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Revista Semana Santa de Mérida 2019

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MÉRIDA I I <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong> <strong>2019</strong><br />

ARTÍCULOS<br />

PREGONES<br />

INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL<br />

como se suele <strong>de</strong>cir, ”a cuello pelao”.<br />

Tras esa esa primera levantá, los nervios pier<strong>de</strong>n<br />

fuerza, y según caen tus lágrimas en forma <strong>de</strong> sudor,<br />

percibes esa comunión con tus compañeros. Cada uno,<br />

trabajando por el que tiene al lado. Es el momento <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>mostrarnos que tantas noches <strong>de</strong> ensayos, <strong>de</strong> frío, <strong>de</strong><br />

lluvia, han merecido la pena para po<strong>de</strong>r llevarla guapa,<br />

para llevarla como una reina, para llevarla como se<br />

merece: ¡Nuestra Señora <strong>de</strong> la Esperanza!<br />

Llegamos a la Concatedral <strong>de</strong> Sta. María. Otro<br />

momento para el recuerdo. Esa primera reverencia,<br />

que, por entonces hacíamos, y sentir como las lágrimas<br />

recorren tus mejillas al escuchar los aplausos <strong>de</strong> todas<br />

esas personas, que allí se daban cita.<br />

La vuelta fue dura, muy dura. Las fuerzas empiezan<br />

a flaquear, pero hay que meter riñones e ir <strong>de</strong> vuelta<br />

a casa, y tras presentar el paso a nuestra patrona , la<br />

Mártir <strong>Santa</strong> Eulalia, el jueves toca a su fin, y al compás<br />

<strong>de</strong>l Himno <strong>de</strong> España, interpretado por la banda<br />

Ferroviaria, ponemos el punto y final a ese, mi primer<br />

Jueves Santo, el primero <strong>de</strong> todos los que sin pensarlo,<br />

estaban por llegar.<br />

Casi sin tiempo para po<strong>de</strong>r recuperar fuerzas, amanece<br />

el Viernes Santo. ¡La mañana es espléndida!, el sol,<br />

sale a recibirnos, así es que tocaba hacer lo que mejor<br />

sabíamos: Repartir belleza, en forma <strong>de</strong> Esperanza.<br />

Recuerdo ese viernes <strong>de</strong> 1995, con un sol radiante,<br />

recibiendo a la Virgen <strong>de</strong> las Angustias. Sus rasgos <strong>de</strong><br />

dolor, con su hijo inerte en su regazo, acaban con los<br />

adjetivos. Mirarla, es enamorarte. Deseas permanecer<br />

junto a ella, para que nunca <strong>de</strong>je <strong>de</strong> cuidarte.<br />

Y como no, allí estaba ella: La Reina <strong>de</strong> los Ferroviarios:<br />

¡Que <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> Belleza, que <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> Esperanza!<br />

El reloj marca las 11 <strong>de</strong> la mañana, y al tercer toque<br />

<strong>de</strong> martillo, y a la voz <strong>de</strong> nuestro capataz: “Venga<br />

muchachos, este es vuestro día, este es vuestro<br />

momento, comenzaba nuestra estación <strong>de</strong> penitencia,<br />

<strong>de</strong> ese Viernes Santo.<br />

Esa primera levantá <strong>de</strong>l viernes, en la que el solo roce<br />

<strong>de</strong> la trabaja<strong>de</strong>ra en el cuello, literalmente quemado por<br />

las rozaduras provocadas unas horas antes, no puedo<br />

<strong>de</strong>scribirla, pero sí puedo <strong>de</strong>cir, que son instantes<br />

<strong>de</strong> dolor, mucho dolor. Sientes como la sangre por<br />

momentos, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> fluir. Momentos <strong>de</strong> nervios, <strong>de</strong><br />

miedo. La noche anterior fue muy dura, pero hay que<br />

sufrir.<br />

Salimos <strong>de</strong>l atrio y <strong>de</strong> nuevo, te sientes <strong>de</strong>sbordado<br />

por la emoción, al verte arropado por tantas personas,<br />

que quedan enamoradas <strong>de</strong> esos <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> sol que<br />

se impregnan en su manto ver<strong>de</strong> intenso. Ese viernes,<br />

<strong>de</strong> Angustias, <strong>de</strong> Esperanza, en el que los rayos <strong>de</strong> sol<br />

fusionan tanta belleza, aprendí que ser Costalero es<br />

muy duro, pero, realmente merece la pena, por ella, por<br />

nuestra madre, por nuestra Esperanza.<br />

Así fueron transcurriendo los años, hasta que en Junio<br />

<strong>de</strong> 2001, me dan la peor noticia, que como costalero, me<br />

podrían dar. La voz, que durante tantos años nos guio,<br />

se había apagado para siempre. Atrás quedaban muchas<br />

noches <strong>de</strong> ensayos, momentos para las risas, anécdotas,<br />

mil y una batallas, que allí compartíamos, y siempre, con<br />

una sonrisa dibujada en su cara.<br />

Para mí siempre será mi Capataz.<br />

Siempre serás, el espejo en el cuál mirarme.<br />

El Capataz al que algún día, quiero parecerme.<br />

Al día siguiente y como no podía ser <strong>de</strong> otra manera, a<br />

hombros <strong>de</strong> sus costaleros, tocó el martillo por última<br />

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