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EMPRESARIALMENTE DICIEMBRE 2012

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63<br />

HISTÓRICAMENTE<br />

Victoriano<br />

El Chacal<br />

Huerta<br />

Su ingreso al Colegio Militar fue producto de la casualidad. En mayo de 1869<br />

el general Donato Guerra se presentó en el pueblo de Colotlán, Jalisco y<br />

entre la muchedumbre pidió un voluntario que supiera leer y escribir. El joven<br />

Victoriano Huerta (1854-1916) dio un paso al frente y minutos después<br />

tuvieron una larga conversación. Al término de la jornada ya era su asistente y<br />

secretario personal; semanas más tarde, con la intervención del presidente Benito<br />

Juárez ingresó al Colegio Militar.<br />

El sentido de oportunidad parecía una virtud inherente a él: la mayor parte de su<br />

vida estaría en el lugar y en el momento adecuados, siempre sacando el mejor<br />

partido. “De los indios que se educan como usted, la patria espera mucho” –expresó<br />

Juárez durante una visita que realizó al plantel de Chapultepec. Victoriano<br />

no hizo gesto alguno, sólo agradeció el saludo.<br />

De inteligencia “despierta y ambiciosa” y con la tenacidad propia de su raza,<br />

Huerta cursó sus estudios militares y fue uno de los mejores alumnos de su generación,<br />

incluso por encima de cadetes con recursos, con educación previa en el<br />

extranjero o provenientes de familias ricas.<br />

Huerta fue una pieza fundamental en la pax porfiriana. Combatió a los yaquis en<br />

Sonora; sofocó varias rebeliones en el estado de Guerrero y en 1901 aniquiló la<br />

resistencia de los indios mayas en Chan Santa Cruz, Yucatán. Sus procedimientos<br />

autoritarios, la quemazón de pueblos enteros, y el fusilamiento de rebeldes pronto<br />

le ganaron la reputación de un “animal sediento de sangre”.<br />

En la década de 1890, el destino lo colocó nuevamente en el lugar adecuado. Conoció<br />

al entonces coronel Bernardo Reyes -una especie de Porfirio Díaz del estado<br />

de Nuevo León-, con quien inició estrecha relación. A instancias del “procónsul<br />

del norte” como se le conocía, Huerta se incorporó a la guarnición de Monterrey<br />

en 1905 y durante cuatro años se hizo cargo de la Jefatura de Obras Públicas del<br />

estado.<br />

Con la agitación política desatada por la sucesión presidencial, en 1909 Huerta le<br />

apostó a su gallo Bernardo Reyes. Su popularidad era inmensa, lo suficiente para<br />

pelear por la vicepresidencia de la república frente a Ramón Corral -representante<br />

del grupo científico- e incluso para buscar de manera independiente la silla presidencial.<br />

El procónsul del norte, sin embargo, no quiso moverse sin la anuencia de<br />

Porfirio Díaz, la cual nunca llegó. El longevo presidente prefirió sacarlo de la jugada<br />

política y enviarlo al extranjero. Sin chistar, Reyes tomó sus cosas y abandonó a sus<br />

partidarios dejándolos enardecidos.<br />

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