septiembre 7
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Hablar de teatro para niños en Cuba, con figuras animadas o sin ellas, es subrayar una serie de<br />
preguntas y demandas que, a lo largo de este medio siglo, han sido acatadas solo medianamente.<br />
No es que falten clásicos y ejemplos de interés en ese mismo espacio. Ruandi, una pieza de<br />
Gerardo Fulleda León, es uno de los títulos infaltables, capaz de conceder de vez en vez atención a<br />
la obra toda de este dramaturgo, gracias a puestas en escena que han ido hacia sus personajes a<br />
través de diversas épocas y proyecciones. La Caperucita Roja, de Modesto Centeno, es una<br />
adaptación que aún se lee con gozo, como si el 1943 de su estreno hubiera sucedido ayer. El gato<br />
simple, Pelusín y los pájaros, La Cucarachita Martina versionada por Estorino, han pasado también<br />
la prueba de fuego, siempre y cuando tengan directores diestros en desempolvar sus resortes. El<br />
eco de la obra de Onelio Jorge Cardoso, quien jamás firmó una sola versión de sus cuentos pero es,<br />
junto a la propia Dora Alonso y José Martí, el mayor proveedor de fábulas para nuestra escena<br />
destinadas a los niños, deja ver un agujero negro en nuestra dramaturgia concebida hacia ese<br />
auditorio: El canto de la cigarra, El cangrejo volador, La lechuza ambiciosa, han tenido y al parecer<br />
tendrán adaptaciones y reapropiaciones infinitas que, curiosamente, como digo, no provienen de una<br />
fuente estrictamente teatral. Adonde van los ríos, firmada por la muy joven actriz María Laura<br />
Germán, ha ganado el premio La Edad de Oro con su revisitación del cuento Los tres pichones, que<br />
a su vez sirve de inspiración a Los pintores, montaje muy reciente del Frente Infantil de Teatro<br />
Escambray. La eficacia de esos relatos, que apelan a la esencia de lo humano para explicarla<br />
mediante caracteres tipos: insectos, animales, etc., perdura por encima de cambios más inmediatos<br />
en nuestra cotidianidad, la cual se demora en entrar a los retablos con la dureza y exigencia que<br />
estos mismos tiempos vienen reclamándonos.<br />
A lo largo de estos cincuenta años el teatro imaginado para el público infantil y de figuras ha debido<br />
resolver, enfrentar, sufrir y contener las mismas presiones que han caído en Cuba sobre las otras<br />
zonas de la creación. Ello es cierto, y no hay que disminuir ciertas realidades para justificar la<br />
grandeza o medianía de varios puntos de su accidentada trayectoria. También es verdad, sin<br />
embargo, que ha debido resistir la fuerza de los ataques que desde una equivocada proyección<br />
didáctica, quiso reducir su concepto a meras clases ilustradas. En el conjunto de obras que hallé<br />
bajo el título de ―Teatro de Combate‖, y que escribieron por encargo varios de nuestros mejores<br />
autores durante la Crisis de Octubre con el fin de que tales piezas se representaran por aficionados<br />
en aquel momento tan arduo, hay varias dirigidas a los niños, y sorprende el mecanicismo de sus<br />
recursos, el estrecho margen imaginativo que proponen, así como la escasa gracia, el magro<br />
encanto que consiguen segregar. Que esa tendencia triunfara por un tiempo en el panorama teatral<br />
cubano, extendida por la mayor parte de la Isla a partir de 1971 y desplazando otros actos de mayor<br />
riesgo ético y estético, ha dejado una incomodidad que hoy hace difícil la lectura de mucho de lo que<br />
se añadió al catálogo de estos textos. Pensar el teatro solo como un espacio de adoctrinamiento ha<br />
sido un error frecuente en estos 50 años, y si los elementos de gozo, seducción, ingenio y calidad<br />
poética quedan fuera de lo que puede permitir una simple consigna, mal le va al teatro, a sus<br />
artistas, a su espectador, y a la larga también a sus funcionarios.<br />
La huella aportada por los Hermanos Camejo, Carril, Manet, Interián, Fernández-Acosta, Dora<br />
Carvajal, María Antonia Fariñas, Centeno, y otros maestros conectados a este quehacer de modo<br />
esporádico, a pesar de lo mucho que se ha aportado, requiere aún de mayor luz, que muestre no<br />
solo el repaso de orden histórico, sino que además especifique los contrastes, logros, alcances y