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fervor que su importancia requiere.<br />
La <strong>de</strong>bida cultura y el uso <strong>de</strong> la facultad <strong>de</strong>l habla es parte <strong>de</strong> todo ramo <strong>de</strong> servicio cristiano; entra en la <strong>vida</strong><br />
familiar y en toda nuestra relación mutua. Hemos <strong>de</strong> acostumbrarnos a hablar en tonos agradables, a usar un<br />
lenguaje puro y correcto, y <strong>palabras</strong> bondadosas y corteses. Las <strong>palabras</strong> dulces, amables, son como el rocío y la<br />
suave lluvia para el alma. La Escritura dice <strong>de</strong> Cristo que la gracia fue <strong>de</strong>rramada en sus labios, para que pudiera<br />
"hablar en sazón palabra al cansado".* Y el Señor nos insta: "Sea vuestra palabra siempre con gracia", "para que dé<br />
gracia a los oyentes".*<br />
Al tratar <strong>de</strong> corregir o reformar a otros, <strong>de</strong>biéramos cuidar nuestras <strong>palabras</strong>. Ellas serán un sabor <strong>de</strong> <strong>vida</strong> para 272<br />
<strong>vida</strong> o <strong>de</strong> muerte para muerte. Al dar reprensiones o consejos, muchos se permiten un lenguaje mordaz y severo,<br />
<strong>palabras</strong> no apropiadas para sanar el alma herida. Por estas expresiones impru<strong>de</strong>ntes se crea un espíritu receloso, y a<br />
menudo los que yerran son incitados a la rebelión. Todos los que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n los principios <strong>de</strong> verdad necesitan recibir<br />
el celestial aceite <strong>de</strong>l amor. En toda circunstancia la reprensión <strong>de</strong>be ser hecha con amor. Entonces nuestras <strong>palabras</strong><br />
reformarán, sin exasperar. Cristo proporcionará por medio <strong>de</strong> su Espíritu Santo la fuerza y el po<strong>de</strong>r. Esta es su obra.<br />
No <strong>de</strong>biera pronunciarse impru<strong>de</strong>ntemente ninguna palabra. Ninguna conversación maliciosa, ninguna charla<br />
frívola, ninguna expresión <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento o insinuación impura escapará <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong>l que sigue a Cristo. El<br />
apóstol Pablo, al escribir inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Ninguna palabra torpe salga <strong>de</strong> vuestra boca".* Esto<br />
quiere significar no sólo <strong>palabras</strong> viles, sino cualquier expresión contraria a los santos principios y a la pura e<br />
inmaculada religión. Incluye las sugestiones impuras y las ocultas insinuaciones al mal. A menos que éstas sean<br />
resistidas inmediatamente, conducirán a pecados mayores.<br />
Sobre cada familia, sobre cada cristiano individual, <strong>de</strong>scansa el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> cerrar el camino a las conversaciones<br />
impuras. Cuando estamos en compañía <strong>de</strong> aquellos que se permiten una conversación frívola, es nuestro <strong>de</strong>ber<br />
cambiar, si es posible, el tema. Con la ayuda <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>biéramos tranquilamente <strong>de</strong>jar caer una palabra<br />
o introducir un tema que cambie el giro <strong>de</strong> la conversación hacia un cauce provechoso.<br />
Es obra <strong>de</strong> los padres inculcar en sus hijos la costumbre <strong>de</strong> hablar correctamente. La mejor escuela para obtener esta<br />
cultura es el hogar. Des<strong>de</strong> sus tempranos años se <strong>de</strong>biera enseñar a los niños a hablar respetuosa y amablemente con<br />
sus padres y unos con otros. Debe enseñárseles que solamente 273 <strong>palabras</strong> amables, veraces y puras <strong>de</strong>bieran<br />
traspasar sus labios. Sean los padres mismos alumnos diarios en la escuela <strong>de</strong> Cristo. Entonces, por precepto y<br />
ejemplo, pue<strong>de</strong>n enseñar a sus hijos el uso <strong>de</strong> toda "palabra sana e irreprensible".* Este es uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres<br />
mayores y que implica más responsabilidad.<br />
Como seguidores, <strong>de</strong> Cristo hemos <strong>de</strong> hacer que nuestras <strong>palabras</strong> sean motivo <strong>de</strong> ayuda y ánimo mutuos en la <strong>vida</strong><br />
cristiana. Necesitamos hablar mucho más <strong>de</strong> lo que solemos <strong>de</strong> los capítulos preciosos <strong>de</strong> nuestra experiencia.<br />
Debiéramos hablar <strong>de</strong> la misericordia y la amante bondad <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> la incomparable profundidad <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong>l<br />
Salvador. Nuestras <strong>palabras</strong> <strong>de</strong>bieran ser <strong>palabras</strong> <strong>de</strong> alabanza y agra<strong>de</strong>cimiento. Si la mente y el corazón están<br />
llenos <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, éste se revelará en la conversación. No será un asunto difícil impartir aquello que forma<br />
parte <strong>de</strong> nuestra <strong>vida</strong> espiritual. Los <strong>gran</strong><strong>de</strong>s pensamientos, las nobles aspiraciones, las claras percepciones <strong>de</strong> la<br />
verdad, los propósitos altruistas, los anhelos <strong>de</strong> piedad y santidad, llevarán fruto en <strong>palabras</strong> que revelarán el<br />
carácter <strong>de</strong>l tesoro <strong>de</strong>l corazón. Cuando Cristo sea así revelado por nuestras <strong>palabras</strong>, éstas poseerán po<strong>de</strong>r para<br />
ganar almas para él.<br />
Hemos <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> Cristo a aquellos que no lo conocen. Hemos <strong>de</strong> obrar como lo hizo Cristo. Doquiera él<br />
estuviera: en la sinagoga, junto al camino, en, un bote algo alejado <strong>de</strong> tierra, en el banquete <strong>de</strong>l fariseo o en la mesa<br />
<strong>de</strong>l publicano, hablaba a las gentes <strong>de</strong> las cosas concernientes a la <strong>vida</strong> superior. Relacionaba la naturaleza y los<br />
acontecimientos <strong>de</strong> la <strong>vida</strong> diaria con las <strong>palabras</strong> <strong>de</strong> verdad. Los corazones <strong>de</strong> sus oyentes eran atraídos hacia él;<br />
porque él había sanado a sus enfermos, había consolado a los afligidos, y tomando a sus niños en sus brazos, los<br />
había ben<strong>de</strong>cido. Cuando él abría los labios para hablar, la atención se concentraba en él, y cada palabra era para<br />
algún alma sabor <strong>de</strong> <strong>vida</strong> para <strong>vida</strong>. 274<br />
Así <strong>de</strong>be ser con nosotros. Doquiera estemos, hemos <strong>de</strong> procurar aprovechar las oportunida<strong>de</strong>s que se nos presenten<br />
para hablar a otros <strong>de</strong>l Salvador. Si seguimos el ejemplo <strong>de</strong> Cristo en hacer bien, los corazones se nos abrirán como<br />
se le abrían a él. No bruscamente, sino con tacto impulsado por el amor divino, podremos hablarles <strong>de</strong> Aquel que es<br />
"señalado entre diez mil", y "todo él codiciable".* Esta es la obra suprema en la cual po<strong>de</strong>mos emplear el talento <strong>de</strong>l