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arriba del salón de clases. Roberto solía llevar su guitarra para cantarle a sus alumnos.<br />
De pronto empecé a escuchar una voz y una canción que no era de las de Ponce: pensé<br />
que tal vez venía bien crudo o algo parecido. Me distraje atendiendo mis labores y<br />
fue hasta que terminó su clase, cuando Roberto subió y dijo: “Te presento a Rodrigo<br />
González”. Sin ningún convencionalismo Rodrigo se adelantó: “¿Habrá manera de<br />
tocar aquí? Te regalo este cassette; es una producción mía”. Así empezó la historia. La<br />
canción que escuché bajo mis pies, con esa voz rasposa y gutural era Canicas.<br />
1984; Rodrigo se apoderó del Chopo<br />
Llegaba sin previa cita, no sólo a mi oficina del museo sino también a mi casa, que<br />
estaba a dos calles de ahí. Se sabía vender, era convincente; de pronto mi programación<br />
olía al Profeta del Nopal y a los Rupestres. En el recién inaugurado Foro<br />
del Dinosaurio presentamos el Manifiesto Rupestre, armamos ciclos de solistas<br />
y apartamos dos fechas para el debut de su nuevo proyecto: el grupo Qual; una<br />
con Botellita de Jerez y otra con Alejandro Lora como padrinos… y ya me estaba<br />
convenciendo para que yo fuera su representante.<br />
En mi casa de Mariano Azuela 104 solíamos oír música por horas y horas; yo le<br />
presumía mis LPs que cambalacheaba en el tianguis; hablábamos de la grilla, del<br />
ambiente musical, de la crisis, de mujeres y nos embriagábamos, yo con mi ron y<br />
él con su mariguana.<br />
Su gata de nombre Qual<br />
Hicimos lluvia de ideas para buscarle nombre a su naciente banda. Ya me había convencido<br />
de ser representante de su nuevo proyecto y trazamos juntos una estrategia.<br />
Había planes hasta de movernos a nivel internacional. Un día se acordó de su gata<br />
Qual, que tenía en la casa de sus papás. Me gustó la propuesta y le dije: “La moda<br />
son los nombres cortos”. Y así quedó: su grupo se llamaría Qual. Le llamé a Octavio<br />
Guerrero, diseñador del museo y le pedí que si nos hacía propuestas para el logotipo.<br />
Posteriormente, en mi casa celebraríamos esa alianza que nunca requirió firma<br />
alguna. Como a las 2 de la madrugada lo acompañé a tomar un taxi al eje Alzate,<br />
no sin antes pintar con spray en una barda blanca el nombre de Qual. Iniciamos<br />
así la campaña tramada con muchas horas de ron y mariguana.<br />
Días después, regresando de comprarme un pantalón y unos zapatos, pasé a<br />
uno de los ensayos del grupo, en la calle de Bolívar. Yo iba entrando con dos grandes<br />
bolsas y les grité: “¡Ya traigo los uniformes para todos!”. Rodrigo protestó:<br />
“¡Cálmate, Pepe Návar!”<br />
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