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Y el día llegó: una tarde, al bajar del escenario de la Gandhi,<br />
Rodrigo de Oyarzabal se acercó a Armando y le dijo: “Oye,<br />
¿no quieres grabar un disco?”. Con sorpresa, el incipiente músico<br />
le reviró: “¿De veras crees que pueda grabar un disco?”.<br />
“Claro, los he venido siguiendo y sí pueden”. A la semana ya<br />
estaban en el estudio. La grabación fue un aprendizaje; descubrió<br />
la magia de grabar una canción. Aunque la soberbia<br />
de ser joven le enseñó más: aprendió humildad y cómo editar<br />
una rola. Caito fue su guía y maestro. En el 87 sale el LP Tocata,<br />
fuga y Apañón. Que “es uno de los discos que aún se venden<br />
mucho; disco que sin payola sigue rolando”.<br />
Este suceso y varias circunstancias más lo acercaron aún más<br />
a los Rupetres: Nacho Alfonso le presenta a Rafael Catana. “Fue<br />
una revelación en mi vida. Pinche Catana se veía como un jipi,<br />
jipi: este cuate sí se cree en la onda del rocanrol; estos sí son artistas<br />
de adeveras. Ahí empezamos una amistad que continúa”.<br />
El departamento de Catana, en la calle Guadalajara, fue el aposento<br />
de muchas reuniones; en varias de ellas Catana invitó a<br />
Armando a ver a Rockdrigo. En diferentes ocasiones quedaron<br />
de ir a visitar al Profeta del Nopal. Por diversas razones la visita a<br />
Rodrigo no se realizaba. Llegó el 19 de septiembre de 1985. El<br />
sismo de esa mañana se llevó al autor de Distante instante. Y el<br />
compositor de Herraje, no conoció a Rodrigo.<br />
Armando Rosas<br />
en el Museo de<br />
Culturas Populares.<br />
(Foto: Sergio<br />
Arellano, 2000).<br />
Pero la vida siguió su curso y llegó un festival Rupestre llamado ‘Una razón<br />
para juntarnos’, en el Auditorio Nacional. Otra vez aparece Catana —quien lo<br />
invitó— y una casualidad: cuando Armando sube al escenario empezó la transmisión<br />
para televisión, lo cual, obvio, ayuda a difundir el trabajo de Armando. Las<br />
complicidades Catana-Rosas continuaron: “El Cisne es texto de Catana; el nombre<br />
de Camerata Rupestre no sé si él lo sugiere o a mí se me ocurrió”.<br />
Ya instalado en el círculo de los Rupestres, Armando reconoce que con ellos<br />
adquiere un aprendizaje nuevo: le enseñan a ver la ciudad —aunque él tenía ya<br />
miles de fotografías mentales. “Ya era mi enamorada, pero yo no lo sabía. Los<br />
Rupestes me ensañan a leer esas imágenes. Y le dan una característica a mi música<br />
que antes no tenía. Definitivamente, es el movimiento más legítimo de esa época.<br />
Entregó su talento, sin pedir nada a cambio. Los intereses era decir lo que pensaban<br />
y sentían. Era el simple hecho de hacer arte por medio de la música”.<br />
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