De la sombra ·: del dog ma - ViaSantos

Pedro A. Barboza de La Torre - De la Sombra del Dogma, a la Luz de la Razón
juzga que los estudios psíquicos caen dentro del dominio de la
ciencia, y por ello, es indispensable poseer un sereno criterio y
una gran dosis de sentido común para dedicarse a los trabajos
experimentales, además de un completo dominio de las leyes que
presiden a los mismos. En estas condiciones, constituyen las investigaciones
científicas un factor inapreciable para el estudio de
la ciencia del espíritu.
Contra el afán religioso de muchos espiritistas, el Espiritismo
le habla a la conciencia, y no a los sentimientos. Es una alternativa
para humanizar, y no para divinizar. Quien desee hacer progresar
su alma, puede hallar para ello una gran ayuda en el Espiritismo;
pero, si lo que busca es salvarla, como suele decirse, tendría que
pedirle eso a una: religión, y jamás a una ciencia.
Mientras tanto, los auténticos espiritistas; quienes quieren practicar
lo que Kardec denominaba "el Espiritismo bien entendido",
siguen al gran lyonés, cuando dijo: "El espiritismo será científico
o no sobrevivirá".
* * *
Existen ciertos espíritus desencarnados, que fomentan el ere·
cimiento del Espiritismo religioso. Algunos de ellos, resultan ya
muy conocidos, a través de libros medianímicos que invaden las
librerías y bibliotecas. Se han encontrado flagrantes contradicciones
entre las enseñanzas de estos espíritus y las dadas por otros
a Allan Kardec, Amalia Domingo Soler, William Crookes, León
Denis, Gabriel Delanne, Oliver Lodge, etc. Algunas de sus afir·
maciones tendrán algún día muy graves y perjudiciales consecuencias
en el Espiritismo.
El autor del presente trabajo, en ocasiones, ha advertido a
algunos de sus amigos, sobre tales circunstancias. La respuesta ha
sido, que esos espíritus tienen tanto derecho a enseñar Espiritismo,
como aquellos que hicieron sus revelaciones a Kardec, o a
Geley, o a Akzakoff. Inútil ha sido hacerles observar el rigor
comprobatorio que se siguió en los trabajos de Kardec y sus similares,
y la ligereza con que se aceptan estas otras enseñanzas.
I aún son indiferentes a lo escrito por Kardec en su libro El Evangelio
según el Espiritismo, en la página 10, cuando dice:
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