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JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...

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mención del dolor del alma, porque bien se entiende ser consecuencia legítima, aunque no lo exprese, de<br />

que estando el cuerpo atormentado así el alma ha de sentir también los tormentos de la ya estéril e<br />

infructuosa penitencia; por cuanto leemos asimismo en el Testamento Viejo que «el castigo de la carne del<br />

impío es el fuego y el gusano» 46 . Pudo más resumidamente decir el castigo del impío, ¿por qué dijo de la<br />

carne del impío, sino porque uno y lo otro, esto es, el fuego y el gusano serán la pena y el tormento de la<br />

carne, o si quiso decir el castigo de la carne, por qué ésta será la que se castigará en el hombre, esto es, el<br />

haber vivido según los impulsos de la carne, y por esto también caerá en la muerte segunda, que significó el<br />

Apóstol 47 diciendo: si vivieses según la carne, moriréis? Escoja cada uno lo que más le agradare, o<br />

atribuyendo el fuego al cuerpo, y al alma el gusano, lo uno propiamente, y lo otro metafóricamente, o lo uno<br />

y lo otro propiamente al cuerpo; porque ya bastantemente queda arriba averiguado que pueden los animales<br />

vivir también en el fuego sin consumirse, y en el dolor sin morirse, por alta providencia del Creador<br />

Omnipotente, a quien el que negare que esto le es posible, ignora que de él procede todo lo que es digno de<br />

admiración en todas las cosas naturales.<br />

San Agustín, Ciudad de Dios, 4. XXI, IX, 321.<br />

CIELO PARA LOS OSOS<br />

¡No seas un ateo, un oso impío que reniega de su Creador, un oso sin Dios!<br />

Sí, el universo tiene un creador.<br />

En lo alto el sol y la luna, las estrellas también (con o sin cola) son el reflejo de su Omnipotencia.<br />

En lo profundo, el mar y la tierra son el eco de su gloria, y toda criatura celebra sus esplendores.<br />

Hasta el piojo más pequeño, que en la barba del peregrino participa en sus piadosos trabajos, canta la<br />

alabanza del Eterno.<br />

Ahí arriba, en la estrellada bóveda, sobre un trono de oro, un enorme oso blanco rige majestuosamente los<br />

mundos.<br />

Inmaculada y blanca como la nieve resplandece su piel; ciñe su testa una corona de diamantes, que ilumina<br />

todos los cielos.<br />

En su rostro están la armonía y las mudas proezas del pensamiento; apenas levanta su cetro las esferas<br />

retumban, cantan.<br />

A sus pies reposan los osos bienaventurados que en la tierra padecieron con resignación; en las venerables<br />

patas ostentan las palmas del martirio.<br />

A veces uno salta, otros lo siguen, como impelidos por el Espíritu Santo; y, he aquí, todos bailan el minué<br />

más solemne. ¿Yo, indigno Atta Troll, participaré alguna vez en esa ventura y ascenderé del Valle de<br />

Lágrimas al alto reino de la dicha?<br />

¿Yo, indigno pecador, ahí arriba, en la bóveda estrellada, danzaré, borracho de cielo, con la aureola, con la<br />

palma, ante el trono de Dios?<br />

Heinrich Heine, Atta Troll, VIII (1841-1842).<br />

EL SECTARIO<br />

No concibo el Paraíso sin mi Emperador.<br />

León Bloy, L'Ame de Napoleón.<br />

EL REVERSO<br />

Aterradora idea de Juana acerca del texto Per speculum in aenigmate: «Los placeres de este mundo serían<br />

los suplicios vistos al revés, en un espejo.»<br />

León Bloy, Le Vieux de la Montagne.<br />

SU INVENTOR<br />

Mi padre solía decirme: Piensa en un ser capaz de inventar el infierno.<br />

46 Eclesiastés, cap. VII.<br />

47 Romanos, cap. VIII.

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