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EMPRESARIALMENTE DICIEMBRE 2012

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nal roto por el golpe de estado huertista- contaba entre sus<br />

filas con generales de la talla de Francisco Villa y Alvaro Obregón,<br />

que en 17 meses acabaron con sus sueños de grandeza.<br />

La situación se complicó más cuando fue retirado de México<br />

su cómplice en la caída de Madero: Henry Lane Wilson, y la<br />

nueva administración de Washington se negó a otorgarle el<br />

reconocimiento de gobierno.<br />

En abril de 1914, el gobierno huertista enfrentó una nueva invasión<br />

estadounidense. Desde el día 21 el puerto de Veracruz<br />

fue ocupado por tropas de Estados Unidos. El dictador quiso<br />

utilizar el conflicto con Estados Unidos como pretexto para<br />

llegar a un acuerdo con los revolucionarios pero Carranza se<br />

negó. Su prioridad era derrocar a Huerta.<br />

El presidente pasó buena parte de su breve administración<br />

embrutecido por el alcohol. Algunos colaboradores decían<br />

que “cuanto más bebía más se le aclaraba el cerebro”. Otros<br />

no compartían esa opinión. “No ocultaba su gusto por el coñac<br />

–recordaría su incondicional Nemesio García Naranjo- y<br />

no tardó mucho tiempo en adquirir fama de bebedor. Con<br />

frecuencia se le veía apurando copas en el Café Colón y en<br />

otros establecimientos similares. Le tenía sin cuidado lo que<br />

la voz de la calle dijera en relación con su gusto por las copas,<br />

y cuando fue Presidente, no alteró sus costumbres anteriores.<br />

Como consecuencia, se formó la leyenda de que su cerebro se<br />

encontraba siempre entenebrecido por el alcohol”.<br />

Curiosamente, el hombre que podía disponer de la vida de sus<br />

enemigos con una frialdad inaudita, era un amoroso esposo<br />

y padre cariñoso. La única lealtad que guardaba era hacia sí<br />

mismo y su familia. “Aunque las pasiones y los odios políticos<br />

lo hayan presentado como un ogro de gesto endurecido –refiere<br />

García Naranjo-, empapado de resentimientos y de amarguras,<br />

yo siempre lo vi lleno de optimismo y dispuesto a reír<br />

¡Un indio alegre!”<br />

Ante el avance incontenible de la revolución, el 15 de julio de<br />

1914 Huerta presentó su renuncia. Para salvar la vida abandonó<br />

el país. A mediados de 1915 intentó regresar a México<br />

y organizar un movimiento rebelde. Rebasaba ya los sesenta<br />

65<br />

años y su salud estaba visiblemente deteriorada por la cirrosis<br />

hepática. Acusado de conspiración y de violar las leyes de<br />

neutralidad fue recluido en Fort Bliss, Texas.<br />

Ahí mostró que aún mantenía una fortaleza descomunal. Se<br />

cuenta que debido a su enfermedad fue sometido a una intervención<br />

quirúrgica. “Los cirujanos quedaron asombrados<br />

de que rechazara el anestésico y no obstante la tortura que<br />

sufría, se mantuviera en una inmovilidad estoica, mientras<br />

el bisturí se abría paso a la víscera delicada”. El alcohol hizo<br />

su trabajo y falleció el 13 de enero de 1916 en El Paso, Texas.<br />

“Las cualidades de Huerta fueron tan grandes que sólo pudieron<br />

ser superadas por sus defectos” –escribió García Naranjo.<br />

Si alguna tenía, desapareció bajo las sombras de la intriga y<br />

la frialdad del asesinato a mansalva. No fue un dictador más,<br />

antes que todo fue un traidor. En cada palabra de su renuncia<br />

se puede leer el tono cínico e irritante de la traición: “Dejo la<br />

presidencia de la república llevándome la mayor de las riquezas<br />

humanas, pues declaro que he depositado en el Banco que<br />

se llama Conciencia Universal, la honra de un puritano”.<br />

Correo electrónico: arr1910@cablevision.net.mx<br />

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