septiembre 7
septiembre 7
septiembre 7
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
fracasos de sus devenires, a fin de evitar brumosas consideraciones y rebasar el simple anecdotario.<br />
La dramaturgia que esos líderes explotaron, en una secuencia que por supuesto llega hasta hoy, nos<br />
dejaría saber mucho más acerca de todo ello. Pero es difícil organizar un mapa donde los<br />
repertorios, en algún instante, bajaban como por mandato, y atreverse a elegir un texto sobre otro<br />
podía derivar en nuevos conflictos nada teatrales. Tiempo es de que se haga una edición capaz de<br />
rescatar los clásicos aludidos y otros que, como Papobo, siguen regresando a las carteleras: ahí<br />
quedaría lo que el tiempo verdaderamente no ha deteriorado. El influjo decisivo de Javier Villafañe o<br />
Roberto Espina, el legado de Freddy Artiles en su defensa hacia estas manifestaciones, los<br />
contactos activados desde el Taller Internacional de Títeres de Matanzas y la propia ampliación del<br />
concepto del Festival de Camagüey para abarcar esta zona al desaparecer el evento que acogía a<br />
sus defensores en terreno aparte, son elementos que también hoy, a la distancia con la que miramos<br />
estos 50 años, nos debieran ahorrar ya ciertas preguntas, que lamentablemente vuelven una y otra<br />
vez a la mesa, porque desgraciadamente el empeño, por sí solo, no garantiza el reflujo de<br />
información y creatividad que debiera responderle siempre, y es por ello que el teatro cubano de<br />
títeres y para público infantil sigue girando sobre modelos que, salvo en muy contadas excepciones,<br />
no parece sacar provecho de cuanto se ha abonado en pro de todo esto. Me pregunto, por ejemplo,<br />
cuántos textos de la antología preparada por Rubén Darío Salazar bajo el título Los músicos<br />
volantes y otros amigos están ahora mismo en cartelera, satisfaciendo a quienes se quejan de la<br />
carencia de textos para representar que dinamiten convenciones y traigan a esos escenarios<br />
temáticas ausentes o arduas, ya muy necesarias. La misma interrogante me asaltó alguna vez<br />
cuando al fin la Editorial Gente Nueva puso en circulación Del clavel enamorado, en el 2003, con un<br />
amplio número de textos que esperaban su edición desde fines de los 80, acogiendo nombres como<br />
los de José Milián, Alberto Curbelo, o Salvador Lemis. Me pregunto cuántos habrán leído el<br />
excepcional libro de Paolo Beneventi que recoge una historia espléndida con exactitud, a manera de<br />
un mapa sobre el teatro creado para niños en buena parte del mundo, y editado por Tablas Alarcos<br />
hace ya algún tiempo. Todo eso influye en cómo vemos el teatro, en cuánto le exigimos. Y cómo no,<br />
también, en cuanto le exigimos.<br />
Hace poco, la revista Conjunto me solicitó el texto de Pinocho/Corazón madera, para editarlo en uno<br />
de sus números. Confieso que me sentí complacido al imaginar que una obra escrita a petición de<br />
Teatro de las Estaciones pudiera ocupar ese espacio tan prestigioso, difundiendo esta versión del<br />
cuento de Collodi incluso hacia otros cardinales, con su ironía, su mirada al mundo y al niño<br />
contemporáneo, y su duda ante la decisión final que el autor daba por segura en el momento de la<br />
publicación de su célebre historia. A diferencia de muchos colegas, no hago mención de esto para<br />
comentarles las posibles excelencias de mi curriculum, sino para confesar cuánto me animó el que la<br />
publicación mirase nuevamente al teatro de títeres y le concediera parte de sus páginas. Las mismas<br />
en las que Carucha Camejo firmó un artículo sobre el arte de las figuras en nuestro país, en los<br />
inicios de esta revista, y las mismas en las que Freddy Artiles, mucho después, rescataba a la propia<br />
Carucha, a su hermano y Pepe Carril, mencionando en un artículo polémico a no pocos de los<br />
fundadores. Y a quienes, como René Fernández, el más prolífico de nuestros autores para el mundo<br />
titeril, o Armando Morales, han dado continuidad a esa senda. Mi Pinocho es solo un punto más en<br />
tal trayectoria, a la que han llegado también, por vías diversas, Yanisbel Martínez, Maikel Chávez,<br />
Kiko Figueredo o la propia María Laura Germán. Ellos son el rostro de este teatro, 50 años después.<br />
Lo son, en cualquier sitio del mundo, para que pensemos esta historia y podamos entregárselas