JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...
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Hatamah, está destinado a los judíos y a los cristianos; el séptimo se llama Hauiyah, y ha sido preparado<br />
para los hipócritas. El más tolerable de todos es el primero: contiene mil montañas de fuego, en cada<br />
montaña, setenta mil ciudades de fuego, en cada ciudad, setenta mil castillos de fuego, en cada castillo,<br />
setenta mil casas de fuego, en cada casa, setenta mil lechos de fuego, y en cada lecho, setenta mil formas<br />
de tortura. En cuanto a los otros infiernos, nadie conoce sus tormentos, salvo Alá el misericordioso.<br />
Libro de las Mil y Una Noches, noche 493.<br />
LA CADENA ILUSORIA<br />
Si el mundo externo fuera algo más que una magia, sería indestructible. El mundo es irreal. Las cosas<br />
vacías engendran cosas vacías; el culto de un Buddah ilusorio confiere un mérito ilusorio; el asesinato de un<br />
fantasma proyecta dolores imaginarios en infiernos mágicos.<br />
L. de la Vallée Poussin, Bouddhism (1909).<br />
LA INTERPRETACION DEL HORROR<br />
La tiniebla es un espejo sombrío donde el condenado ve sus delitos; en todas partes su remordimiento se<br />
yergue; a lo largo del lúgubre camino, cada cual ve su crimen (y lo demás es quimera); el mismo espectro<br />
hace decir a Nerón: «Madre mía», y gritar: «Hermano», a Caín.<br />
Víctor Hugo, Inferi, La Légende des siècles (1883).<br />
LOS CINCO MENSAJEROS<br />
A través de las cinco regiones de la transmigración -la existencia divina y humana, la región de los<br />
espectros, el reino animal y los infiernos- nos llevan las consecuencias de nuestras obras. A los justos, el<br />
esplendor paradisíaco los espera. Al impío los guardianes del infierno lo conducen ante el trono del rey<br />
Yama; éste le pregunta si nunca vio, durante su permanencia en la tierra a los cinco mensajeros que envían<br />
los dioses para prevenir al hombre; las cinco personificaciones de la debilidad y del dolor humano: el niño, el<br />
viejo, el enfermo, el criminal que expía su pena, el muerto. Por cierto los ha visto. El rey le dice: Y cuando<br />
llegaste a la edad madura no pensaste, oh hombre, en ti mismo; no te dijiste: Yo también padezco el<br />
nacimiento, la vejez, la muerte. Quiero haccr el bien por el pensamiento, por las palabras, por los actos. Pero<br />
el hombre responde: No fui capaz, Señor. Entonces el rey Yama le dice: Esas malas obras te pertenecen; no<br />
es tu madre quien las ha hecho, ni tu padre, ni tu hermano, ni tu hermana, ni tus amigos ni consejeros, ni la<br />
gente de tu sangre, ni los ascetas, ni los Brahamanes, ni los dioses. Tú hiciste esas malas obras, tú debes<br />
recoger el fruto. Y los guardianes del infierno lo arrastran al lugar de los suplicios. Lo encadenan con fierros<br />
candentes, lo arrojan en lagos de sangre abrasadora, lo torturan sobre montañas de carbones en llamas, y<br />
no muere hasta haber expiado la última parcela de su culpa.<br />
Devadûta-Sutta.<br />
EL QUE ESPERA<br />
Tenía yo un tío anciano, que pensaba en forma rectilínea. Un día me detuvo en la calle y me preguntó:<br />
¿Sabes cómo atormenta el Diablo a los réprobos? Ante mi respuesta negativa, dijo: Los hace esperar. Dicho<br />
esto, prosiguió su camnino.<br />
C. G. Jung, Ulises (1933).<br />
LAS FORMAS DEL INFIERNO<br />
Es imposible describir las caras de los réprobos, si bien es cierto que las de aquellos que pertenecen a una<br />
misma sociedad infernal son bastante parecidas. En general son espantosas y carecen de vida, como las<br />
que vemos en los cadáveres; pero algunas son negras y otras refulgen como antorchas; otras abundan en<br />
granos, en fístulas, en úlceras; muchos condenados, en vez de cara, tienen una excrecencia peluda, u ósea;<br />
de otros, sólo se ven los dientes. También los cuerpos son monstruosos. La fiereza y la crueldad de sus<br />
mentes modelan su expresión; pero cuando otros condenados los elogian, los veneran y los adoran, sus<br />
caras se componen y dulcifican por obra de la complacencia.