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orrachos, no son incrédulos; pero quieren vivir para sí mismos, no para Dios. El no se halla en sus pensamientos;<br />
por consiguiente se los califica con los incrédulos. Si les fuera posible entrar por las puertas <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Dios, no<br />
podrían tener <strong>de</strong>recho al árbol <strong>de</strong> la <strong>vida</strong>; porque cuando los mandamientos <strong>de</strong> Dios fueron presentados ante ellos<br />
con todos sus requerimientos dijeron: No. No han servido <strong>de</strong> Dios aquí; por consiguiente no lo servirían en el futuro.<br />
No podrían vivir en su presencia, y no se sentirían a gusto en ningún lugar <strong>de</strong>l cielo. 215<br />
Apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios significa recibir su gracia, la cual es su carácter. Pero aquellos que no aprecian ni aprovechan las<br />
preciosas oportunida<strong>de</strong>s y las sagradas influencias que le son concedidas en la tierra, no están capacitados para<br />
tomar parte en la <strong>de</strong>voción pura <strong>de</strong>l cielo. Su carácter no está mol<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> acuerdo con la similitud divina. Por su<br />
propia negligencia han formado un abismo que nada pue<strong>de</strong> salvar. Entre ellos y la justicia se ha formado una <strong>gran</strong><br />
sima. 216<br />
22 Hechos, no Palabras*<br />
"UN HOMBRE tenía dos hijos, y llegando al primero le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Y respondiendo él,<br />
dijo: No quiero; mas <strong>de</strong>spués, arrepentido, fue. Y llegando al otro, le dijo <strong>de</strong> la misma manera; y respondiendo él,<br />
dijo: Yo, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál <strong>de</strong> los dos hizo la voluntad <strong>de</strong> su padre? Dicen ellos: El primero".<br />
En el Sermón <strong>de</strong>l Monte, Cristo dijo: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino <strong>de</strong> los cielos; mas el<br />
que hiciere la voluntad <strong>de</strong> mi Padre que está en los cielos".* La prueba <strong>de</strong> la sinceridad no resi<strong>de</strong> en las <strong>palabras</strong>,<br />
sino en los hechos. Cristo no pregunta a ningún hombre: ¿Qué dices más que otros? sino: ¿Qué haces?* Llenas <strong>de</strong><br />
significado son sus <strong>palabras</strong>: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis".* Las <strong>palabras</strong> no son <strong>de</strong><br />
ningún valor a menos que vayan acompañadas por los hechos correspondientes. Esta es la lección enseñada en la<br />
parábola <strong>de</strong> los dos hijos.<br />
Esta parábola fue pronunciada en ocasión <strong>de</strong> la última visita <strong>de</strong> Cristo a Jerusalén antes <strong>de</strong> su muerte. El había<br />
echado <strong>de</strong>l templo a los que compraban y vendían. Su voz había hablado al corazón <strong>de</strong> ellos con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios.<br />
Asombrados y aterrorizados, habían obe<strong>de</strong>cido su mandato sin excusa o resistencia.<br />
Cuando <strong>de</strong>sapareció su terror, los sacerdotes y ancianos, al volver al templo, habían encontrado a Cristo sanando a<br />
los enfermos y los moribundos. Habían oído la voz <strong>de</strong>l 217 regocijo y el cántico <strong>de</strong> alabanza. En el templo mismo,<br />
los niños que habían sido sanados, hacían on<strong>de</strong>ar ramas <strong>de</strong> palmas y cantaban hosannas al Hijo <strong>de</strong> David. Voces<br />
infantiles balbuceaban las alabanzas <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso Sanador. Sin embargo, para los sacerdotes y ancianos todo esto no<br />
fue suficiente para vencer su prejuicio y su celo.<br />
Al día siguiente, cuando Cristo estaba enseñando en el templo, los príncipes <strong>de</strong> los sacerdotes y los ancianos <strong>de</strong>l<br />
pueblo vinieron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?"<br />
Los sacerdotes y ancianos habían tenido una evi<strong>de</strong>ncia inequívoca <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Cristo. Al limpiar Jesús el templo,<br />
habían visto la autoridad <strong>de</strong>l cielo que irradiaba <strong>de</strong> su rostro. No pudieron resistir el po<strong>de</strong>r con el cual hablaba. Otra<br />
vez, con sus maravillosas curaciones había contestado su pregunta. Había dado una evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> su autoridad que no<br />
podía ser controvertida. Pero no era evi<strong>de</strong>ncia lo que se necesitaba. Los sacerdotes y ancianos estaban ansiosos <strong>de</strong><br />
que Jesús se proclamara el Mesías, para que ellos pudieran hacer una mala aplicación <strong>de</strong> sus <strong>palabras</strong> e incitar al<br />
pueblo contra él. Querían <strong>de</strong>struir su influencia y darle muerte.<br />
Jesús sabía que si ellos no podían reconocer a Dios en él, o ver en sus obras la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> su carácter divino, no<br />
habían <strong>de</strong> creer su propio testimonio <strong>de</strong> que él era el Cristo. En su respuesta, él eva<strong>de</strong> la cuestión que querían<br />
suscitar. Y vuelve la con<strong>de</strong>nación sobre ellos.<br />
"Yo también os preguntaré una palabra -dijo él-, la cual si me dijereis, también yo os diré con qué autoridad hago<br />
esto. ¿El bautismo <strong>de</strong> Juan, <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> era? ¿Del cielo, o <strong>de</strong> los hombres?"<br />
Los sacerdotes y gobernantes estaban perplejos. "Pensaron entre sí, diciendo: Si dijéramos, <strong>de</strong>l cielo, nos dirá: ¿Por<br />
qué pues no le creísteis? Y si dijéramos <strong>de</strong> los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por 218<br />
profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Ni yo os digo con qué autoridad hago<br />
esto".<br />
"No sabemos". Esta respuesta era falsa. Pero los sacerdotes vieron la posición en que estaban, y adoptaron una