JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...
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RESURRECCION DE LA CARNE<br />
Solamente resucitará lo que es necesario para la realidad de la naturaleza.<br />
Todo lo que se ha dicho de la intgeridad de los hombres después de la resurrección, debe referirse a lo que<br />
perenece a la realidad de la naturaleza humana; porque lo que no pertenece a la verdad de la naturaleza<br />
humana, no será restaurado en los hombres resucitados: de otro modo sería necesario que todos los<br />
hombres fuesen de una magnitud extraordinaria, si todos los alimentos convertidos en carne y sangre fuesen<br />
restaurados. Es así que sólo se atienden a la verdad de cada naturaleza según su especie; luego las partes<br />
del hombre que son consideradas según su especie y su forma, se encontrarán todas íntegramente en los<br />
hombres resucitados, como las partes orgánicas y las partes cosemejantes, como la carne, los nervios y<br />
todas las cosas de este género que entran en la composición de los órganos. No toda la materia que haya<br />
estado en estas partes durante su estado natural será restaurada, sino sólo la que baste para la integridad<br />
de la especie de estas partes. Sin embargo, el hombre no dejará de ser numéricamente el mismo en su<br />
integridad, aun cuando no resucite todo lo que materialmente haya estado en él. En efecto; es evidente que<br />
el hombre en esta vida es numéricamente el mismo desde el principio hasta el fin.<br />
Sin embargo, lo que está materialmente en él bajo la especie de las partes, no queda lo mismo, sino que<br />
está sujeto a pérdida o incremento, a la manera que el fuego se conserva por él mismo por la adición de la<br />
leña, a medida que se consume; el hombre está entero cuando se conservan la especie y la cuantidad<br />
convenientes de la especie.<br />
Santo Tomás de Aquino, Brevis summa de fide, CLIX.<br />
UN ENCUENTRO EN EL CIELO<br />
-Bueno -dije- imagine una madre joven que haya perdido a su hija, y...<br />
-¡Sh! -me dijo-. Mire.<br />
Había una mujer. Tenía el pelo gris; no era joven. Caminaba despacio, con la cabeza inclinada y las alas<br />
mustias, caídas; estaba llorando y parecía muy cansada, la pobre. Pasó de largo, con la cabeza inclinada y<br />
las lágrimas corriéndole por el rostro; no nos vio. Entonces nos dijo Sandy en voz baja y dulce, con mucha<br />
compasión:<br />
-Busca a su hija. No, creo que la encontró. Dios mío, cómo ha cambiado. La reconocí en seguida, aunque<br />
desde hace veintisiete años no la veo. Era una madre joven, de veintidós o veinticuatro años, más o menos,<br />
y fresca, y linda, y dulce. Toda su alma y todo su corazán estaban entregados a esa hijita, una chica de dos<br />
años. La chica murió y la madre creyó enloquecer de pena. Su consuelo era saber que vería de nuevo a su<br />
hija, en el Cielo. «Para no volver a separarse.» Lo decía y lo repetía: «Para no volver a separarse.» Las<br />
palabras la hacían feliz. En mi lecho de muerte, hace veintisiete años, me pidió que buscara en seguida a su<br />
hija, y que le dijera que ella vendría pronto, muy pronto. Lo esperaba y lo creía.<br />
-Me da lástima, Sandy.<br />
Por un rato no dijo nada; siguió sentado, mirando el suelo, pensando. Después dijo, con melancolía:<br />
-Ahora vino.<br />
-¿Y qué pasó?<br />
-Tal vez no encontró a su hija; yo creo, sin embargo que la encontró. En la imaginación de la madre, la chica<br />
no había cambiado; era igual a cuando la mecían en los brazos. Pero aquí, la hija no optó por ser una chica.<br />
Optó por crecer. Y en estos veintisiete años ha aprendido toda la ciencia que puede aprenderse, y ha<br />
estudiado y aprendido, más y más, sin importársele nada de lo que no fuera estudio. Ha pasado todo el<br />
tiempo aprendiendo, y discutiendo problemas científicos con personas como ella.<br />
-¿Y?<br />
-¿No ves, Stormfield? Su madre sólo entiende de grosellas, y de cómo cuidarlas, cosecharlas y venderlas.<br />
De nada más. Con su hija no se acompañaban mejor que una tortuga de pantano y un ave de paraíso. La<br />
pobre buscaba una niña para mecer en sus brazos; creo que habrá tenido una desilusión.<br />
-¿Qué harán, Sandy? ¿Seguir desdichadas, para siempre, en el cielo?<br />
-No, se avendrán y se arreglarán una con otra, poco a poco. Pero no este año, ni el próximo. Poco a poco.<br />
Mark Twain, Captain Stormfield's Visit to Heaven (1909).<br />
EL MUNDO DE LAS FORMAS