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criterios fundamentales para superar<br />
los desequilibrios globales, a la luz del<br />
bien común. Y es que, sin el conocimiento<br />
del verdadero bien humano, la<br />
caridad cae en el sentimentalismo (Caritas<br />
in veritate, n. 3: <strong>ECCLESIA</strong>, núm.<br />
3.475 [2009/II[, pág. 1081); la justicia<br />
pierde su «medida» fundamental; el<br />
principio del destino universal de los<br />
bienes queda deslegitimado. Los diferentes<br />
desequilibrios globales característicos<br />
de nuestra época alimentan<br />
disparidades, diferencias de riqueza,<br />
desigualdades que generan problemas<br />
de justicia y de distribución equitativa<br />
de los recursos y de las oportunidades,<br />
particularmente para con los<br />
más pobres.<br />
No son, empero, menos preocupantes<br />
los fenómenos relacionados<br />
con un mundo de las finanzas que,<br />
pasada la fase más aguda de la crisis,<br />
ha vuelto a estipular con frenesí contratos<br />
de crédito que a menudo permiten<br />
una especulación sin límites. Fenómenos<br />
de especulación perjudicial<br />
se registran, asimismo, con referencia<br />
a los productos alimenticios, al agua,<br />
a la tierra, por lo que acaban depauperando<br />
aún más a quienes ya viven<br />
en situaciones gravemente precarias.<br />
Análogamente, el aumento de los precios<br />
de los recursos energéticos primarios,<br />
con la consiguiente búsqueda<br />
de energías alternativas –guiada a veces<br />
por intereses exclusivamente económicos<br />
a corto plazo–, acaba teniendo<br />
consecuencias negativas para el<br />
medio ambiente, así como para el<br />
mismo hombre.<br />
La cuestión social actual es indudablemente<br />
cuestión de justicia social<br />
mundial, como por otro lado la<br />
Mater et magistra ya recordaba hace<br />
cincuenta años, aun cuando en relación<br />
con otro contexto. Es también<br />
cuestión de distribución equitativa<br />
de los recursos materiales e inmateriales;<br />
de globalización de la democracia<br />
sustancial, social y participativa.<br />
Por eso, en un contexto en el que<br />
se asiste a una unificación progresiva<br />
de la humanidad, resulta indispensable<br />
que la nueva evangelización<br />
de lo social ponga en evidencia<br />
las implicaciones de una justicia que<br />
ha de realizarse a escala universal.<br />
Por lo que se refiere al fundamento<br />
971<br />
de dicha justicia, hay que subrayar<br />
que no es posible realizarla apoyándose<br />
tan sólo en el consenso social,<br />
sin reconocer que éste, para ser duradero,<br />
debe estar enraizado en el<br />
bien humano universal. Por lo que<br />
atañe al plano de su realización, la<br />
justicia social debe llevarse a cabo en<br />
la sociedad civil, en la economía de<br />
mercado (cf. ibíd., n. 35: <strong>ECCLESIA</strong><br />
cit., págs. 1091-1092), pero también<br />
por parte de una autoridad política<br />
honrada y transparente que guarde<br />
proporción con ella, incluso en el<br />
ámbito internacional (cf. ibíd., n. 67:<br />
<strong>ECCLESIA</strong> cit., pág. 1104).<br />
Con relación a los grandes desafíos<br />
de hoy, la Iglesia, al tiempo que confía<br />
en primer lugar en el Señor Jesús y en<br />
su Espíritu, que la conducen a través<br />
de los avatares del mundo, cuenta<br />
también, para la difusión de la Doctrina<br />
Social, con la actividad de sus instituciones<br />
culturales, los programas de<br />
instrucción religiosa y de catequesis<br />
social de las parroquias, los medios<br />
de comunicación y la labor de anuncio<br />
y de testimonio de los christifideles<br />
laici (cf. Mater et magistra, nn. 206-<br />
207: <strong>ECCLESIA</strong>, núm. 1.045 [1961/II],<br />
págs. 923-924). Éstos deben estar<br />
preparados espiritual, profesional y<br />
éticamente. La Mater et magistra insistía<br />
no sólo en la formación, sino sobre<br />
todo en la educación que forma<br />
cristianamente la conciencia y encamina<br />
hacia una acción concreta, según<br />
un discernimiento sabiamente guiado.<br />
El beato Juan XXIII afirmaba: «Para<br />
actuar cristianamente en el campo<br />
económico y social difícilmente resulta<br />
eficaz la educación, si los mismos sujetos<br />
no toman parte activa en ella, y<br />
si la misma no se desenvuelve a través<br />
de la acción» (nn. 212-213: <strong>ECCLESIA</strong><br />
cit., pág. 924).<br />
Siguen siendo válidas, además, las<br />
indicaciones dadas por el Papa Roncalli<br />
en relación con un legítimo pluralismo<br />
entre los católicos al llevar a<br />
la práctica la Doctrina Social. Escribía,<br />
en efecto, que en este ámbito «pueden<br />
surgir divergencias aun entre los<br />
católicos rectos y sinceros. Cuando<br />
esto suceda, que no falten las mutuas<br />
consideraciones, el respeto recíproco<br />
y la buena disposición para individuar<br />
los puntos en que coinciden en<br />
Documentación<br />
orden a una oportuna y eficaz acción.<br />
No se desgasten en discusiones<br />
interminables; y, bajo el pretexto de<br />
lo mejor y de lo óptimo, no se descuide<br />
de cumplir el bien que es posible,<br />
y por lo tanto obligatorio» (n.<br />
219: <strong>ECCLESIA</strong>, íd.). Son instituciones<br />
importantes al servicio de la nueva<br />
evangelización de lo social, amén de<br />
las asociaciones de voluntariado y de<br />
las organizaciones no gubernamentales<br />
cristianas o de inspiración cristiana,<br />
las Comisiones «Justicia y Paz»,<br />
las Oficinas para los Problemas Sociales<br />
y el Trabajo, los Centros e Institutos<br />
de Doctrina Social, muchos de<br />
los cuales no se limitan al estudio y a<br />
la difusión, sino que también se ocupan<br />
del acompañamiento de varias<br />
iniciativas de experimentación de los<br />
contenidos del magisterio social,<br />
como es el caso de las cooperativas<br />
sociales de desarrollo, las experiencias<br />
de microcrédito y una economía<br />
animada por la lógica de la comunión<br />
y de la fraternidad.<br />
En la Mater et magistra, el beato<br />
Juan XXIII recordaba que pueden<br />
captarse con más seguridad las exigencias<br />
fundamentales de la justicia<br />
cuando se camina como hijo de la luz<br />
(cf. n. 235: <strong>ECCLESIA</strong> cit., pág. 926). Os<br />
deseo, pues, a todos que el Señor resucitado<br />
inflame vuestros corazones y<br />
os ayude a difundir el fruto de la Redención<br />
mediante una nueva evangelización<br />
de lo social y el testimonio de<br />
la vida buena según el Evangelio. Que<br />
dicha evangelización esté sustentada<br />
por una pastoral social adecuada, activada<br />
de forma sistemática en las diferentes<br />
Iglesias particulares. En un<br />
mundo que en no pocas ocasiones<br />
se encuentra replegado sobre sí mismo,<br />
falto de esperanza, la Iglesia espera<br />
que seáis fermento, sembradores<br />
incansables de pensamiento veraz y<br />
responsable y de planificación social<br />
generosa, sostenidos por el amor lleno<br />
de verdad que reside en Jesucristo,<br />
Verbo de Dios humanado. Mientras<br />
os doy las gracias por vuestra labor,<br />
os imparto de todo corazón mi bendición<br />
apostólica<br />
(Original italiano procedente del archivo<br />
informático de la Santa Sede;<br />
traducción de <strong>ECCLESIA</strong>)<br />
Número 3.576 25 de junio de 2011 27