Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso - Biblioteca ...
Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso - Biblioteca ...
Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso - Biblioteca ...
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Las</strong> <strong>mujeres</strong> <strong>de</strong> S<strong>en</strong><strong>de</strong>ro <strong>Luminoso</strong> 19<br />
<strong>de</strong>bido batallar por años para limpiar sus nombres. Muchos <strong>de</strong> ellos, sin<br />
embargo, no son inoc<strong>en</strong>tes. Con su pres<strong>en</strong>cia, la mujer dice que algo anda<br />
mal aquí. Es algo sobrecogedor, que confiere a S<strong>en</strong><strong>de</strong>ro <strong>Luminoso</strong> un<br />
extraño po<strong>de</strong>r, fuera <strong>de</strong> este mundo. Algo más allá <strong>de</strong> toda compr<strong>en</strong>sión.<br />
Yo tampoco llego a compr<strong>en</strong><strong>de</strong>rlo. Es difícil sost<strong>en</strong>er la mirada <strong>de</strong> Betty.<br />
Mi<strong>en</strong>tras escucho su historia <strong>en</strong> este auto, cali<strong>en</strong>te como un horno, hay algo<br />
que no quiero imaginar: a Betty esperando <strong>en</strong> la plaza, mi<strong>en</strong>tras sus<br />
compañeros arrastran a un hombre y lo colocan a sus pies para un "juicio<br />
popular". Como La Chata, Betty ti<strong>en</strong>e una grácil belleza. Como a Maritza, el<br />
sol infundiría tonos rojizos <strong>en</strong> su cabello negro. Como ellas, Betty ha hecho<br />
su elección. Ella no es la espectadora pasiva, ni siquiera una más <strong>de</strong> la banda,<br />
sino qui<strong>en</strong> aprieta el gatillo mi<strong>en</strong>tras se inclina, como una p<strong>en</strong>it<strong>en</strong>te, para<br />
colocar otra estrella <strong>en</strong> la ban<strong>de</strong>ra roja <strong>de</strong> la Guerra Popular.<br />
* * *<br />
Durante tres días, Betty y su amiga esperaron <strong>en</strong> la casa <strong>de</strong> un<br />
campesino. Un hombre y una mujer vinieron a preguntarles si sus<br />
int<strong>en</strong>ciones eran serias. "Me volví aún más <strong>de</strong>cidida", recuerda. "Estaba<br />
haci<strong>en</strong>do algo que yo sabía era <strong>de</strong>masiado difícil para otros. Eso me hizo<br />
s<strong>en</strong>tir fuerte y madura".<br />
Los camaradas estaban conmocionados. Betty y su amiga eran las más<br />
jóv<strong>en</strong>es que se habían unido jamás a la unidad. Al comi<strong>en</strong>zo, acampar era<br />
como un juego. Betty había ido antes <strong>de</strong> paseo al campo, pero <strong>en</strong> el fondo <strong>de</strong><br />
su corazón era una citadina, acostumbrada a la cercanía <strong>de</strong> su plazuela y su<br />
iglesia con torres. Algunas veces <strong>de</strong>bían subir y bajar empinadas quebradas<br />
durante doce horas. Era ext<strong>en</strong>uante. Betty fantaseaba con <strong>de</strong>smayarse al lado<br />
<strong>de</strong> las corri<strong>en</strong>tes que cortaban el paso. Pero no lo hizo. Sus piernas se<br />
hicieron fuertes, sus pulmones también. De noche, el brillo <strong>de</strong> las