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Edición - Andina

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EMPRENDEDORESLunes 26 de enero de 2009 • VARIEDADES • 21te el movimiento de su cuerpo y su respiración. Yacierta, nunca se equivoca.Hoy en día, Enrique Bustos es un hombrede 56 años de vida, activo militante de un partidopolítico, empresario y tiene a su cargo el área decomunicaciones del Consejo Nacional de Discapacitados(Conadis).Nunca fue parte de una organización de discapacitados,no lo quiso. Por algún mandato vital, elprefirió abrirse paso sin excluirse, crear su propioespacio sin automarginarse y, en algunos momentos,hasta sin piedad. Se hizo fuerte.Y esa fuerza que lo caracteriza y lo enorgullece,que es una especie de atractivo, según él, parael alma femenina, la aprendió. No fue fácil andar elcamino para lograrla, el hoyo profundo de la depresiónen que cayó ató su ímpetu por un tiempo.Pero salió. No solo por ese rasgo de locuraque define a los soñadores, porque hay que tenerde loco, de tiro al aire para que el dolor no desaparezcadel alma humana la esperanza, las carcajadasy esa luz interior que nos permite enfrentar alenemigo.Ese loco de Enrique es más cuerdo que cualquiera,que nosotros, escribidores de vidas ajenas.Él es capaz de decir que se siente cómodo consu discapacidad, que vive con ella porque no tieneotra opción, pero que hasta ahora no deja de preguntarse,desde aquel día feroz: "¿Por qué yo?".Razón por la cual, cree él, nunca dejó de luchar.Lo acompañaron en este camino el amor desu padre y su madre, de sus hermanos. El de sugrupo de la parroquia San José, el padre MartínGarrasco y, sobre todo, el de Martha, su compañera,y sus hijos.Antes de acabar esta historia le pregunto si eldesarrollo del sentido del tacto le trajo triunfos enlas batallas del amor. Él se ríe como diciéndome sí,sí, sí, pero es muy modesto, yo diría que discreto, yme contesta: "Habrá que preguntarle a Martha".2.Nació sin conocer el mar. Tampoco el rostrode sus padres. No ve. Pero a los dieciocho añosNataly Huapaya Zavala, estudiante de CienciasPolíticas de la Universidad Nacional Mayor de SanMarcos, siente todo.El sonido del mar la tranquiliza, y el de suspadres, su presencia y sus palabras, la motivantodavía. Dice que su mamá no dejó de transmitirlefuerza, y su papá apoyo y consuelo.Nataly, no Natalia, como me corrige, es unajoven de armas tomar. Al principio es medio tímidapero cuando va tomando confianza con la personaque habla, y con ella misma, sorprende por la claridadde sus palabras.No le gusta que le digan ciega, le parece unapalabra muy dura, y tampoco le agrada que le diganque es una persona con discapacidad visual,porque es una frase muy larga. Ella espera crearuna que no discrimine y no asuste a nadie.Su mayor satisfacción en estos momentos eshaber alegrado a sus padres por ingresar a la universidad."Es el premio por todo lo que hicieron pormí", dice. Es que Nataly reconoce que le tuvieronmucha paciencia, que la engrieron demasiado yhasta la sobreprotegieron, pero, felizmente, no laanularon.Admite por esa razón que es un poco pesadapara algunas personas porque es exigente, sobretodo con ella misma, que en el colegio era superpreguntonay por eso la mitad de su salón la queríay la otra no, y que le molesta depender de otro.Nataly es una adolescente, y como toda mujerque pasa por esa etapa de la vida, le preocupaestar bien vestida y delgada. No se ve, y eso,dice, le da tranquilidad. Pero se toca, acaricia sucuerpo y sabe cuándo sube de peso y debe debajarlo.No está enamorada en estos momentos, no essu prioridad ahora, prefiere estudiar y tiene muchaexpectativas, aunque un poco de miedo al mismotiempo porque conocerá a otras personas, no sabesi serán buenas o malas personas; tendrá nuevasresponsabilidades y retos.No sufrió discriminación, cuenta. Hasta tercerode primaria estudió en un colegio especial, y luegosus padres prefirieron que se incluyera en uncolegio común y corriente, y la matricularon en laescuela pública Brígida Silva Ochoa.Solo recuerda con un poco de tristeza la frasede una niña, de diez años como ella, que leimpactó hasta hacerla llorar. "Mira, una cieguita".Frases crueles que se pegan, felizmente, sin dañarel espíritu.Por el momento, se dedicará a sus estudios,no le teme al amor, a la maternidad tampoco, legustaría viajar y a los 40 años espera ocupar uncargo público. Es ambiciosa. Y joven, sobre todo.Cuando nos despedimos, me pregunta, casien secreto, si conozco a Gian Marco, porque ellaes su "fan" y quiere conocerlo. Con pena le digoque no. La verdad, me hubiera encantado ser supata del alma para decirle, al mejor compositor denuestros tiempos, "oye, tienes una 'fan' enamoradacon visión de futuro".NO LE GUSTA QUE LE DIGAN CIEGA, LEPARECE UNA PALABRA MUY DURA, YTAMPOCO LE AGRADA QUE LE DIGAN QUEES UNA PERSONA CON DISCAPACIDADVISUAL, PORQUE ES UNA FRASE MUYLARGA. ELLA ESPERA CREAR UNA QUE NODISCRIMINE Y NO ASUSTE A NADIE.

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