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EL LIBRO

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entiende cuál es la razón por la que me insulta. ‘Pareja, chínguese a esos güeyes’.<br />

Incrédulo lo sigo observando mientras la pareja rodea el vehículo y a jalones me<br />

arroja al interior de la julia, echa el cerrojo y va tras el resto de mis compañeros,<br />

el Vampiro y el Chaparro, quienes por una extraña solidaridad permanecen a la<br />

expectativa en vez de huir. El conductor, detrás de sus oscurísimos lentes mira la<br />

escena divertido en el momento en que la Millones aborda la cabina. La esquina en<br />

que todo esto sucede se ubica en Igualdad y Nezahualcóyotl, a un par de cuadras<br />

de Salto del Agua, en pleno centro de la Ciudad. La Millones —una prosti que<br />

formaba parte de ese decorado urbano desde inmemorables tiempos—, fue una<br />

institución en el estrecho ámbito de las relaciones públicas y compartía terrenos<br />

con otras veteranas de similar estirpe: La Nieves, la Chata, la Bella Durmiente y<br />

otras. Alta (caballona), “rubia”, zapatillas de altísimo tacón e inevitablemente rojas<br />

(como marcaban los tiempos), se instala a un lado del gran jefe gafanegra: ‘Ya,<br />

cabrón, ¿para qué friegas a los chavitos?’. Ella le pasa acá bajita la baisa un rollito<br />

de billetes. ‘Pus estos pendejillos qué se creen, ¿te fijaste cómo me miró?’, respondió<br />

él. ‘Pero si no están haciendo nada’, dijo ella. ‘Y qué, ¿no estás viendo que no<br />

nos respetan?’. ‘Ya, dales chance y te paso otra lana’. ‘Ni madres, estos güeyes van<br />

pa’trás’. Escuchaba este diálogo desde mi incómodo asiento (dentro de la julia)<br />

separado solamente por una reja de alambrón, sumido en oscuros pensamientos,<br />

cuando se abre la puerta e ingresan mis cuates”.<br />

“El recorrido a la Delegación fue rápido y el trámite carcelario aún más. El<br />

agente del Ministerio Público, de la cuarta delegación, sita en la colonia Obrera,<br />

con cara de aburrido nos levantó un fugaz interrogatorio donde quedaron asentados<br />

nuestros datos particulares. Ese día conocí el verdadero limbo: imágenes de<br />

rostros ansiosos y descompuestos desfilaron frente a mí”.<br />

Credo personal<br />

Le pido a Fausto que me responda algunas preguntas elementales sobre su posición<br />

ante el mundo. Le pregunto que qué es la vida. “Un camino”, responde.<br />

Le pregunto que qué es la felicidad. “Momentos, nada más momentos”, dice. Del<br />

pasado: “La base de todo”. De la industria musical: “Una porquería”. De la muerte:<br />

“Nunca pienso en ella”. Le pregunto de los Rupestres. “Una bola de cuates bien<br />

chidos”. Le pregunto: “¿Qué pasaría si Rockdrigo siguiera vivo?”. Y responde: “Seguiría<br />

inventando cosas; la gente no lo puede ver así; él ya estaba cansado y muy<br />

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