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«Bienaventurada la que ha<br />
creído» (cf. Lc 1, 45). María<br />
es la gran creyente. Ella retomó<br />
la misión de Abraham<br />
de ser creyente y concretó<br />
la fe de Abraham en<br />
la fe en Jesucristo, mostrándonos<br />
así a todos el<br />
camino de la fe, el valor de<br />
encomendarnos a ese Dios<br />
que se entrega en nuestras<br />
manos, la alegría de ser<br />
testigos suyos; y, después,<br />
su determinación a mantenerse<br />
firme cuando todos<br />
han huido, el valor de estar<br />
del lado del Señor cuando<br />
éste parecía perdido y de<br />
dar, precisamente así, el<br />
testimonio que llevó a la<br />
Pascua.<br />
Me alegra, por lo tanto,<br />
saber que en Baviera hay<br />
unos cuarenta mil congregantes;<br />
que aún hoy existen<br />
hombres que, junto con<br />
María, aman al Señor; que,<br />
a través de María, aprenden<br />
a conocer y a amar al Señor<br />
y, al igual que ella, dan testimonio<br />
del Señor en las<br />
horas difíciles y en las dichosas;<br />
que están con él,<br />
bajo la cruz, y que siguen<br />
viviendo gozosamente la<br />
Pascua con él. Os doy las<br />
gracias, pues, a todos, por<br />
mantener alto este testimonio;<br />
porque sabemos que<br />
existen hombres bávaros<br />
que son congregantes, que<br />
recorren ese camino que<br />
inauguraron los jesuitas en<br />
el siglo XVI y que siguen demostrando<br />
que la fe no<br />
pertenece al pasado, sino<br />
que se abre siempre a un<br />
«hoy» y, sobre todo, a un<br />
«mañana».<br />
¡Que Dios os lo pague<br />
todo y a todos os bendiga!<br />
Gracias de todo corazón.<br />
(Versión italiana del original<br />
alemán, procedente<br />
del archivo informático de<br />
la Santa Sede; traducción<br />
de <strong>ECCLESIA</strong>)<br />
977<br />
La fe valiente de María<br />
Queridos hermanos y hermanas:<br />
Me alegra unirme a vosotros en<br />
oración, a los pies de la Virgen<br />
Santa, a la que hoy contemplamos<br />
en la fiesta de la Visitación. Saludo y doy<br />
las gracias al señor cardenal Angelo Comastri,<br />
arcipreste de la basílica de San Pedro,<br />
a los cardenales y obispos aquí presentes<br />
y a cuantos habéis venido aquí esta<br />
noche. Como conclusión del mes de<br />
mayo, queremos unir nuestra voz a la de<br />
María en su mismo canto de alabanza;<br />
con ella queremos magnificar al Señor por<br />
las maravillas que sigue realizando en la<br />
vida de la Iglesia y en cada uno de nosotros.<br />
En especial, fue y sigue siendo para<br />
todos motivo de gran alegría y gratitud<br />
haber iniciado este mes mariano con la<br />
memorable beatificación de Juan Pablo II.<br />
¡Qué gran don de gracia ha sido, para<br />
toda la Iglesia, la vida de tan gran Papa!<br />
Su testimonio sigue iluminando nuestras<br />
existencias y nos sirve de acicate para ser<br />
auténticos discípulos del Señor, para seguirlo<br />
con la valentía de la fe, para amarlo<br />
con el mismo entusiasmo con el que él le<br />
entregó su vida.<br />
Dejarse guiar por el Espíritu<br />
en la obediencia a sus designios<br />
Al meditar hoy la Visitación de María,<br />
nos vemos llevados a reflexionar precisamente<br />
sobre esta valentía de la fe. Aquella<br />
a la que Isabel recibe en su casa es la Virgen<br />
que «ha creído» en el anuncio del Ángel<br />
y ha respondido con fe, aceptando con<br />
valentía el proyecto de Dios para su vida y<br />
acogiendo de esta forma en sí la Palabra<br />
eterna del Altísimo. Como subrayaba mi<br />
beato antecesor en su encíclica Redemptoris<br />
Mater, precisamente por medio de la fe<br />
María pronunció su fiat, «se confió a Dios<br />
sin reservas y “se consagró totalmente a sí<br />
misma, cual esclava del Señor, a la perso-<br />
Documentación<br />
Discurso de Benedicto XVI en la celebración mariana<br />
de conclusión del mes de mayo en el Vaticano (31-5-2011)<br />
na y a la obra de su Hijo”» (n. 13: ECCLE-<br />
SIA, núm. 2.313 [1987/I], pág. 479; cf. Lumen<br />
gentium, n. 56). Por eso Isabel exclama<br />
al saludarla: «Bienaventurada la que ha<br />
creído, porque lo que le ha dicho el Señor<br />
se cumplirá» (Lc 1, 45). María ha creído realmente<br />
que «para Dios nada hay imposible»<br />
(v. 37), y con la fuerza que da esta<br />
confianza, se ha dejado guiar por el Espíritu<br />
Santo en la obediencia diaria a sus designios.<br />
¿Cómo no desear para nuestra<br />
vida el mismo abandono confiado? ¿Cómo<br />
podríamos vetarnos a nosotros mismos<br />
esa bienaventuranza que nace de un trato<br />
tan íntimo y profundo con Jesús? Por eso,<br />
al dirigirnos hoy a la «llena de gracia», le<br />
pedimos que alcance también para nosotros,<br />
de la Divina Providencia, que podamos<br />
pronunciar cada día nuestro «sí» a los<br />
designios de Dios con la misma fe humilde<br />
y pura con que pronunció ella el suyo.<br />
Que la que acogió en sí al Verbo de Dios,<br />
abandonándose a él sin reservas, nos guíe<br />
hacia una respuesta cada vez más generosa<br />
e incondicional a sus proyectos, incluso<br />
cuando en ellos nos sentimos llamados a<br />
abrazar la cruz.<br />
En este tiempo pascual, mientras invocamos<br />
del Resucitado el don de su Espíritu,<br />
encomendamos a la intercesión maternal<br />
de la Virgen a la Iglesia y al mundo entero.<br />
Que María Santísima, que en el Cenáculo<br />
invocó con los Apóstoles al Consolador, alcance<br />
para todo bautizado la gracia de una<br />
vida iluminada por el misterio del Dios crucificado<br />
y resucitado, el don de saber acoger<br />
cada vez más en la propia existencia el<br />
señorío de Aquel que con su resurrección<br />
derrotó a la muerte.<br />
Queridos amigos: Os imparto de todo<br />
corazón a cada uno de vosotros, a vuestros<br />
seres queridos y especialmente a cuantos<br />
sufren, la bendición apostólica.<br />
(Original italiano procedente del archivo<br />
informático de la Santa Sede; traducción de<br />
<strong>ECCLESIA</strong>)<br />
Número 3.576 25 de junio de 2011 33