la buena predicación gleen conjurske - Centro de Avivamiento ...
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transbordadores, estaban luchando por su vida. La tierra y <strong>la</strong> ribera se veía negra con tantos hombres y<br />
caballos; y por todo un trecho <strong>de</strong> doce mil<strong>la</strong>s no ví a ningún hombre trabajando en el campo, parecía que no<br />
había nadie.” (*).<br />
Por más <strong>de</strong> treinta años, Whitefield predicó día tras día, algunas veces dos y tres predicaciones diarias y<br />
generalmente a muchos miles <strong>de</strong> gentes.<br />
Por más <strong>de</strong> cincuenta años, John Wesley predicó dos y tres veces diarias, y en los breves comentarios que<br />
hace al principio <strong>de</strong> sus diarios, constantemente leemos <strong>de</strong> “una inmensa multitud”, “una enorme multitud”,<br />
“miles y miles” congregándose para escuchar su <strong>predicación</strong>. Y entiéndase que <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong>l tiempo estas<br />
multitu<strong>de</strong>s no estaban sentados en un edificio cómodo, sino <strong>de</strong> pié bajo un cielo abierto, sí, muy seguido, <strong>de</strong><br />
pié durante una hora con <strong>la</strong> lluvia cayendo sobre sus cabezas, para escuchar predicar a este hombre <strong>de</strong> Dios.<br />
Cuando C. H. Spurgeon empezó a predicar en Londres, muy pronto su nueva Capil<strong>la</strong> <strong>de</strong> Park Street, llegó a<br />
llenarse hasta <strong>la</strong> asfixia. Se hicieron arreglos para ampliar<strong>la</strong>, mientras él predicaba en el gran “Exeter Hall”.<br />
Pero ahí, igualmente, se llenó hasta <strong>la</strong> sofocación, y Spurgeon escribió en esa ocasión, “Yo estoy siempre<br />
ahí pero <strong>la</strong> gente insiste hasta morir que les <strong>de</strong>je oír mi voz. Es muy extraño que tal po<strong>de</strong>r salga <strong>de</strong> un<br />
cuerpo tan pequeño que llena “Exeter Hall” hasta <strong>la</strong> asfixia y bloquea <strong>la</strong> Strand, para que los peatones<br />
tengan que <strong>de</strong>sviarse y todo el <strong>de</strong>más tráfico esté <strong>de</strong>tenido.<br />
Creo que yo podría asegurar una gran audiencia en lo profundo <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche y bajo una fuerte nevada”. (**).<br />
_____________________________________________________________<br />
(*) “Appendix to George Whitefield Journals”, “The Banner of Truth Trust”, 1960, Pags. 561-562.<br />
(**) “C. H. Spurgeon’s Autobiography”, recopi<strong>la</strong>da por su esposa y su secretaria privada; Londres:<br />
Passmore & A<strong>la</strong>bastger, Vol. II, 1898, Pag. 99.<br />
A<strong>de</strong>más, “el Señor bendijo <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra más y más para <strong>la</strong> conversión <strong>de</strong> los oyentes, y “Exeter Hall” estuvo<br />
atestada durante todo el tiempo <strong>de</strong> nuestra permanencia. Regresar a <strong>la</strong> calle <strong>de</strong> New Park, aunque ampliada,<br />
era como intentar meter el mar en una cafetera. Estábamos más incómodos que antes. Negar <strong>la</strong> entrada a<br />
muchos cientos fue <strong>la</strong> necesidad general si no <strong>la</strong> necesidad universal y aquellos que sí podían entrar, no<br />
estaban nada mejor, ya que <strong>la</strong> multitud era <strong>de</strong>nsa en extremo, y el calor algo terrible aún al recordarse”. (*).<br />
D. L. Moody constantemente contrataba el edificio más gran<strong>de</strong> disponible para sus reuniones, o levantaba<br />
edificios temporales que pudieran contener a miles <strong>de</strong> gentes. Su po<strong>de</strong>r para atraer a <strong>la</strong> gente pue<strong>de</strong><br />
ilustrarse con el siguiente inci<strong>de</strong>nte. Una vez él contrató un gran auditorio en Chicago para unas reuniones a<br />
<strong>la</strong>s diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana y tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Hizo esto a pesar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s objeciones <strong>de</strong> casi todos, ya que nadie<br />
esperaba que pudiera atraer tal multitud en horas <strong>de</strong> trabajo. R.A. Torrey dice, “La primer mañana <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
reuniones, fui al auditorio media hora antes <strong>de</strong> <strong>la</strong> hora programada, e iba con temor y gran preocupación;<br />
pensaba que el auditorio no estaría ni remotamente lleno. Cuando llegué para mi sorpresa, había una hilera<br />
<strong>de</strong> cuatro fi<strong>la</strong>s que se extendía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle ‘Congress’ hasta <strong>la</strong> avenida ‘Wabash’, luego un<br />
espacio para <strong>de</strong>jar pasar el tráfico y luego otra manzana y así sucesivamente. Entré por <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> atrás y<br />
ahí había personas pidiendo que los <strong>de</strong>jaran entrar. Cuando se abrieron <strong>la</strong>s puertas al público, a <strong>la</strong> hora<br />
anunciada, teníamos un cordón <strong>de</strong> veinte policías para guardar el or<strong>de</strong>n, pero <strong>la</strong> multitud era tan gran<strong>de</strong> que<br />
barrieron con los policías y el edificio se llenó con ocho mil personas, antes <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r cerrar <strong>la</strong>s puertas. Y<br />
pienso que afuera se quedaron otras tantas”. (**).<br />
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