Revista Semana Santa de Mérida 2019

INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL
MÉRIDA I I Semana Santa 2019
COFRADÍAS
Si Él no resucita,
vana es nuestra Fe
Hermandad de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio
Pablo Burgos Mejías. Hermano Mayor
Aquí estamos, con la Cruz de Guía de nuestra
Hermandad a punto de enfilar las calles de la
barriada de la Argentina y comenzar la Semana
Santa de Mérida, la Bimilenaria y Romana
ciudad. Pero este principio también es final,
porque con la Semana Santa terminan las
celebraciones cristianas que se iniciaron en la
ya lejana Navidad, continuaron con el Miércoles
de Ceniza y la necesaria Cuaresma alcanzando
su culmen con el Domingo de Resurrección,
porque si Él no resucita, vana es nuestra Fe.
La Iglesia, desde el Miércoles de Ceniza, a lo
largo de la Cuaresma, ha venido preparándose
para el Triduo Pascual en el que cada año
conmemora los misterios centrales de la fe.
Y sólo con esos ojos de Fe y de Misterio se
puede alcanzar el gozo de este ciclo sagrado.
Así lo han entendido las gentes sencillas y
los artistas sublimes que desde la escultura,
pintura, música, literatura…dan realce para
resaltar lo que se conmemoramos: la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesucristo. Si desde
la Sagrada Cena tuviéramos que elegir poesías
para rezar, que es otra forma de orar, nos
iríamos a buscar a Lope de Vega: «Pastor que
con tus silbos amorosos/ me despertaste del
profundo sueño; Tú que hiciste cayado de ese
leño/ en que tiendes los brazos poderosos…»;
«No caes, Señor, que bajas a buscarme;/
tanta la culpa fue, tanta su hondura, que
hubiste de besar la tierra impura/ por lograr
de la tierra levantarme»; o, en fin, «Cuando en
mis manos, Rey eterno, os miro,/ y la cándida
víctima levanto,/ de mi atrevida indignidad me
espanto/ y la piedad de vuestro pecho admiro».
Y también el anónimo soneto «No me mueve,
mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes
prometido;/ ni me mueve el infierno tan temido/
para dejar por eso de ofenderte»; o el de Rafael
Sánchez Mazas: «Delante de la Cruz, los ojos
míos/ quédenseme, Señor, así mirando/ y, sin
ellos quererlo, estén llorando/ porque pecaron
mucho y están fríos». Leamos pues, recemos,
entonces; recitemos sí para que no se oxide
nuestra alma. Supliquemos procesionando y
musitando estos poemas de amor, bombeando
sangre a nuestros corazones cristianos, porque
la Verdad, la Bondad y la Belleza están en
nuestros Pasos, en nuestras procesiones, en
nuestras poesías y en nuestras almas. Y así
seguirán por los siglos de los siglos, por las
procesiones de las procesiones.
Sagrada Cena. ©José Manuel Romero.
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