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pascua<br />
<strong>1.</strong>- <strong>Introducción</strong><br />
PENTECOSTÉS<br />
“RECIBID EL ESPIRITU SANTO”<br />
¡Paz a vosotros! Con estas palabras se presenta Jesús en medio de sus discípulos. Cómo se alegran<br />
al ver al Señor después de cincuenta días de tensa espera y de temor, de sentirse vacíos, perdidos, sin<br />
rumbo, sin saber que hacer y sentirse amenazados por los judíos.<br />
Jesús con su presencia les aporta toda la seguridad y la fuerza que ellos necesitan, Él es el maestro<br />
y les enseña el camino que deben seguir.<br />
Todos los discípulos están reunidos y Jesús les otorga su compañía eterna a través del Espíritu<br />
Santo, exhala su aliento sobre ellos y los llena, los llena de fuerza y los llena de vida, de su propia vida, de<br />
una vida resucitada y llena de amor, del amor del Padre.<br />
El Espíritu actúa en los apóstoles al igual que actúa en nosotros, Él está ahí, pero no se deja ver, es<br />
como una energía, es decir que sentimos su presencia pero no lo alcanzamos a ver con la vista, solo lo podemos<br />
ver desde la fe y con el corazón.<br />
La presencia del Espíritu se nota en las palabras, sino en nuestros gestos, el Espíritu no habla sino<br />
que actúa.<br />
Dejémonos llenar por el Espíritu del Señor para perder esos miedos que tenemos, para ser libres,<br />
para amar, para estar llenos de vida, al igual que les pasó a los apóstoles que estaban aterrados y el Espíritu<br />
les llenó de fuerza para salir y dar testimonio de Jesús.<br />
Pentecostés marcó un antes y un después en la vida de los discípulos, se llenaron de valor y volvieron<br />
con alegría a llevar a cabo su misión, la misión que días atrás habían compartido con el Maestro y<br />
que ahora iban a compartir con su Espíritu.<br />
2.- Lecturas<br />
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-1 1<br />
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un<br />
ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer<br />
unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron<br />
todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el<br />
Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la<br />
tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar<br />
en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: "¿No son galileos todos esos que<br />
están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre<br />
nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto<br />
y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos<br />
forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos<br />
hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua."<br />
Palabra de Dios