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Testimonios Arrecife

Textos sedimentarios sobre la orquesta: entrevistas, manifiestos, autobiografías y otras informaciones, no siempre útiles.

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Digamos que es importante obtener buenos resultados, pero casi es más importante pasarlo

bien para seguir obteniendo resultados.

El afán de experimentación, como ya señalé, entronca con la variedad de planteamientos

(sacramento segundo) y desemboca frecuentemente en la inconsistencia de ciertos

experimentos dignos de olvidar.

Creo firmemente, relativo a esta cuestión, que ha de ser raro el artista que no haya renegado al

menos alguna vez de parte de su obra, sino de su totalidad.

A veces, en efecto, paso mucho tiempo encerrado en compañía de mis fetos en formol y, de

tanto escrutarlos, empiezo a convencerme de que realmente son la cosa más bella que existe

sobre la faz de la tierra. Los fetos despiden un halo de luz verdoso y contemplo con éxtasis

inconmensurable sus diminutos pliegues y sus burbujas. Abandono el sótano solo porque no me

queda más remedio y, cuando retorno, descubro desconcertado que se trata de aberraciones

monstruosas. Incluso me asusto y planeo destruirlos, haciendo desaparecer todo rastro de ellos

en una alta pira incendiaria y purificadora.

Esto se debe en gran parte a que en el tiempo que permanezco fuera del estudio no dejo de

dirigirme a ellos, imaginándolos como apuestos querubines danzando grácilmente en perfecta

levitación, en armonía y consonancia con el todo. Concibo que con ellos ahí, en sus frascos, mi

vida es dotada de algún sentido puro, noble y elevado, pero, en mi descenso a las profundidades

del sótano, un sentido de realidad me sacude y se apodera de mí y, al compararlos con la

plenitud del mundo que acabo de observar hace unos breves instantes, los encuentro muertos

y horrendos. Unas auténticas execrables abominaciones.

Poco a poco mi vista se va acostumbrando a la penumbra y empiezo a distinguir otra vez la tenue

luz verdosa que emana de los frascos. Quedo hipnotizado, entro en trance y me dirijo a la

consola del órgano de formol que los nutre y trato, mediante acordes y melodías, de reconducir

su miserable existencia.

Mientras los fetos suben, bajan y burbujean, me vuelvo sensible a su belleza extraña, con lo que

el ciclo vuelve a dar comienzo.

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