Cuando yo era niño, me acuerdo que habíaun hombre extraño. Justo cuando lospapalotes estaban allá arriba, con el carretesin más hilo para soltar, él venía y comprabalos papalotes de los niños. Pagaba un preciojusto. Sólo que el gusto de él era cortar elhilo. Quien nunca jugó con los papalotes va apensar que con el hilo cortado van a subircada vez más alto, en las costillas del viento,sin que nadie los agarre. Pero no es así.Cuando el hilo se revienta se empieza a caer.Y van cayendo siempre, cada vez más lejos,tristes, meneando sus cabezas... Así pues, erauna vez un papalote. El niño que lo hizoestaba alegre e imaginó que el papalotetambién lo estaría. Por eso dibujó en él unacara risueña, pegándole tiras de papel dechina rojas en la cola, dos ojos, una nariz,una boca. El papalote vuela, ligerito,travieso, subía alto. Le gustaba jugar con elpeligro, vivía zumbando de los hilos y por lasramas de los árboles."‐No me agarran, no me agarran." Y alreírse, sacudía la cola en desafío.Hasta llegó a rasgar el papel, por una ramaque fue más rápida, pero el niño la arregló,pegando un remiendo del mismo color. Teníaamigos de a montones. Y sus ojos ibanagradando a todos ellos siempre con aquellasonrisa agradable, platicando cosas.Pero sucedió un día, cuando él estabacomenzando a subir, corriendo de un ladopara otro en el viento, miró para abajo y vio,allá en una quinta, una flor. Él ya había vistomuchas flores, siendo que esta vez sus ojos ylos ojos de la flor se encontraron. Y él sintióuna cosa extraña. No, no era la belleza de laflor.s e r p a p a l o t es e r p a p a l o t es e r p a p a l o t eYa había visto otras más bellas. Eran susojos. Quien no entiende piensa que todos losojos son parecidos, sólo diferentes en elcolor. Pero no es así. Hay ojos que agradan,que acarician a la gente como si fueranmanos. Otros dan miedo, amenazan, acusany cuando... uno se da cuenta que es visto porellos, nos da un escalofrío por el cuerpo.También hay ojos que hipnotizan, que pegan,que hechizan.28explorando mi <strong>creatividad</strong>
El papalote quedó hechizado. Ya no queríaser más papalote.Sólo una cosa quería ser: hacer lo que laflorecita quisiese. ¡Ah! Ella era tanmaravillosa. Cuánta felicidad si pudiesequedar en sus manos por el resto de susdías...Y así decidió cambiar de dueño.Aprovechando de un viento fuerte, dio unjalón duro del hilo y él lo arrebató; así elpapalote fue a caer despacito, al lado de laflor.Y le dio la punta del hilo para que loagarrara. Ella lo agarró fuerte.Ahora con su hilo en las manos de la flor, elpapalote pensó que volar sería mucho másplacentero. De allá arriba platicaría con ellay al regresar le contaría historias paradormirla. Él le pidió: "‐Florecita, suéltame unpoco..." Y la florecita fue soltando.El papalote subió muy alto y su corazón latíafeliz. Cuando se está allá en lo alto es buenosaber que hay alguien esperando, allá abajo.Pero la flor, acá abajo, sintió que se estabaponiendo triste. No, no era que estuvieratriste. Se estaba poniendo enojada. Quéinjusticia que el papalote pudiese volar tanalto y ella tuviera que quedarse plantada enel suelo. Y tuvo envidia del papalote.Le daba coraje cuando veía a los papalotesallá arriba charlando entre sí. Y ella, florsolitaria, dejada fuera "si el papalote meamara de verdad, no podría estar feliz alláarriba, lejos de mí. Se quedaría todo eltiempo aquí conmigo..." Y a la envidia se lejuntaron los celos.Envidia es ponerse infeliz viendo las cosasbonitas y buenas que tienen los otros, ynosotros no. Los celos son el dolor que dacuando la gente imagina la felicidad del otro,sin que uno esté con él.La flor empezó a ser malvada. Se quedabaamachada cuando llegaba el papalote.Exigía explicaciones de todo. Y el papalotecomenzó a tener miedo de ponerse feliz,pues sabía que eso haría sufrir a la flor. Y laflor fue, poco a poco, acortando el hilo.El papalote ya no podía más volar. Veía deallí abajito desde la quinta (esa era toda ladistancia que la flor le permitía volar) a losotros papalotes, allá arriba... Y su boca fueponiéndose triste. Y sintió que ya no legustaba tanto la flor, como al principio...Lahistoria no terminó.La historia no terminó.Está sucediendo ahora en algún lugar...Y hay tres formas de escribir su final. Tú eresquien lo va a escoger.Primero: el papalote quedó tan triste quedecidió nunca más volar."‐No te voy a molestar ya con mis sonrisas,Flor, pero tampoco te voy a dar la alegría deesas sonrisas".Y así quedó amarrado junto a la flor, peromás lejos que nunca de ella, pues su corazónestaba en sueños de vuelos y en las sonrisasde otros tiempos.explorando mi <strong>creatividad</strong>29