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EMPRESARIALMENTE DICIEMBRE 2012

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HISTÓRICAMENTE<br />

Decepcionado de Reyes por su falta de agallas, Huerta regresó<br />

a la ciudad de México y durante la revolución de 1910 se mantuvo<br />

al margen de las operaciones militares. Se reincorporó<br />

tan sólo para encontrarse nuevamente en el sitio adecuado:<br />

el 26 de mayo 1911 formó parte de la escolta que acompañó a<br />

Porfirio Díaz a Veracruz y regresó a la ciudad de México para<br />

ponerse a las órdenes del nuevo gobierno.<br />

El indio de Colotlán fue el brazo armado del presidente interino<br />

Francisco León de la Barra. Entre ambos lograron el rompimiento<br />

definitivo del maderismo y el zapatismo. A pesar de<br />

los innumerables encuentros, el caudillo del sur terminó considerando<br />

a Madero como un traidor, ya que mientras hablaba<br />

de paz, la campaña de Victoriano en Morelos –ordenada<br />

por De la Barra- alcanzaba extremos aterradores.<br />

Con Madero en la presidencia desde el 6 de noviembre de<br />

1911, los días de Huerta parecían contados. Don Francisco<br />

sabía hasta donde había llegado su responsabilidad en la represión<br />

contra los zapatistas y decidió mantenerlo alejado de<br />

su gobierno. Pero el destino pronto lo rehabilitó. En 1912, al<br />

estallar la rebelión de Pascual Orozco, la administración maderista<br />

envió a Huerta a Chihuahua a combatir a los revoltosos.<br />

La campaña fue un éxito; en unas semanas aplastó al<br />

movimiento armado e intentó acabar con la vida de Pancho<br />

Villa acusándolo de insubordinación, lo cual, para su mala<br />

fortuna no logró, gracias a la intervención casi milagrosa de<br />

Raúl Madero, hermano del presidente. Victoriano regresó a<br />

la capital con los blasones de general de división, pero con<br />

el rumor de haber intentado pactar con los orozquistas y los<br />

miembros de la oligarquía del estado, razones que despertaron<br />

las suspicacias de más de un maderista.<br />

Cuando estalló la decena trágica en la ciudad de México, el<br />

9 de febrero de 1913, Huerta no pensaba en la traición. No<br />

al menos en ese momento y no precisamente por lealtad<br />

al régimen de Madero. Estaba esperando el momento adecuado,<br />

las condiciones necesarias para obtener el poder. La<br />

suerte actuó nuevamente a su favor. Durante el primer día<br />

de enfrentamientos, el general Lauro Villar -comandante de<br />

la Plaza y hombre leal al presidente- resultó herido. Madero<br />

entregó entonces el mando militar a Huerta, quien prometió<br />

la victoria en pocos días. También los golpistas sufrieron una<br />

baja sensible. Con la muerte de Bernardo Reyes, ocurrida en<br />

ese primer enfrentamiento, los sublevados se atrincheraron<br />

en la Ciudadela, situación por demás desventajosa, ya que<br />

ante un ataque bien planeado no tendrían escapatoria. Las<br />

condiciones para Huerta eran inmejorables: tenía en sus manos<br />

el control de los dos grupos rivales. Le faltaba mover una<br />

pieza. La que debía colocarlo en la presidencia.<br />

Huerta optó por la alianza con los rebeldes pero sin dar ventajas.<br />

En varias reuniones secretas realizadas en la pastelería<br />

El Globo –a las cuales se presentaba en estado de ebriedad-<br />

el general indio se entrevistó con el jefe de los rebeldes, Félix<br />

Díaz. En la embajada estadounidense, bajo el auspicio de<br />

Henry Lane Wilson, sellaron el acuerdo. Victoriano ocuparía<br />

la presidencia de la república, nombraría un gabinete con partidarios<br />

de Félix Díaz y convocaría a elecciones. Al sobrino de<br />

don Porfirio no le pareció del todo la idea, pero presionado<br />

por el embajador estadounidense terminó por aceptar.<br />

La traición se consumó el 18 de febrero. Madero y Pino Suá-<br />

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rez fueron aprehendidos por instrucciones de Huerta y al día<br />

siguiente presentaron sus renuncias. Pedro Lascuráin ministro<br />

de Relaciones Exteriores fue nombrado presidente, a su vez<br />

nombró secretario de gobernación a Huerta y luego renunció.<br />

Por ministerio de ley Victoriano ocupó la presidencia del país.<br />

Al respecto, el célebre escritor Federico Gamboa, futuro miembro<br />

del gabinete, escribió:<br />

“Que desde el día 19 y ‘conforme a la ley’ (este ‘conforme a la<br />

ley’ vale las dos Californias y todo el Transvaal) asumió el poder<br />

ejecutivo de la República ¡el general de división don Victoriano<br />

Huerta! Ni un poquito me gusta, aunque en las circunstancias<br />

actuales y con tal de que sea por brevísimo tiempo, pase don<br />

Victoriano Huerta ¡y que Dios lo ilumine!”.<br />

El nuevo presidente no tenía en mente dejar el poder ni cumplir<br />

con lo pactado. En los siguientes días tomó medidas que mostraron<br />

su carácter para gobernar. El día 22 de febrero de 1913,<br />

Madero y Pino Suárez fueron asesinados por órdenes de Huerta.<br />

Meses más tarde removió a los miembros del gabinete y colocó<br />

en su lugar a sus incondicionales. De Félix Díaz se deshizo<br />

nombrándolo embajador extraordinario en Japón. En octubre<br />

fue muerto el senador Belisario Domínguez luego de un fuerte<br />

discurso en contra de Huerta. Ante las protestas del Congreso,<br />

el presidente disolvió la Cámara de Diputados y la XXVI legislatura<br />

fue encarcelada. El Senado prefirió desintegrarse antes de<br />

sufrir una humillación similar. El presidente asumió los ramos<br />

de Gobernación, Hacienda y Guerra y se erigió como dictador.<br />

“Huerta no se preocupa mucho por saber a quién mata –escribió<br />

Edith O’Shaugnessy, esposa del encargado de negocios estadounidense-.<br />

Poco le interesa la vida humana (la suya propia<br />

o la ajena). Es un hombre fuerte y astuto; y si fuese capaz de<br />

conseguir unos cuantos mirlos blancos, con apariencia de patriotas,<br />

y si los Estados Unidos no estuvieran espada en mano,<br />

tal vez podría restablecer la paz en su patria”.<br />

Pero la paz era imposible. Desde el inicio de su gobierno enfrentó<br />

un levantamiento generalizado en todo el país acaudillado<br />

por Venustiano Carranza. La revolución constitucionalista<br />

–llamada así porque pretendía restablecer el orden constitucio-

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