EMPRESARIALMENTE DICIEMBRE 2012
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HISTÓRICAMENTE<br />
Victoriano<br />
El Chacal<br />
Huerta<br />
Su ingreso al Colegio Militar fue producto de la casualidad. En mayo de 1869<br />
el general Donato Guerra se presentó en el pueblo de Colotlán, Jalisco y<br />
entre la muchedumbre pidió un voluntario que supiera leer y escribir. El joven<br />
Victoriano Huerta (1854-1916) dio un paso al frente y minutos después<br />
tuvieron una larga conversación. Al término de la jornada ya era su asistente y<br />
secretario personal; semanas más tarde, con la intervención del presidente Benito<br />
Juárez ingresó al Colegio Militar.<br />
El sentido de oportunidad parecía una virtud inherente a él: la mayor parte de su<br />
vida estaría en el lugar y en el momento adecuados, siempre sacando el mejor<br />
partido. “De los indios que se educan como usted, la patria espera mucho” –expresó<br />
Juárez durante una visita que realizó al plantel de Chapultepec. Victoriano<br />
no hizo gesto alguno, sólo agradeció el saludo.<br />
De inteligencia “despierta y ambiciosa” y con la tenacidad propia de su raza,<br />
Huerta cursó sus estudios militares y fue uno de los mejores alumnos de su generación,<br />
incluso por encima de cadetes con recursos, con educación previa en el<br />
extranjero o provenientes de familias ricas.<br />
Huerta fue una pieza fundamental en la pax porfiriana. Combatió a los yaquis en<br />
Sonora; sofocó varias rebeliones en el estado de Guerrero y en 1901 aniquiló la<br />
resistencia de los indios mayas en Chan Santa Cruz, Yucatán. Sus procedimientos<br />
autoritarios, la quemazón de pueblos enteros, y el fusilamiento de rebeldes pronto<br />
le ganaron la reputación de un “animal sediento de sangre”.<br />
En la década de 1890, el destino lo colocó nuevamente en el lugar adecuado. Conoció<br />
al entonces coronel Bernardo Reyes -una especie de Porfirio Díaz del estado<br />
de Nuevo León-, con quien inició estrecha relación. A instancias del “procónsul<br />
del norte” como se le conocía, Huerta se incorporó a la guarnición de Monterrey<br />
en 1905 y durante cuatro años se hizo cargo de la Jefatura de Obras Públicas del<br />
estado.<br />
Con la agitación política desatada por la sucesión presidencial, en 1909 Huerta le<br />
apostó a su gallo Bernardo Reyes. Su popularidad era inmensa, lo suficiente para<br />
pelear por la vicepresidencia de la república frente a Ramón Corral -representante<br />
del grupo científico- e incluso para buscar de manera independiente la silla presidencial.<br />
El procónsul del norte, sin embargo, no quiso moverse sin la anuencia de<br />
Porfirio Díaz, la cual nunca llegó. El longevo presidente prefirió sacarlo de la jugada<br />
política y enviarlo al extranjero. Sin chistar, Reyes tomó sus cosas y abandonó a sus<br />
partidarios dejándolos enardecidos.<br />
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