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JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES - Lengua ...

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LAS LLAMAS DE SU VISION<br />

Beda, en su Historia Eclesiástica de la Nación Inglesa, recoge la visión de Fursa, monje irlandés que había<br />

convertido a muchos sajones. Fursa vio el infierno: una hondura llena de fuego. El fuego no lo quema; un<br />

ángel le explica: «No te quemará el fuego que no encendiste.» En el purgatorio, los demonios arrojan contra<br />

él un ánima en llamas. Esta le quema el rostro y un hombro. El ángel le dice: «Ahora te quema el fuego que<br />

encendiste. En la tierra robaste la ropa de ese pecador; ahora su castigo te alcanza.» Pursa, hasta el día de<br />

su muerte, llevó en el mentón y en un hombro los estigmas del fuego de su visión.<br />

J.L. Borges y Delia Ingenieros, Antiguas literaturas germánicas (1951)<br />

UN ESPERANZADO<br />

¡Oh bienaventurado purgatorio!<br />

M. de Saci (1613-84), en su lecho de muerte.<br />

UN FUEGO ESPECIAL<br />

Los hombres tienen noticias, por los libros de los sabios y por las canciones de los poetas, de aquel río de<br />

fuego cuyos ardientes meandros rodean varias veces las ciénagas de la Estigia. Que todo ello está<br />

reservado para los suplicios eternos es cosa sabida por las indicaciónes de los demonios y por los oráculos<br />

de los poetas. He ahí por qué el mismo Júpiter jura con respeto por las riberas ígneas y por el abismo<br />

sombrío; sabe de antemano qué castigo ha sido reservado a él y a sus adeptos y tiembla de horror. Estos<br />

tormentos no tendrán ni medida ni término. Ahí, un fuego inteligente, quema los miembros y los restaura, los<br />

desgarra y los alimenta. De igual manera que el fuego del rayo toca los cuerpos sin destruirlos y que los<br />

fuegos del Etna, del Vesubio y otros semejantes arden por siempre sin agotarse, así este fuego vengador no<br />

se mantiene en desmedro de lo que roe, sino que devora los cuerpos y se alimenta sin consumirlos.<br />

Minucio Félix, Octavius (siglo II).<br />

DEL CIELO, DEL INFIERNO Y DEL MUNDO<br />

El cielo es la obra de los mejores y más bondadosos hombres y mujeres. El infierno es la obra de los<br />

presumidos, de los pedantes y de los que se dedican a decir verdades. El mundo es un intento de<br />

sobrellevar a unos y a otros.<br />

Samuel Butler, Note-Books (1912).<br />

ELECCION DEL CIELO O DEL INFIERNO<br />

Oye: imagina que te ha llegado la hora de morir. Estás solo y muy débil, y agonizas mientras el viento agita<br />

el estrecho río que atraviesa tus amplias tierras. Hay un silencio y luego una voz te dice: Uno de estos paños<br />

es el cielo, el otro el infierno. Elige uno para siempre; yo no te diré cual; tu lo dirás, con tu propia fuerza.<br />

¡Míralos bien! Y tú, mi señor, abres los ojos y al pie de tu lecho familiar ves un gran ángel de Dios, con nunca<br />

vistos colores en las alas y en los brazos abiertos y contra una luz que viene del fondo del cielo, mostrándolo<br />

bien y haciendo que sus órdenes sean como órdenes de Dios, y sosteniendo en las manos los lienzos. Uno<br />

de estos extraños lienzos es azul y alargado y el otro breve y rojo, y nadie puede decir cual es el mejor.<br />

Después de una despavorida media hora, exclamas: ¡Que Dios me ampare! ¡El color del cielo! ¡El azul! El<br />

ángel dice: El infierno. Tal vez entonces te revuelves en el lecho y gritas a cuantas personas te quisieron:<br />

¡Ah Cristo, si yo hubiera sabido, sabido!<br />

William Morris, The Defense of Guenevere (1858).<br />

UNA ARAÑA MUY GRANDE<br />

He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un hombre y que<br />

pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados.<br />

Feodor Dostoievski, Los poseídos (1871-2).

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