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Recuerdo fi<strong>el</strong>mente la última vez que me visitó Jesús <strong>el</strong> Nazareno. A la hora d<strong>el</strong> mediodía de un<br />
jueves llegó Judas y me pidió preparara una cena para Jesús y sus discípulos. Me entregó dos piezas<br />
de plata y me dijo:<br />
-Compra todo cuanto sea necesario para la cena.<br />
Al irse dijo mi esposa:<br />
-Para nosotros es un inmerecido honor, porque Jesús es ya un gran Profeta y sus portentos son<br />
muchos.<br />
Al declinar la tarde llegó Jesús con sus discípulos y subieron a la planta superior y se sentaron<br />
alrededor de la mesa. Estaban silenciosos, como si <strong>el</strong> Ave estuviese volando sobre sus cabezas. En<br />
otras ocasiones vinieron a mi casa pero satisfechos y alegres, cortaban <strong>el</strong> pan, escanciaban <strong>el</strong> vino y<br />
cantaban nuestras viejas canciones, o escuchaban a Jesús que solía hablarles con animación hasta<br />
medianoche, para luego dejarlo solo, porque así él lo deseaba.<br />
Permanecía despierto toda la noche; yo escuchaba <strong>el</strong> eco de sus pasos. Esta vez me pareció que<br />
estaban preocupados él y sus amigos. Mi esposa había preparado pescado d<strong>el</strong> lago, con gangas de<br />
Hurán y r<strong>el</strong>lenos de arroz y granos de granada. Yo les serví vino de mi propia cosecha. Observé que<br />
deseaban estar solos, y así permanecieron hasta la hora d<strong>el</strong> mogreb, en que se fueron. Jesús, antes de<br />
salir, nos dijo a mí y a mi esposa, poniendo su mano sobre la cabeza de mi hija:<br />
-Buenas noches. Retornaremos a vuestra casa y no nos iremos tan temprano como ahora;<br />
permaneceremos con vosotros hasta <strong>el</strong> alba. Volveremos pronto y os pediremos mayor cantidad de pan<br />
y vino. Nos habéis tratado bien y os recordaremos cuando lleguemos a nuestra casa y nos sentemos a<br />
nuestra mesa.<br />
-He tenido mucho honor en servirte, Señor -respondí-. Mis colegas posaderos me envidian <strong>el</strong> honor<br />
de estas visitas tuyas. Me río con soberbia de <strong>el</strong>los en la plaza pública y les vu<strong>el</strong>vo la espalda.<br />
-Todos los posaderos deben sentirse honrados cada vez que sirven, porque quien da <strong>el</strong> pan y <strong>el</strong> vino<br />
es hermano de aqu<strong>el</strong> que siega y recoge las gavillas para llevarlas a la era; también es hermano d<strong>el</strong> que<br />
estruja la uva en <strong>el</strong> lagar. Todos vosotros sois generosos, porque dais de vuestros bienes al que llega a<br />
vuestra casa con su hambre y su sed.<br />
Luego, hablándole a Judas, que llevaba la bolsa de la Comunidad, le dijo<br />
-Dame dos ciclos.<br />
-Son las dos últimas monedas de plata que quedan en nuestra bolsa -advirtió Judas, dándos<strong>el</strong>as.<br />
Jesús lo envolvió con su mirada y contestó:<br />
-Pronto tu bolsa se colmará de plata -y poniendo las monedas en mi mano, añadió -: Compra una<br />
blusa de seda para tu hija, para que la. luzca en la Pascua, en recuerdo nuestro.<br />
Contempló a mi hija, la besó en la frente, y echó a caminar, saludando:<br />
-Buenas noches a todos.<br />
Ahora me dicen que todo lo que nos dijo esa noche lo escribió uno de sus discípulos sobre cuero<br />
fino y lo guardó en su casa; mas yo lo r<strong>el</strong>ato tal como lo he oído de sus labios. Mientras viva recordaré<br />
<strong>el</strong> timbre armonioso de su voz, cuando se despidió diciéndome: "Buenas noches a todos".<br />
Si deseáis saber más sobre este nuevo Profeta, preguntad a mi hija, que hoy ya es mujer, y no<br />
trocaría sus recuerdos de su infancia por todo. <strong>el</strong> oro d<strong>el</strong> mundo. Ella está más preparada que yo para<br />
hablaros sobre Él.<br />
BARRABÁS<br />
Las palabras póstumas de Jesús<br />
A mí me pusieron en libertad; en cambio, a Él lo <strong>el</strong>igieron para la cruz; pero Él se levantó y yo caí.<br />
Lo arrestaron y presentaron como holocausto de la Pascua. Yo, libre de mis cadenas, me sumé a la<br />
gente que lo seguía, pero era yo un hombre vivo que marchaba hacia su sepulcro. Habría sido para mí<br />
mejor y más digno huir al desierto, donde <strong>el</strong> deshonor se purifica a los rayos d<strong>el</strong> Sol; mas fui con los<br />
que lo <strong>el</strong>igieron para que Él cargara con mis crímenes.<br />
Cuando lo clavaron en la cruz yo estaba en ese lugar, vi y oí, pero mi "yo" conciente estaba fuera de<br />
mí. Le dijo <strong>el</strong> ladrón que estaba a su derecha:<br />
-Tu sangre mana como la mía... ¡oh, Jesús <strong>el</strong> Nazareno!<br />
-Si estos clavos no sujetaran mi diestra te la hubiera tendido para saludarte. Nos han crucificado<br />
juntos, pero hubiese querido que tu cruz estuviera más cercana a la mía.