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la buena predicación gleen conjurske - Centro de Avivamiento ...

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Me atrevo a ofrecerles una ilustración <strong>de</strong> esto, <strong>de</strong> mi experiencia, citando mi diario: “Llegué a una casa,<br />

dón<strong>de</strong> estaban tres muchachos y una muchacha, evi<strong>de</strong>ntemente estudiantes. Me quedé cerca <strong>de</strong> dos horas,<br />

pero mis argumentos eran <strong>de</strong>primentes y sin ganancia, sobre todo <strong>la</strong> joven se oponía<br />

____________________________________________________________<br />

(*) “A Narrative of Many Surprising Conversions In Northampton and Vecinity”, por Jonathan Edwards;<br />

Worcester: Moses W. Grout, 1832, Pag. 12<br />

(**) “The Works of Presi<strong>de</strong>nt Edwards”, Vol. I, Pag. 605<br />

(***) “Historical Collections Re<strong>la</strong>ting to Remarkable Periods of The Success of The Gospel and Eminent<br />

Instruments Employed in Promoting It”, recolectados por John Gillies; G<strong>la</strong>sgow: Robert and Andrew<br />

Foulis, 1754, Vol. II, Pag. 169<br />

(****) “Witnessing to Jews”, por Milton B. Lindberg; Chicago: Chicago Hebrew Mission, 1951, Pag. 10<br />

fuertemente a todo lo que yo <strong>de</strong>cía. De alguna manera llegamos al tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> persecución, a lo que el<strong>la</strong> dijo,<br />

‘Si usted quiere saber algo <strong>de</strong> persecución, lea <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> los Judíos’. ‘La miré a los ojos y le pregunté<br />

(lo que ya sospechaba), ‘¿Eres Judía?’ El<strong>la</strong> dijo, ‘Si’ Le dije, ‘Yo conozco <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> los Judíos y<br />

cuando <strong>la</strong> leo llóro’ Hice una pausa y <strong>la</strong>s lágrimas empezaron a correr por mis mejil<strong>la</strong>s, pero continué<br />

mirándo<strong>la</strong> a los ojos, y dije, ‘Yo amo a los Judíos. Y Cristo ama a los Judíos’. En ese momento el<strong>la</strong> fue<br />

sobrecogida <strong>de</strong> emoción y corrió fuera <strong>de</strong>l cuarto lo más rápido que pudo, cerrando <strong>la</strong> puerta tras el<strong>la</strong>”.<br />

“Debo agregar, que se me pasó apuntar que en esa ocasión cuando yo hab<strong>la</strong>ba con el<strong>la</strong>, también el<strong>la</strong> estalló<br />

en lágrimas, cubriéndose <strong>la</strong> cara con ambas manos para escon<strong>de</strong>r<strong>la</strong>s, mientras salía corriendo <strong>de</strong>l cuarto. Si<br />

acaso el<strong>la</strong> se convirtió, no puedo <strong>de</strong>cirlo, ya que no <strong>la</strong> volví a ver otra vez. Pero lo tengo grabado como un<br />

ejemplo <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l amor que conmueve los corazones, cuando ninguna otra cosa lo hace”.<br />

Cuando lo que hab<strong>la</strong> un predicador sale <strong>de</strong> un corazón lleno <strong>de</strong> amor, sus oyentes lo sentirán y se<br />

conmoverán con esto, aunque <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> ellos no puedan explicar que fue lo que los conmovió. En el<br />

diario <strong>de</strong> John Wesley leemos, “Llegamos a Bolton como a <strong>la</strong>s cinco <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Tan pronto entramos a <strong>la</strong><br />

calle principal, percibimos que los leones en Rochdale parecían ovejas comparados con los <strong>de</strong> Bolton.<br />

Dificilmente había visto tanta ira y amargura en una criatura que llevaba <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> hombre. Nos<br />

siguieron, grotando, hasta <strong>la</strong> casa don<strong>de</strong> nos íbamos a quedar; y tan pronto entramos, tomaron posesión <strong>de</strong><br />

todas <strong>la</strong>s avenidas alre<strong>de</strong>dor, y llenaron <strong>la</strong>s calles <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do a otro. En ese momento uno <strong>de</strong> nosotros subió<br />

y nos dijo que <strong>la</strong> turba había entrado en <strong>la</strong> casa. Creyendo que mi hora había llegado, bajé entre lo más<br />

<strong>de</strong>nso <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente. Para entonces ya habían ocupado los cuartos <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta baja. Pedí una sil<strong>la</strong>. El viento<br />

se había aquietado y todo estaba calmado y tranquilo. Mi corazón estaba lleno <strong>de</strong> amor, mis ojos <strong>de</strong><br />

lágrimas y mi boca <strong>de</strong> argumentos. Ellos quedaron sorprendidos, avergonzados, <strong>de</strong>rretidos, y <strong>de</strong>voraron<br />

cada pa<strong>la</strong>bra”. (*).<br />

Pero, “Si yo hab<strong>la</strong>se lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o<br />

címbalo que retiñe” (1 Corintios 13:1). Podría comp<strong>la</strong>cer al oído, pero no conmoveré corazones ni ganaré<br />

almas.<br />

_______________________________________________________________<br />

(*) “The Journal of John Wesley”, Londres & Toronto: J. M. Dent & Sons, 1922, Vol. II, Pag. 128 (18 <strong>de</strong><br />

octubre <strong>de</strong> 1749)<br />

Pero en este, como en otros particu<strong>la</strong>res, el amor <strong>de</strong>be ser real. Debemos tener el verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>rramamiento<br />

<strong>de</strong>l amor que realmente habita en el corazón. El mejor ejemplo que yo conozco <strong>de</strong> ese amor pue<strong>de</strong><br />

encontrarse en Samuel H. Hadley, superinten<strong>de</strong>nte durante algunos años <strong>de</strong> “Jerry McAuley Water Street<br />

Mission” en Nueva York. R. A. Terry, dice <strong>de</strong> él, “Era <strong>la</strong> personificación <strong>de</strong>l amor Cristiano”. (*). J.<br />

Wilbur Chapman dice, “Es, sin embargo, el testimonio universal <strong>de</strong> aquellos que han sido mas fieles en su<br />

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