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Concurs de <strong>relat</strong>s i <strong>foto</strong>grafi es 2007 d’estudiants d’intercamvi<br />

Una tarde oscura en<br />

un desierto<br />

Lirba Cano<br />

Una vez desperté en un desierto. Era tarde, oscurecía. Estaba<br />

desnuda. Lo que me despertó fue el revoloteo constante de unas<br />

alas pegadas a mi espalda. En un primer momento no podía ver<br />

si eran alas de colibrí, de mosca o de ángel, de libélula o de gaviota. Posé el<br />

trasero en la arena, me froté los ojos, me toqué la cara. El viento me transportó<br />

al recuerdo de los autobuses en los que voy de un lugar a otro en mi ciudad.<br />

Tomo asiento junto a la ventana sucia y miro pasar la realidad a través de aquel<br />

aparador. El recuerdo me hace una especie de juego y se transfi gura en sueño,<br />

lo que pasa a través de aquella ventana es el tiempo al revés, cada cuadra que<br />

recorre el autobús son años más atrás, eso supongo porque ya no están los<br />

centros comerciales de ahora, ni los parques nuevos, y en la acera caminan<br />

mis compañeros con el uniforme que usábamos en la escuela. El autobús se<br />

detiene y yo extiendo un suspiro. Cierro los ojos e intento profundizar en el recuerdo<br />

que ahora tiene vida propia a la manera de sueño, seguro de que así lograré<br />

saber cómo es que llegué a este desierto, cómo me nacieron estas alas,<br />

por qué estoy desnuda, por qué la oscuridad se me aproxima en esta soledad.<br />

Bajo del autobús, camino en línea recta un par de cuadras y me detengo en el<br />

cementerio municipal, ese museo de la memoria que se nos escapa, que ya<br />

no nos recuerda que la vida es fi nita. Entro, porque siempre me han gustado<br />

los cementerios, sobre todo en el día de los muertos, cuando las tumbas se<br />

cubren de comida y fl ores de colores chillantes. Hay una lápida que dice: murió<br />

buscando el amor en los cementerios. Me arrodillé frente a ella, hice la señal<br />

de la cruz en mi frente y dije en voz baja El Señor es mi Pastor, nada me falta;<br />

aunque ande en valle de sombra y de muerte no temeré mal alguno porque Tú<br />

estarás conmigo. Unos versos sacados del por tantos conocido Salmo 23 que<br />

me brotan cada vez que estoy en peligro de hundirme en el asfalto, de desfallecer<br />

por cualquier nimiedad. Dios me agarre confesado cuando ande buscando<br />

el amor, y más en los cementerios. Salí de ahí, y seguí caminando en línea<br />

recta, dieciséis cuadras más, armando en mi cabeza, en el cielo y en el suelo,<br />

un <strong>relat</strong>o que todos los días estoy escribiendo pero que nunca voy a concluir<br />

porque jamás lo he escrito con tinta, hasta llegar al parque de mi adolescencia<br />

en patines, de mi estúpida y atormentada adolescencia llena de raspones en las<br />

rodillas. Siempre fui una tonta para patinar, y no era falta de pericia..Él patinaba<br />

23

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