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JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...

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ni siquiera una vieja cree en estas inepcias, Lucrecio confesaba que estas ideas impresionaban<br />

profundamente a la gente; decía que su misión era destruirlas.<br />

Es pues verdad que aun entre los más humildes del pueblo algunos se reían del Infierno y otros lo temían.<br />

Para unos Cerbero, las furias y Plutón eran fábulas ridículas; otros no cesaban de llevar ofrendas a los<br />

Dioses infernales. Era como entre nosotros.<br />

Et quocumque tamen miseri venere, parentant<br />

Et nigras mactant pecudes, et Manibus divis<br />

Inferias mittunt, multoque in rebus acerbis<br />

Acrium attmitunt animos ad religionem.<br />

Algunos filósofos que no creían en las fábulas de los infiernos, querían que el vulgo fuera contenido por esa<br />

creencia. Así Timeo de Locris, y Polibio, el historiador político. El Infierno, dice este último, es inútil a los<br />

sabios, pero conveniente al insensato vulgo.<br />

Es bastante sabido que la ley del Pentateuco nunca anunció un Infierno. Tados los hombres estaban<br />

sumidos en este caos de contradicciones y de incertidumbres cuando Jesucristo vino al mundo. Confirmó la<br />

antigua doctrina del Infierno; no la doctrina de los poetas paganos ni la de los sacerdotes egipcios, pero la<br />

que adoptó el cristianismo y a la que todo debe ceder. Anunció un reino por venir y un Infierno interminable.<br />

En Cafarnaum, Galilea, dijo expresamente: «Aquel que llame a su hermano Raca será condenado por el<br />

sanhedrin; pero aquel que lo llame loco será condenado al gehenei hinnon, gehena del fuego.»<br />

Esto prueba dos cosas: Primero, que Jesucristo no quería que se dijeran injurias; porque sólo le<br />

correspondía a él, como maestro, llamar a los fariseos prevaricadores raza de víboras.<br />

Después, que aquellos que injurian a su prójimo merecen el Infierno; pues el gehena del fuego estaba<br />

situado en el valle de Hinnon, donde antaño quemaban a las víctimas de Moloch; y gehena significa el fuego<br />

infernal.<br />

En otro lugar dice: «Y todo aquel que escandalizare a uno de estos pequeñitos que crean en mí: más le<br />

valdría que se le atase al cuello una piedra del molino, y se le echara en la mar.<br />

«Y si tu mano te escandalizare, córtala: más te vale entrar manco en la vida, que tener dos manos, e ir al<br />

Infierno, al fuego que nunca se puede apagar.<br />

«Y si tu pie te escandaliza, córtalo: más te vale entrar cojo en la vida eterna, que tener dos pies, y ser<br />

echado en el Infierno, al fuego que nunca se puede apagar.<br />

«Y si tu ojo te escandaliza, córtalo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que tener dos ojos, y ser<br />

arrojado en el fuego del Infierno.<br />

«Porque todos serán salados con fuegos, y toda victima será salada con sal.<br />

«Buena es la sal; mas si la sal fuera desabrida, ¿con qué la adobaréis? Tened sal en vosotros; y tened paz<br />

los unos con los otros.»<br />

En el camino a Jerusalén dijo: «Y cuando el padre de familias hubiere entrado, y cerrado la puerta, vosotros<br />

estaréis fuera, y comenzaréis a llamar a la puerta diciendo: Señor, ábrenos: y él os responderá, diciendo: No<br />

sé de dónde sois vosotros.<br />

«Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti comimos y bebimos, y en nuestras plazas enseñaste.<br />

«Y os dirá: No sé de dónde sois vosotros: apartaos de mí todos los obreros de la iniquidad.<br />

«Allí será el llorar y el crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, y a Isaac, y a Jacob y a todos las profetas<br />

en el reino de Dios, y vosotros excluidos.»<br />

A pesar de las positivas declaraciones emanadas del Salvador del género humano, que prometen el castigo<br />

eterno a quienes no pertenezcan a nuestra Iglesia, Orígenes y algunos otros no han creído en la eternidad<br />

de las penas.<br />

Los socinianos las repudian, pero están fuera del seno de la Iglesia. Los luteranos y los calvinistas, aunque<br />

alejados del seno, admiten un Infierno sin fin.<br />

Desde que los hombres vivieron en sociedad, debieron de comprender que muchos culpables escapaban a<br />

la severidad de las leyes; éstas castigaban los crímenes públicos; hubo que poner una valla a los crímenes<br />

secretos; sólo la religión podía hacer esta valla. Los persas, los caldeos, los egipcios, los griegos, imaginaron<br />

castigos para después de la vida; y de todos los pueblos antiguos que conocemos, los judíos, como ya lo<br />

hemos observado, fueron los únicos que tan sólo admitieron castigos temporales. Es ridículo creer o simular<br />

creer, fundándose en algunos textos oscuros, que la existencia del Infierno era reconocida por las antiguas<br />

leyes hebreas, por el Levítico, por el Decálogo, ya que el autor de estas leyes no dice una sola palabra que<br />

se refiera a los castigos de la vida futura. Habría derecho de decir al redactor del Pentateuco: Eres un<br />

hombre inconsecuente y sin probidad, como desprovisto de sentido, muy indigno del título de legislador que

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