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atacar a los médicos, que estaban en el movimiento,
argumentando varias acusaciones sin sentido
(como acoso a los estudiantes becados), pero al
mismo tiempo, los huelguistas también estaban
consiguiendo la simpatía de más trabajadores, que
integraban ciertas organizaciones oficiales.
Como acto de buena voluntad, los médicos
que participaban en el paro de labores levantaron
la huelga para iniciar las negociaciones con el gobierno
federal, supuestamente así iba a terminar
todo a favor de los médicos en el movimiento. Pero
no fue así, ya que las autoridades no respetaron
los acuerdos, tras las vacaciones de invierno, hubo
una nueva declaración de huelga iniciado el 13 de
enero de 1965, que otra vez se levantó, porque supuestamente,
ya se iban a firmar nuevos acuerdos
con la presidencia de la república, pero no fue así.
Tras cuatro meses, el 2 de mayo, algunos médicos
de importantes hospitales iniciaron una huelga que
estuvo compuesta por 8 mil médicos, quince días
después, las escuelas de medicina de la Universidad
Nacional Autónoma de México y del Instituto
Politécnico Nacional realizaron una marcha pacífica
que desembocó en el zócalo capitalino en apoyo
a los médicos en huelga, además, diversas escuelas
de medicina de universidades en la periferia del
país también realizaron paros de labores, algunos
de veinticuatro horas, otros de manera indefinida,
pero este conflicto duró muchos días más.
Dos meses antes de finalizar el movimiento
de los médicos, el 24 de junio de 1965, tuvo lugar la
“Segunda Huelga de los Camiones” de la UNAM,
en esa mañana, aparecieron en la explanada de la
Facultad de Derecho diecisiete camiones de la ruta
“General Anaya”. Todos ellos fueron llevados por
los estudiantes y por los choferes que demandaban
la libertad de su líder sindical que había sido
secuestrado y poco después de su aparición fue
encarcelado. Luego de la toma de los camiones,
el grupo estudiantil se dividió en dos sectores,
los que estaban a favor de la “municipalización”
del transporte y así lograr bajar los costos y los
estudiantes de la Escuela Nacional de Economía
agrupados en la Alianza de Izquierda Revolucionaria
de Economía (AIRE) de tendencias trotskistas.
Quienes buscaban que el problema camionero se
resolviera gracias al acuerdo entre estudiantes y
choferes con la empresa dueña de la línea “General
Anaya”, que según se decía, estaba violando
el contrato colectivo de trabajo de los transportistas.
Y mientras los estudiantes resolvían sus diferencias
a golpes, el presidente del Movimiento
Universitario de Renovadora Orientación (MURO)
el grupo derechista más reaccionario y radical dentro
de la UNAM, comunicó que el reciente ambiente
de agitación era provocado por los comunistas,
que, según él, tenían muchas intenciones
de quedarse con los camiones secuestrados. Y,
sin embargo, el pequeño embate de los derechistas
no logró amedrentar a los estudiantes y choferes,
porque habían logrado una pequeña victoria
cuando el líder del sindicato de los transportistas
fue liberado al pagar cuatrocientos pesos de multa
que le atribuyó la policía. Dos días más tarde, la
Junta de Conciliación y Arbitraje decidió mantener
las cláusulas de trabajo del contrato colectivo
de los empleados, pero la empresa se negó a
respetar el acuerdo, y posteriormente, en la tarde
del 28 de junio, los estudiantes comenzaron
a regresar los camiones que habían secuestrado.
Un mes después de la huelga estudiantil
por el transporte público, los hospitales seguían
paralizados, los altos funcionarios de las instituciones
comenzaron a despedir a los huelguistas
hasta que pasaron otros tres meses y el conflicto
seguía sin resolverse. El 24 de agosto, los granaderos
llegaron a varios hospitales y comenzaron a
desalojar a los huelguistas, tras aquellos eventos,
los estudiantes de medicina iniciaron paros de labores
en la UNAM, IPN y otras escuelas de las universidades
públicas del país. Los médicos paristas
sufrieron encarcelamiento y despido, aquellos que
se quedaron sin empleo no fueron sustituidos por
personal que solicitaba vacantes, como se afirmó,
sino por médicos militares que fueron llamados
por el secretario de salubridad, que, en todo ese
tiempo, no mostró atrevimiento de darle solución
favorable a tres simples demandas, pero si estaba
de acuerdo para mantener las mismas pésimas
condiciones de trabajo. Los pocos médicos paristas
que continuaron con sus labores no tuvieron
otra opción más que seguir aguantando la “política
del garrote” del general Moreno Valle y Díaz
Ordaz.
Poco menos de un mes después, el 23 de
septiembre de 1965, un grupo de trece personas
atacó el cuartel militar en ciudad Madera, Chihuahua,
se sabe que se planeaba un ataque compuesto
por 40 guerrilleros pero que por cuestiones
de la mala calidad de los caminos y las condiciones
de desbordamiento de los ríos no pudieron
llegar a apoyar a los demás que ya habían tomado
posiciones. Los guerrilleros pensaban que solo había
dos pelotones resguardando el cuartel, pero el
total de los militares que había era superior a cien,
los guerrilleros combatieron hasta que casi fueron
aniquilados, el saldo del tiroteo fue de seis sol-
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