>de</strong> la mina <strong>de</strong>be ser ahondado cada vez más, y el resultado<br />
será el hallazgo <strong>de</strong>l glorioso tesoro. Por medio <strong>de</strong> una fe correcta, el conocimiento divino llegará a ser el<br />
conocimiento humano.<br />
Nadie pue<strong>de</strong> escudriñar las Escrituras con el Espíritu <strong>de</strong> Cristo y quedar sin recompensa. Cuando el hombre esté<br />
dispuesto a ser instruido como un niñito, cuando se someta completamente a Dios, encontrará la verdad en su<br />
Palabra. Si los hombres fueran obedientes compren<strong>de</strong>rían el plan <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> Dios. El mundo celestial abriría<br />
sus cámaras <strong>de</strong> gracia y <strong>de</strong> gloria a la exploración. Los seres humanos serían totalmente diferentes <strong>de</strong> lo que son<br />
ahora; porque al explorar las minas <strong>de</strong> la verdad, los hombres quedarían ennoblecidos. El misterio <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción, la<br />
encarnación <strong>de</strong> Cristo, su sacrificio expiatorio, no serían, como ahora, vagos en nuestra mente. Serían no solamente<br />
mejor comprendidos, sino <strong>de</strong>l todo más altamente apreciados.<br />
En la oración que Cristo dirigió al Padre, dio al mundo una lección que <strong>de</strong>be ser grabada en la mente y el alma.<br />
"Esta empero es la <strong>vida</strong> eterna -dijo-: que te conozcan el solo Dios verda<strong>de</strong>ro, y a Jesucristo, al cual has enviado".*<br />
86 Esta es la verda<strong>de</strong>ra educación. Imparte po<strong>de</strong>r. El conocimiento experimental <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> Cristo Jesús, a quien<br />
él ha enviado, transforma al hombre a la imagen <strong>de</strong> Dios. Le da dominio propio, sujetando cada impulso y pasión <strong>de</strong><br />
la baja naturaleza al gobierno <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s superiores <strong>de</strong> la mente. Convierte a su poseedor en hijo <strong>de</strong> Dios y<br />
here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l cielo. Lo pone en comunión con la mente <strong>de</strong>l Infinito, y le abre los ricos tesoros <strong>de</strong>l universo.<br />
Este es el conocimiento que se obtiene al escudriñar la Palabra <strong>de</strong> Dios. Y este tesoro pue<strong>de</strong> ser encontrado por toda<br />
alma que <strong>de</strong>sea dar todo lo que posee por obtenerlo.<br />
"Si clamares a la inteligencia, y a la pru<strong>de</strong>ncia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a<br />
tesoros; entonces enten<strong>de</strong>rás el temor <strong>de</strong> Jehová, y hallarás el conocimiento <strong>de</strong> Dios".* 87<br />
9 La Perla <strong>de</strong> Gran Precio*<br />
EL SALVADOR comparó las bendiciones <strong>de</strong>l amor re<strong>de</strong>ntor con una preciosa perla. Ilustró su lección con la<br />
parábola <strong>de</strong>l comerciante que busca buenas perlas, "que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía,<br />
y la compró". Cristo mismo es la perla <strong>de</strong> <strong>gran</strong> precio. En él se reúne toda la gloria <strong>de</strong>l Padre, la plenitud <strong>de</strong> la<br />
Divinidad. Es el resplandor <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong>l Padre, y la misma imagen <strong>de</strong> su persona. La gloria <strong>de</strong> los atributos <strong>de</strong><br />
Dios se expresa en su carácter. Cada página <strong>de</strong> las Santas Escrituras brilla con su luz. La justicia <strong>de</strong> Cristo, cual pura<br />
y blanca perla, no tiene <strong>de</strong>fecto ni mancha. Ninguna obra humana pue<strong>de</strong> mejorar el <strong>gran</strong><strong>de</strong> y precioso don <strong>de</strong> Dios.<br />
Es perfecto. En Cristo "están escondidos todos los tesoros <strong>de</strong> sabiduría y conocimiento". El "nos ha sido hecho por<br />
Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y re<strong>de</strong>nción".* Todo lo que pue<strong>de</strong> satisfacer las necesida<strong>de</strong>s y los<br />
anhelos <strong>de</strong>l alma humana, para este mundo y para el mundo veni<strong>de</strong>ro, se halla en Cristo. Nuestro Re<strong>de</strong>ntor es una<br />
perla tan preciosa que en comparación con ella todas las <strong>de</strong>más cosas pue<strong>de</strong>n reputarse como pérdida.