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septiembre 7

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El objeto inanimado solo cobra vida en las manos del titiritero. Escuchemos hablar a los niños que<br />

fuimos, esos que no nos dejan en paz muchas veces y creámonos el juego de la titereidad como lo<br />

hacíamos de pequeños; hagamos mirar realmente al títere por nuestros ojos, y este mirará;<br />

hagámoslo hablar con excelente modulación por nuestras voces, y hablará; convivamos sin<br />

competencias sobre la escena, cediéndole los atributos que merece tener, y vivirá.<br />

Entonces, y solo entonces, sabremos por qué hacemos teatro de títeres y por qué vale tanto la pena.<br />

Ponencia leída en el Fórum ―El mundo del títere cubano al paso de 50 años‖. Camagüey, <strong>septiembre</strong> de 2012.<br />

Notas:<br />

1- Rubén Darío Salazar. ―Teatro de títeres, arte e interdisciplina: modelos de formación contemporáneos‖. (En este ensayo el autor<br />

aclara que la cita proviene del documento de Carucha Camejo conservado en su archivo.)<br />

2- Uros Trefalt. ―Direción de títeres‖. Ñaque Editora, España, 2005.<br />

La dirección artística.<br />

Observaciones propias y razones un tanto lúcidas sobre el peregrinar de esta faena<br />

en la escena titiritera cubana.<br />

Por René Fernández Santana<br />

Voy hablar muy condensado y me costará trabajo. Los referentes y vínculos importantes que<br />

impulsaron la Dirección Artística están en nuestra memoria, y son algunos antecedentes anteriores a<br />

1959, que han sido estudiados por investigadores, y el proyecto cultural que avivó la Revolución.<br />

Nuestros primarios maestros: los hermanos Camejo y Carril, fundadores del Teatro Guiñol Nacional.<br />

Ellos nos revelaron la seriedad y calidad de nuestro arte, traducida en una exaltación a su ética<br />

artística. Sus puestas en escena para diversidad de público enriquecieron la cartelera teatral<br />

habanera. Crearon un espectador sensible, legitimaron en el teatro cubano el alto respeto a los<br />

títeres. Su renovadora mirada hacia las técnicas de animación, el tratamiento de relaciones plurales<br />

de las figuras con el animador, el interesante procedimiento escénico de los retablos y sus múltiples<br />

espacios, el original traslado de nuestra cultura afrocubana y clásicos de la literatura universal a la<br />

dramaturgia nacional, traducidas todas estas cualidades en identidad titiritera. Creo que aun en lo<br />

que hacemos día a día, está presente la huella artística y técnica de su imaginería.<br />

Qué profundas raíces de enseñanza poseían estos maestros; fue un privilegio, para los que tuvimos<br />

la suerte de conocerlos, ver con nuestros propios ojos su obra creadora y aprender de ellos. Soy<br />

heredero de esos maestros y ellos, a su vez, de mi desvalida desnudez titiritera.<br />

También debo sumar a esta etapa de formación la capacitación que recibí en el Primer Seminario de<br />

Dramaturgia y la gratitud a mis maestros: Osvaldo Dragún, ideólogo del hombre y el teatro, él<br />

construyó esa leyenda en un aula con leyes de una dramaturgia conciliadora hacia la continuidad del<br />

teatro cubano. Y Luisa Josefina Hernández, que nos trasmitió el profundo estudio de los géneros<br />

teatrales. Siempre estarán vivas en mí estas etapas de descubrimiento del teatro. Confieso que

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