La Malhora - La novela corta: una biblioteca virtual
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50<br />
amplias y reptantes, tacón de piso—, oyeron decir<br />
un día: “Carranza y Villa vienen cerrando<br />
templos y expulsando sacerdotes”, y mirando<br />
hacer, ellas también liaron sus maletas, su piedad<br />
acrisolada y su irreprochable estupidez, metieron<br />
en un canasto un gallo y tomaron el tren,<br />
rezando: “Santo, Santo... Santo, es Dios de bondad,<br />
siendo Trino y Uno por la eternidad… Que<br />
se haga, Señor, tu voluntad...”.<br />
Y llegaron a México a la zaga de los tiburones<br />
despavoridos de la impiedad y de los dientes<br />
amarillos que fajados a la cintura y sobre el pecho<br />
venía enseñándole el muy católico y sufrido<br />
pueblo mexicano.<br />
Pasó la tormenta. Gracias a la habilidad financiera<br />
Cabrera-Carranza, los tiburones acabaron<br />
de tragarse a la familia menuda e inerme<br />
y regresaron a sus escolleras, simulando gruñidos<br />
que eran eructos de puro hartazgo.<br />
Abandonadas en la resaca, las Gutiérrez,<br />
suspirando, dijeron otra vez: “...y que se haga