La Malhora - La novela corta: una biblioteca virtual
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28<br />
—¡Ah, sabes entonces quién fue? —respondió<br />
al punto Epigmenio, benévolo como en estos<br />
casos debe serse.<br />
<strong>La</strong> <strong>Malhora</strong> lo llamó más de cerca.<br />
—¡Ah!... ¿estás segura?... ¿Sí?... Cuenta conmigo…<br />
—¿Palabra?<br />
—¡Palabra!...<br />
Un juramento sobre los Santos Evangelios<br />
no tendría más valor.<br />
—A las ocho, pues, en El Vacilón y calle... tano.<br />
Entonces Altagracia, ambliópica y digna<br />
(porque sus labios no se habían mojado todavía)<br />
se alejó por las calles sórdidas de Hojalatería.<br />
Muy antes de las ocho, convenientemente lívida<br />
y desgreñada, entró en El Vacilón.<br />
Se le hace ruedo. Cuando uno está en desgracia<br />
¡pues! le queda el consuelo de las amistades.<br />
Parece que ya corrió el rumor de que ella<br />
sabe. Da gana de preguntarla; pero ¿quién primero?<br />
Hay cosas que lo hacen vacilar a uno,