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Jesus el Hijo del Hombre.pdf

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por segunda vez y en la esfera de luz de mi rev<strong>el</strong>ación aparecieron siete hombres con vestiduras blancas, en<br />

derredor d<strong>el</strong> Maestro; cuando los hube mirado fijamente, reconocí en uno de <strong>el</strong>los al ladrón que fue<br />

crucificado a la derecha de Jesús.<br />

Pasada la medianoche se retiró Jesús de mi hogar acompañado de sus amigos.<br />

UNA VIUDA DE GALILEA<br />

Jesús <strong>el</strong> cru<strong>el</strong><br />

Mi hijo, primogénito y- único, cultivaba nuestro campo y se sentía muy alegre y conforme en su trabajo,<br />

hasta <strong>el</strong> día en que oyó a aqu<strong>el</strong> hombre que llamaban Jesús predicar a la multitud; entonces se transformó<br />

instantáneamente, como si algún espíritu extraño y maligno lo hubiese dominado. Dejó <strong>el</strong> campo y <strong>el</strong><br />

huerto, y me dejó a mí también, y se hizo haragán, viviendo entre mendigos: Este Jesús <strong>el</strong> Nazareno es un<br />

individuo malo, pues, ¿qué hombre bueno separa a un hijo de su madre?<br />

Lo último que me dijo mi hijo fue lo siguiente:<br />

-Me voy como uno de sus apóstoles al norte, porque he reconstruido <strong>el</strong> edificio de mi vida sobre la roca<br />

d<strong>el</strong> Nazareno. Tú me has dado a luz y te agradezco tu bondad, pero un deber mayor me obliga a partir. Te<br />

dejo nuestro campo fértil y todo lo que poseemos de plata y oro; no llevaré conmigo más que esta ropa y<br />

este báculo.<br />

Así me dijo, al abandonarme, mi hijo; pero romanos y sacerdotes tomaron preso a Jesús y lo crucificaron,<br />

¡y qué bien hicieron!, porque <strong>el</strong> hombre que aleja al hijo de su madre no puede venir de Dios, y quien nos<br />

quita nuestros hijos para enviarlos como mensajeros a las ciudades de otras naciones, no es nuestro amigo.<br />

Sé que mi hijo no regresará más a mi regazo; estoy segura, porque eso lo he visto en sus ojos. Por eso<br />

aborrezco a Jesús <strong>el</strong> Nazareno, que fue <strong>el</strong> culpable de que yo quedara sola en este campo ahora yermo, y en<br />

este jardín abandonado; y aún aborrezco a las personas que lo ensalzan.<br />

Me dijeron, hace unos días, que Jesús dijo una vez:<br />

-Mis padres y mis hermanos son aqu<strong>el</strong>los que escuchan mi palabras y me siguen.<br />

Entonces, ¿por qué es deber de los hijos dejar a sus madres y seguirlo a él? ¿Por qué mi hijo tiene que<br />

olvidar la leche que lo amamantó, por una fuente cuya agua no conoce, y no recordar más la calidez de mis<br />

brazos, para ir al país frío d<strong>el</strong> Norte, lleno de luchas y odios? Aborrezco a ese Nazareno y lo aborreceré<br />

hasta <strong>el</strong> fin de mis días, porque me robó mi primogénito y único hijo.<br />

JUDAS, PARIENTE DE JESÚS<br />

La muerte d<strong>el</strong> Bautista<br />

Ocurrió es to en una noche de Mayo. Estábamos con <strong>el</strong> Maestro en un prado cerca d<strong>el</strong> lago, que los<br />

antiguos llamaron "Prado de los Cráneos". Jesús estaba recostado en la hierba, contemplando las estr<strong>el</strong>las,<br />

cuando dos hombres irrumpieron, agitadísimos, entre nosotros; <strong>el</strong> dolor se traslucía en sus rostros. Se<br />

postraron ante Jesús y éste se puso de pie, preguntándole de dónde eran.<br />

-De Majaros -respondieron.<br />

Jesús se conmovió e interrogó con visible ansiedad:<br />

-¿Qué sabéis d<strong>el</strong> Bautista?<br />

-Hoy lo decapitaron.<br />

Alzó Jesús la cabeza y luego de caminar un corto trecho se detuvo entre nosotros y nos dijo:<br />

-Estaba en manos d<strong>el</strong> poder matar al Mesías antes de hoy. Es verdad que <strong>el</strong> rey ha probado y<br />

gustado todos los placeres de sus pueblos; pero los reyes antiguos no eran tardíos en entregar la<br />

cabeza de un Mesías a los cazadores de cabezas. No estoy tan triste por la suerte que ha corrido Juan<br />

como por la de Herodes que la ha autorizado. ¡Pobre rey! Es corno <strong>el</strong> animal llevado por las riendas.<br />

¡Qué desgraciados son esos hombres! Caminan en las tinieblas, y quien viaje en sombras caerá. ¿Qué<br />

podréis esperar de un mar infecto sino peces muertos? Yo no detesto a los reyes, más bien quiero que<br />

gobiernen, pero a condición de que sean más sabios que los demás hombres.<br />

Luego miró a los dos recién llegados y a nosotros, y reanudó su plática:<br />

-Juan nació herido y la sangre de sus heridas fluía de sus palabras y enseñanzas. Era una libertad<br />

que aún no se había liberado de sí misma, y una abnegación que sólo aceptaba a los rectos y virtuosos.<br />

En realidad era una voz que tronaba en la tierra de aqu<strong>el</strong>los que tenían oídos y no escuchaban. Yo le

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