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Revista Pegasus Primer número-Semestral

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No es que Leonard fuese un defensor acérrimo

de tal Leyenda, sino que esta misma, se interiorizó

en la historiografía circulante. La historiografía

norteamericana tiene en los “suyos” su prolongación

política (the politically correct history), la influencia

de los “suyos” más que en los “nuestros”,

así en los “nuestros” acaeció un primer intento de

debate con Edmundo O’Gorman, los escritos aludidos

por el maestro de Leonard, Herbert Bolton,

este debate no fructificó los campos disciplinarios

del saber científico acerca de la historia americana

junto al propósito de su existencia, es obvio que el

desenlace fue interrumpido por una política historiográfica,

la cual corta la posibilidad de imprimir,

el sello característico de Crisis y Porvenir de una

ciencia histórica. Desenlace historiográfico que determina

las relaciones futuras entre la historiografía

norteamericana y la mexicana. La Leyenda Negra

Española, fue un hecho hermenéutico-político,

surgido entre los “enemigos” militares y políticos

del Imperio Español, simbolizado en la supremacía

militar y política europea del siglo XVI frente a la

derrota en los Países Bajos, en otros términos, las

posesiones de los Flandes y Holanda. Leyenda de

la que se dijo/dice mucho y por ende terminó/termina

mitificada, símil a la categoría Barroco dentro

de nuestra historia. Fue Julián Juderías (1877-

1918), allá por el año de 1914, quien introdujo el

término. Él en su momento, indicó lo siguiente:

En el siglo XVII abundan todavía

más los viajeros de otras tierras

amigos de contar impresiones, casi

siempre desagradables. En 1628, M.

de Monconys aplicaba á los agentes

del alcalde de sacas de Fuenterrabía

calificativos muy duros, y aconsejaba

que para librarse de ellos, se les

diera un real de á ocho, medio infalible

de pasar adelante sin temor á

las consecuencias. Más adelante el

inglés William Lithgow, el médico

alemán Sperling, que viajó por España

en 1640; el consejero François

Bertaud, que habló en Madrid con

D. Pedro Calderón de la Barca y le

halló algo ignorante de las reglas

más elementales del arte dramático;

el holandés Van Aarsen que aseguraba

que las guarniciones de las

fortalezas españolas se reclutaban

entre los mendigos; Gregorio Leti,

uno de los historiadores de más embusteros

de que se tiene noticia, que

llamaba á los españoles falsos, insolentes,

envidiosos, dados al robo y

á la rapiña, cobardes, incapaces de

batirse como no fueran cincuenta

contra uno, y tan avaros que se contentaban

con un pedazo de pan y,

unas hierbas mal aderezadas…

Y mucho más ejemplos de viajeros extranjeros,

quienes se aprecian en su opúsculo, titulado

La leyenda negra y la verdad histórica, lo cierto, y

fuera del valor apologético propio de la historiografía

española de principios de siglo XX, es que

da pista respecto al acontecer político. Acontecer

propio del origen de la mentada Leyenda:

No es posible definir mejor el origen

y la causa de la Leyenda antiespañola,

aunque prescindiendo de

alguna que otra apreciación que

es exagerada á todas luces, que no

corresponde á la verdad histórica y

que se refiere á la política de Felipe

II, política que fue idéntica á la que

iniciaron y desarrollaron con mayor

fortuna que él sus rivales y adversarios.

Y decimos leyenda antiespañola,

y no leyenda exclusiva de Felipe

II, porque, como ahora indicaremos,

no solamente los ministros y los generales

de este Rey y hasta el último

de sus súbditos peninsulares se hallaban

identificados con él desde el

punto de vista religioso y político,

sino porque los caracteres asignados

al Monarca se hicieron al punto

extensivos á sus vasallos. En 1518,

en pleno fragor de la lucha religio-

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