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Servei d’acollida d’estudiants estrangers<br />
una sola idea: coger el avión aunque caiga el cielo. Y así lo hice…<br />
Llegué un 19 de Febrero. Aquella noche dormí sin cojín. Pasaron las<br />
horas. Los días. Las semanas y los meses. Como buen estudiante de Filosofía<br />
tenia la DUDA al acecho constante, o si lo prefieres, no tenia nada claro...el<br />
mundo lleno de respuestas en forma de besos y yo dudando si arrancar bragas<br />
o sonrisas.<br />
Un día leí un cartel que decía; LA TRAVIATA. GUISEPPE VERDI. DESDE<br />
7€ A 160€. PALAIS GARNIER. ¡La oportunidad era única! ¡Verdi por siete jodidos<br />
euros! ¡En la Ópera de París! No daba crédito. Fui al edificio y compre una<br />
entrada. Si, una. El espectáculo empezaría en dos horas, así que volví a casa<br />
y me disfrace. No quería ser delatado como estudiante. Debo confesar que notaba<br />
en mí la euforia de La Primera Cita. En mi rostro sonriente solo le faltaba<br />
alguna pincelada de acné.<br />
Dos horas más tarde, estaba instalando mi culo en el palco más perdido.<br />
Cabían allí tres personas. A mucha honra. Y allí estaba yo, solo. Arriba a la<br />
izquierda. Quinta planta. El escenario quedaba a mis pies. Un tanto de vértigo<br />
al principio, y visibilidad media. Al final del espectáculo podría lanzar flores si<br />
tuviera alguna entre mis manos. Pero no era el caso. De pronto el acomodador<br />
abrió la puerta a mis espaldas y señaló la silla de mi lado a una curiosa<br />
muchacha. Curiosa, por su mirada y falta de empatía. Tímido le dije Buenas noches…y<br />
no respondió. Su mirada estaba clavada. Parecía tener un martillazo<br />
en la nuca. No se movía. Vestía cómodamente. Es decir, no se arregló. En su<br />
regazo sostenía con las dos manos una máscara de esas típicas que uno hacía<br />
de pequeño en la escuela. Al rato, me miró y quedé paralizado. Era ella, mi<br />
amor hecho Diosa. Yo quedé gélido y mutilado. Algo torpe. Ella se dio cuenta,<br />
pero poco le importó. Sin duda sus ojos eran tristes.<br />
De pronto, las luces se cerraron. Todo quedo oscuro. Todo, menos el<br />
foso musical que iluminaba su cara con una frágil, y a su vez cálida, luz. Salió<br />
el director recibiendo los primeros aplausos que dieron paso a un silencio absoluto.<br />
Alguien tosió. Alguien paró de toser. Y de pronto, los violines arrancaron<br />
con sensibilidad extrema. Telón…y allí empezó el Drama.<br />
Pasaron los minutos mientras yo buscaba la forma de mirarla sin que ella<br />
se sintiera molesta. Al rato empezó a llorar pero orgullosa, sin sollozo alguno.<br />
Sus lágrimas simplemente resbalaban, caían. No lloraba por la opera, eso estaba<br />
claro, pues un famoso Brindis sonaba con alegres porvenires. Entonces,<br />
¿por qué lloraba? No lo podía soportar, tenerla al lado llorando. Las Diosas<br />
no se merecen llorar. El misterio me mataba. ¡Quería preguntárselo! Pero no<br />
podía. Esto es el mundo real. Mi verdadera condición de mudo. No hagas nada,<br />
mírala, lo último que quiere es hablar con alguien, me decía a mi mismo. Pero<br />
tenía la insultante sensación de que tenía al lado la futura madre de mis hijos.<br />
Ese llanto me enamoró. Me resultaba familiar. ¡Yo podría ayudarla! ¡La en-<br />
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