La Malhora - La novela corta: una biblioteca virtual
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de yo iba pasando. Bueno, pues él, armado, armado...<br />
“¡ándale, que yo te pongo casa!” “Marcelo,<br />
yo siempre te hice a ti buen pasaje; pero<br />
tú no eres de los que le cumplen a <strong>una</strong> mujer”.<br />
“Te digo que sí. Te quito de esa vida que llevas<br />
con el borracho de tu padre”. “Mentiras, puras<br />
mentiras tuyas. Mira, mejor es que la dejemos<br />
de ese tamaño”. Y él, armado, armado... Bueno<br />
pues: hizo de mí lo que quiso. Pasó <strong>una</strong> semana,<br />
y yo callada. Pasó un mes, y yo callada. Un día<br />
no pude ya y reventé: “¿oye, Marcelo, y la casa<br />
que me prometiste?” ¡Condenados! se mofaron<br />
y se rieron de mí hasta que les dolió el estómago.<br />
“¡Ah, entonces eso era lo que tú querías!...<br />
¡Pero mira, tal por cual, que me la pagarás!...”.<br />
“Me encontré con un amigo: “Flaco, préstame<br />
tu navaja”. Y me salí a espiarlo, <strong>una</strong> noche.<br />
Andaba allá por Tenoxtitlán; la Tapatía le<br />
daba su volantín. “¡Toma hijo de la… pa que no<br />
te pierdas”. <strong>La</strong> de malas, señor practicante, se<br />
dio el reculón y el cuchillo nomás le chilló por