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septiembre 7

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un poco alejadas de la mera investigación teatral, y más cercanas a la pasión (que considero de vital<br />

importancia en el arte) percibí también como mía.<br />

Un poco del paso a paso<br />

Nacer en Matanzas, o bien conocerla, será siempre una dicha de las más titiriteras. Recuerdo los<br />

nacientes años 90 y los portales de la calle Daoiz transformados en pequeños retablos de todos los<br />

idiomas y colores. Recuerdo la niña que era, y la mujer hermosa que era mi mamá, sujetándome de<br />

la mano entre mi incansable entrar y salir de una función a otra. Recuerdo los almuerzos sentadas<br />

en el contén, porque no había tiempo de ir a casa; y la espera impaciente, mes tras mes, por el<br />

regreso de aquellas extrañas criaturas que me embrujaban de una forma inexplicable. No recuerdo<br />

el día exacto en que supe que quería dedicarme a los títeres, tal vez porque de alguna manera<br />

siempre lo supe.<br />

Detrás de una butaca casera, y rodeada de muñecos a los que hacía hablar para un público muchas<br />

veces invisible, me recuerdo como una especie de titiritera, de juglar ―hacelo todo‖ sin saberlo. Y<br />

descubro que los inicios muchas veces ocurren en puntos comunes.<br />

Precisamente porque 50 o 60 años de historia denotan juventud en el quehacer titiritero de nuestra<br />

Isla, no podemos obviar lo acontecido, que aún circunscrito en un lapso tan corto de tiempo, en<br />

comparación con las vanguardias europeas que nos aventajan siglos - incluso en términos de<br />

colonización -, es prueba fehaciente de que la mezcla de talento y voluntad implacable es la fórmula<br />

precisa para el desarrollo de cualquier manifestación artística.<br />

Antes de que Modesto Centeno en 1943 centrara la atención sobre la dramaturgia titiritera con La<br />

Caperucita Roja, existían testimonios de la presencia en Cuba de actores ambulantes, nacionales y<br />

extranjeros. Esta forma de representación que ha caracterizado a los titiriteros desde sus orígenes:<br />

el juglar capaz de animar títeres, bailar y cantar, con el objetivo de captar la atención total del<br />

público; a la vez que puede revelarlo como súper actor, influye en la poca especialización de su arte,<br />

sobre todo cuando la historia lo coloca en el ambiente de una isla totalmente desequilibrada en<br />

cuanto a avance cultural y estabilidad económica.<br />

En el año 49 se escuchan los nombres de Carucha y Pepe Camejo, graduados de la Academia de<br />

Arte Dramático, siempre acompañados de su pequeño Guiñol. A partir de este momento la mirada<br />

se agudiza, y comienza a surgir un movimiento que se ocupa no solo de la comercialización del<br />

títere, sino de la amplificación de sus posibilidades mediante la explotación de nuevos senderos en<br />

cuanto a texto dramático, puesta en escena, animación, actuación, diseño y música. Los títeres<br />

resurgen de entre los cánones trillados, con el impulso de jóvenes actores profesionales, como la<br />

manifestación artística milenaria que son; y es a través del naciente Guiñol Nacional de Cuba, que<br />

en el año 56 se lanza un manifiesto clamando por la consolidación del movimiento titiritero de toda la<br />

Isla, en pos de rescatar las tradiciones culturales del país, y en el que se habla, por vez primera, de<br />

extender este arte más allá del público infantil.

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