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editorial<br />
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Editorial<br />
El servicio de la Iglesia<br />
y la elocuencia de las cifras<br />
En nuestras páginas 9 y 13 informamos, respectivamente,<br />
de la Memoria Justificativa de<br />
Actividades de la Iglesia en 2009 y del Programa<br />
de Empleo 2010 de Cáritas. Los resultados<br />
que arrojan ambos informes hablan con la<br />
elocuencia de las cifras y de los datos del inmenso<br />
servicio que presta la Iglesia católica a la<br />
sociedad en España y en otros muchos lugares<br />
del mundo, y de cómo los recursos económicos<br />
de que dispone se emplean correctamente y<br />
desde claves de austeridad, solidaridad y transparencia<br />
a favor del bien común, singularmente<br />
a favor de los más necesitados.<br />
Ambas informaciones recientes coinciden, de<br />
un lado, con la finalización del plazo para la<br />
presentación de las declaraciones de la renta y,<br />
de otro, con la celebración de la festividad del<br />
Corpus Christi, a su vez Día Nacional de la Caridad.<br />
Los datos relativos a la Memoria Justificativa<br />
de Actividades de la Iglesia, que la semana<br />
próxima desglosaremos y desmenuzaremos todavía<br />
más amplia y visualmente, nos hablan a<br />
las claras de la vitalidad y del compromiso de<br />
nuestras comunidades eclesiales y de cómo los<br />
fieles en particular y los ciudadanos en general<br />
tienen razones más que suficientes para confiar<br />
en ella y para, al menos, respetarla y alejar del<br />
siempre interesado e ideologizado debate público<br />
las sombras del tan cacareado como falso<br />
trato privilegiado hacia ella y demás acusaciones<br />
y manipulaciones.<br />
Por otro lado, hace tan solo tres semanas (ver<br />
número 3.573), hablábamos en esta misma página<br />
editorial y en otros lugares de la revista de<br />
la grandeza y de la eficacia de Cáritas. Lo que<br />
decíamos entonces referido sobre todo a Cáritas<br />
Internacional en el contexto de la celebración<br />
de su Asamblea General, podemos decirlo<br />
también ahora con referencia a Cáritas Española<br />
y a nuestras Cáritas locales. Cáritas es, en<br />
efecto, un tesoro, una gracia, una garantía, un<br />
honor y un reto. Valgan ahora otro par de datos<br />
que hablan por sí mismos: Cáritas Española administró<br />
el año pasado 230 millones de euros<br />
en 22 programas con 6.225.000 destinatarios; y<br />
en 2010, se incrementó en un 40% el número de<br />
personas que han logrado encontrar un puesto<br />
de trabajo a través de los Programas de Empleo<br />
de Cáritas, al pasar de las 12.000 en 2008 a las<br />
casi 17.000 en 2010. Baste también recordar que,<br />
en general, nuestra Iglesia dispone de 4.862<br />
centros asistenciales, con un total de 3.646.332<br />
personas asistidas durante el año 2009, casi un<br />
32% más que en 2008.<br />
Y además de todo ello y no de menor importancia,<br />
nuestra Iglesia dedica más de 43 millones<br />
de horas al servicio y la atención pastoral.<br />
Asimismo nuestros colegios y centros de enseñanza<br />
en los distintos niveles siguen siendo no<br />
solo muy demandados y valorados, sino también<br />
una fuente de ahorro al erario público y de<br />
enriquecimiento para todos. Y nuestro patrimonio<br />
artístico, cultural y religioso —por ejemplo, la<br />
Semana Santa, el Camino de Santiago, los santuarios<br />
y las catedrales, colegiatas, abadías y<br />
templos— constituyen además un indudable reclamo<br />
turístico y generan un inmenso desarrollo<br />
integral.<br />
Con todo, estos datos no deben, en absoluto,<br />
suscitar en nosotros ni atisbo siquiera de actitudes<br />
de prepotencia, vanagloria o autocomplacencia.<br />
No estamos haciendo más que lo que debemos<br />
hacer. Y todavía podemos hacer más y mejor.<br />
Y la Iglesia no es sino prolongación de la<br />
misión salvadora de Jesucristo y, en este sentido,<br />
su identidad, su razón de ser y su principal quehacer<br />
es la evangelización y todas las acciones<br />
eclesiales han de estar encaminadas hacia este fin.<br />
Asimismo, también debemos tomar conciencia<br />
—y así nos lo indican igualmente los datos y<br />
las cifras de los informes aludidos— de que lenta,<br />
pero inexorablemente, desciende el número<br />
de sacerdotes, consagrados y vocacionados y<br />
de que quizás no crezca con la suficiente fuerza<br />
y entidad el número de los laicos comprometidos.<br />
Oportuno resulta al respecto la llamada<br />
que este año dirigen los obispos de la Comisión<br />
Episcopal de Pastoral (ver páginas 10, 11 y 12 de<br />
este número de <strong>ECCLESIA</strong>) a fundamentar y a<br />
nutrir adecuadamente el voluntariado católico y<br />
a descubrir en la eucaristía la fuente y el culmen<br />
de toda la actividad de la Iglesia.<br />
En fin, ¡claro que tenemos motivos para sentirnos<br />
satisfechos! Los datos los avalan. Pero<br />
también tenemos razones para no solo no bajar<br />
la guardia, sino, para desde la eucaristía y la<br />
eclesialidad, intensificarla todavía más.<br />
Número 3.576 25 de junio de 2011<br />
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