De la sombra ·: del dog ma - ViaSantos

Congregación, que ayudaban a Irving, empezaron a manifestar,
en la sacristía y en sus propias casas, fenómenos del "don de las
lenguas". En el siguiente mes de Octubre, en plenos oficios religiosos,
tanto por la mañana como por la tarde, interrumpieron los
extraños gritos de las personas que, entre los feligreses, caían en
incorporación. Con razón, la gente se alarmó, creyendo que aquello
era obra del demonio. Una cosa así, nunca antes había tenido
lugar. I no se podía negar evidencia, pues eran muchos los testigos.
Pudo haber una tragedia. El Pastor Irving y sus ayudantes
iban de un sitio al otro, tratando de ayudar a los feligreses en trance,
sin conocer cómo lograr el cese de lo que era un grave problema.
Algunos se retiraron apresuradamente, presas del terror.
Varias mujeres lloraban y rezaban con frenesí, implorando la intervención
de Dios. El Párroco optó por terminar los oficios y
pedir a la gente que se retirara en calma. Entre las comunicaciones
que se lograron apreciar, se pudieron escuchar antiguos cantos
religiosos, oraciones y jaculatorias lanzadas por los espíritus contra
el Pastor Irving. Particularmente esto, salió a relucir en los comentarios
de prensa que se unieron en los subsiguientes días al
escándalo. No había duda; aquello había sido obra de Lucifer. La
jerarquía eclesiástica destituyó a Irving y le pidió desocupación
del templo.
Gracias al "don de las lenguas" de uno de sus ayudantes, el
Espacio le estimuló a seguir adelante. Obtuvo otro local, arrendado,
y estableció en él una Capilla sencilla, bajo la protección
de un espíritu que dijo llamarse Apolión, que también le ayudó
a discutir con los teólogos, partiendo de esta consigna: La lucha
no es entre la Fe y el pecado, sino entre la sombra del dogma y
la luz de la raz6n.
Se discutía si Cristo tenía en sí la posibilidad de ser pecador,
o si, por el contrario, era una barrera absoluta contra las tentaciones.
Los teólogos decían, que tratar de unir a Cristo con el
pecado, era una plasfemia. Apolión inspiró a Irving para replicar
que, sin la capacidad de pecar y de resistir con éxito, Jesús no era:
de la naturaleza de los hombres, con lo cual, sus virtudes no podían
merecer admiración. En definitiva, los teólogos resolvieron
que Irving no tenía razón; pero, nunca lo demostraron. Fue entonces,
cuando creció el número de partidarios del Párroco.
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Pedro A. Barboza de La Torre - De la Sombra del Dogma, a la Luz de la Razón
El Párroco continuó el contacto logrado con los espíritus;
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