JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...
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En este mundo inteligible, todo es trasparente; en él, ninguna sombra limita la vista; allí todas las esencias se<br />
ven y se penetran unas a otras en la más íntima profundidad de la naturaleza. La luz encuentra luz por todas<br />
partes. Cada ser comprende en sí mismo el mundo inteligible en su integridad, y lo ve igualmente íntegro,<br />
total, en un ser cualquiera. Allí, todas las cosas están en todas partes; cada cosa, allí, es todo, y todo es<br />
cada cosa; allí refulge un esplendor infinito. Toda cosa es allí grande, pues hasta lo pequeño es grande allí.<br />
Ese mundo tiene su sol y sus estrellas; cada estrella es el sol y todas las estrellas; cada una, al mismo<br />
tiempo que brilla con fulgor propio refleja la luz de las demás. Allí reina un movimiento puro: porque lo que<br />
produce el movimiento, como no es extraño a él, no lo turba. El reposo, allí, es perfecto, porque ningún<br />
principio de agitación se mezcla en él. Lo bello es completamente bello porque no reside en lo que no es<br />
bello -es decir, en la materia-; cada una de las cosas que son en el cielo, en lugar de reposar en una base<br />
ajena, tiene su asiento, su origen y su principio en su esencia misma y no difiere de la región que habita,<br />
porque tiene por sustancia a la Inteligencia y es, a su vez, inteligible.<br />
Para concebir todo esto, imaginémonos que este cielo visible es una pura luz que engendra todos los astros.<br />
Aquí abajo, una parte, sin duda, no podría nacer de otra; cada parte tiene su existencia individual. En el<br />
mundo inteligible, por el contrario, cada parte nace del todo, es a la vez cada parte y el todo: allí donde<br />
aparece la parte, el todo se revela. El Lynceo de la fábula, cuya mirada pasaba de claro las mismas entrañas<br />
de la tierra, no es sino símbolo de la vida celeste. Allí, el ojo contempla sin fatiga, y el deseo de contemplar<br />
es insaciable, porque no supone un vacío que haya que colmar, una necesidad cuya satisfacción lleve<br />
aparejado disgusto. En el mundo inteligible, los seres no difieren unos de otros de suerte que lo que<br />
pertenezca a uno no convenga a otro. Allí, por lo demás, todos son indestructibles. Si son insaciables en la<br />
contemplación, es en el sentido de que la saciedad no les mueve a desdeñar aquello que les ahita. Cuanto<br />
más ve cada uno de ellos, ve mejor. Al verse a sí mismo infinito, así como a los objetos que se ofrecen a sus<br />
miradas, cada cual sigue su naturaleza. Allá arriba, la vida, como pura que es, no es un trabajo. ¿Cómo<br />
puede ofrecer fatiga alguna la mejor vida? Esa vida es la sapiencia; sapiencia que, como quiera que es<br />
eterna no se adquiere por medio de razonamiento, y, como perfectamente completa, no exige ninguna<br />
busca. En la sapiencia primera, que de ninguna otra se deriva, que es esencia, que no es una cualidad<br />
adventicia de la inteligencia: así, no hay ninguna que le sea superior. En el mundo inteligible, la Ciencia<br />
absoluta acompaña a la Inteligencia, porque aparece con ella, del mismo modo que la Justicia se nos<br />
muestra entronizada a la par de Júpiter. Todas las esencias son en el mundo inteligible como otras tantas<br />
estatuas visibles por sí mismas y cuyo espectáculo depara a los espectadores una felicidad inefable.<br />
Plotino, Enéadas, V, 4 (siglo III).<br />
EL RIO<br />
Cuando les llegó la hora de vadear el río de la muerte, fueron los dos a la ribera. Las últimas palabras del<br />
señor Desaliento fueron: Adiós, noche; bienvenido el día. Su hija entró cantando en el agua, pero nadie<br />
comprendió su canto.<br />
John Bunyan, The Pilgrim's Progress (1678).<br />
INFIERNO, CIELO Y TIERRA<br />
El infierno es la patria de lo irreal y de los buscadores de la dicha. Es un refugio para quienes huyen del<br />
cielo, que es la patria de los amos de la realidad, y para quienes huyen de la tierra, que es la patria de los<br />
esclavos de la realidad.<br />
Bernard Shaw, Man and Superman (1903).<br />
UN DIABLO MELODIOSO<br />
En los senderos grises del invierno<br />
están las plantas del Jardín Botánico<br />
donde canta un zorzal dulce y tiránico<br />
que podría agravar cualquier infierno<br />
con su canto mecánico.<br />
Silvina Ocampo, Poemas de amor desesperado (1949).